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Fantastic Mr. Fox: dilemas de la contracultura

No hay discusión.La mejor película de la cartelera es «Mr. Fox», brillante comedia animada, con técnica de stop motion, basada en el personaje homónimo de Roald Dahl, el mismo de «Charlie y la Fábrica de Chocolates», “Matilda” y «James and the Giant Peach», cuyas versiones cinematográficas compiten en calidad con el resultado del  trabajo de Wes Anderson, quien se consagra como exponente de la fábula amoral.

Su nueva cinta derrocha ingenio y humor negro en cada fotograma, a base del absurdo característico en la obra del realizador de «The Royal Tenembauns» y «Viaje a Darjeling». Aquí se vuelve a reír de todo y de todos, con el respaldo de sus incondicionales de siempre: Meryl Streep, Bill Murray, Owen Wilson,Willem Defoe y Jason Schwartzman, en otra alegoría bizarra sobre una arquetípica familia disfuncional en crisis, donde el patriarca de la dinastía busca reencontrar su centro perdido, entre las dudas de su entorno y las amenazas de su contexto.

El director pinta a su protagonista como un irónico antihéroe romántico, enfundado en una máscara de Robin Hood para proteger a los suyos de las garras del poder corporativo, en una caricatura de las típicas luchas binarias del género contra los molinos de viento de la tecnocracia neoliberal.

A diferencia de “Monstruos INC” o de las clásicas parábolas de la Disney, «Mr. Fox» rehuye de la hipocresía izquierdista del cine concienciado de Hollywood, para convertirse en una sólida parodia de los dilemas existenciales y sociales de nuestro tiempo.

 Políticamente incorrecta y autoconsciente a más no poder, la película se disfruta inmensamente por su libertad de escritura, por estructura descentrada, por su emancipación conceptual y por su originalidad expresiva, representada en un puñado de imágenes poéticas para el recuerdo, bajo el encanto de la estética del cuadro a cuadro, en respuesta a la fría escuela digital de la Pixar.

Las escenas y las situaciones evocan a la filmografía de los maestros y de los titanes de la disciplina, como Trinka, McClaren y Harryhausen.

En una época de hegemonía del 3D, la Fox decide apostar por el pasado, para recuperar la memoria de un cine artesanal y casi primitivo, abandonado por los dictámenes de la moda. Por fortuna, la sensibilidad vintage lo trae de regreso, no sólo por fashion, sino con el interés de proponer ideas e interpretaciones válidas de la realidad de un mundo desbocado y sin sentido. Tal como el universo rabiosamente personal de Wes Anderson en la estupenda «Mr. Fox».

Atención con el subtexto del desenlace. Cuidado porque, en adelante, voy a contar el final. El Zorro y sus amigos brindan con jugo, después de penetrar en un automercado por el sistema de drenaje. Wes Anderson se despide de ellos con un largo travelling, donde los dejamos encerrados en un centro comercial, a la forma del último plano de “Funny People”.

Sin lapidar a sus criaturas, el mensaje definitivo de la pieza representa y proyecta los sentimientos encontrados del autor hacia su oficio ,su condición y su generación de rebeldes incorporados a la lógica conservadora de la reproducción mecánica de la obra de arte.

El viejo Zorro, detrás de cámara, sabe de su estatus de niño prodigio, de apocalíptico integrado, de lobo estepario fagocitado por las fauces del monstruo de la Twenty Century Fox.

Por eso, “Mr. Fox” añora la libertad de un animal salvaje extraviado en la colina. Después de todo, él es un señor de corbata con obligaciones y tareas por cumplir. La madurez le llegó tarde para adocenarlo, aunque se le resista con bombas.

 Como el cine indie, goza la fantasía de vivir en las cañerías de la movida underground, pero a cuenta de las garantías y las dietas alimenticias de la maquinaría de consumo.

Metafóricamente, la película alcanza cotas de perfección, al concluir con una cínica destrucción y desmitificación de las contradicciones de la contracultura subterránea.

Tampoco se trata de un panfleto o de una demonización.

Es sólo un retrato cáustico de la esquizofrenia de los bobos del paraíso.Los bohemios burgueses condenados por unos y desenmascarados con ternura por parte de Wes Anderson.Total, como en «Freaks», él es uno de nosotros, es uno de nosotros.

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