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Decencia

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-“Diez bolívar por el amor a Dios”- profirió en tono de suplica un mendigo bastante desarreglado, de pies característicamente negros, ya casi sin dientes y barbudo a mas no poder, recostado en la acera, de medio lado, como aguardando que el retratista termine su obra. Todo un cuadro de desgracia o falta de amor.


Muchos se cruzan frente al mendigo y su insignificante requerimiento, unos pocos le oyen, solo uno le escucha y se detiene.


Indeciso tantea su bolsillo, recuerda el billete de cincuenta bolívares que allí guardo antes de salir de casa, la mano certifica la existencia de este último, aun así se mantiene tanteando como si no hallase algo para satisfacer el ruego.


En pocos segundo medita sobre el destino del billete: “se los va a gastar en caña, drogas o comida”, piensa, y de este modo resuelve primero no apoyar “la sinverguenzura”, luego confía y entrega íntegro el billete de cincuenta bolívares sin pronunciar palabra alguna.


¿De que tamaño habrá sido la sorpresa?, cuando el mendigo con ritmo da las gracias, revuelve sus cosas y entrega cuarenta bolívares de vuelto al perplejo transeúnte.


Con el alma reducida y el corazón bien arrugado toma el vuelto en un gesto casi automático y sigue su camino pensando que todo fue una broma o quizás una muestra de un poco de decencia.


Nota: Estimado lector, imagina que los sucesos relatados ocurren en una epoca en la cual bastaba veinte bolívares para pagar  el pasaje estudiantil.

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