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Facebook: la vida de los otros

Primer Capítulo

¿Existe vida fuera de Facebook? Para muchos, la pregunta carece de sentido, no tiene relevancia. La vida es Facebook y nada más. Día a día, intercambian sus fotos, modifican el status de rigor y proceden a operar ya de forma automática, ya de manera casi burocrática en la supervisión y control de la insoportable levedad del ser en la era de las redes sociales.

Así, hemos naturalizado y asumido, sin mayor coacción de fuerza, el condenable desempeño de cualquier funcionario de la Stasi de la alemania oriental.Es decir, poco a poco, vamos deshumanizándonos al convertirnos en potenciales funcionarios burocráticos de la nueva Stasi mundial: Facebook, donde permitimos y convalidamos el cuestionable hecho del espionaje por internet. Un sapeo laboral a lo lista Tascón, un chismorreo inquisidor, un arma de doble filo, una Hojilla al servicio de torquemadas y negociantes como Mario Silva, un vulgar paredón. Disparen, apunten, fuego.


Para Bauman, se trata de uno de los graves peligros de la posmodernidad: acabar por aceptar con resignación el menoscabo de nuestros derechos inalienables, conquistados a lo largo de los siglos, en nombre de las promesas demagógicas de la economía de mercado, la publicidad, el imperio de lo efímero, las relaciones públicas, la corrección política y el pensamiento débil. Trampas y cuartadas fabricadas por el poder para darle carta blanca a sus tradicionales operaciones encubiertas de vigilancia y castigo.

La única diferencia con el pasado radica en el cambio de actitud del hombre masa y del colectivo hacia el tema de la coerción de sus libertades.

Ayer, la mayoría silenciosa sabía pronunciarse y organizarse a la hora de presentir el menoscabo de sus privilegios adquiridos de intimidad y privacidad. Sin duda, eran otros tiempos. Seguramente, los fantasmas de la segunda guerra mundial, la guerra fría, el stalinismo, la cacería de brujas y compañía, seguían muy frescos en la memoria del individuo de a pie.

Hoy, por el contrario, el sistema corporativo logró introducir su agenda, su caballo de Troya hasta el fondo de nuestra alcoba y de nuestro hogar dulce hogar, bajo el manto y la pantalla de la buena voluntad de cara a la enorme popularidad de la red y ante la complacencia de los, así llamados por la China, aplaudidores de iniciativas empresariales, seducidos y fascinados como niños por la mitología electrónica mientras cultivan, de la boca para afuera, un curioso y paradójico escepticismo radical frente a las ideologías duras de la modernidad. Por tanto, son agnósticos y son ateos hasta cierto límite, porque todavía confían en las virtudes emancipadoras del consumismo, del hedonismo y del egocentrismo a través de las innumerables plataformas desplegadas por la sociedad del espectáculo.

Sin embargo, hay sobradas y argumentadas razones para desconfiar también de semejante propuesta dogmática con aires de trascendencia, mesianismo y redención.

En dos platos y quédatelo grabado en la cabeza: Facebook no es la tabla de salvación para tu “soledad compartida” desde el anonimato y para la destrucción bélica de tus relaciones interpersonales, justamente cuando los gobiernos del globo fomentan el aislamiento, la insolidaridad, la intolerancia y la desintegración darwinista del tejido urbano por medio de guerras, hambrunas, desabastecimientos programados, epidemias falsas, amenazas permanentes y atroces manejos en la distribución de recursos.

Repito: Facebook no va a mejorar absolutamente nada y en lugar de ello va a reforzar el mal estado de las cosas, cual simulacro, cual mampara de ocultamiento y distracción de la realidad. Me explico.

A continuación, te invito a descubrir y a deconstruir el lado oscuro de tu supuesta red amiga. Amigo, el ratón del queso. Amiga traicionera, hipócrita y cero transparente.

Para empezar, tu amiga tiene tres cabezas corporativas, cuyos orígenes hielan la sangre y serían dignas para escribir una novela conspirativa a lo Dan Brown. El Código Facebook, por ejemplo. Espérelo pronto en su librería de desconfianza.

En primer lugar figura el nombre del creador de la página, Mark Zuckeberg, niño prodigio de la computación egresado de Harvard y sancionado allí mismo por desarrollar un programa violatorio de las normativas de la academia.

En efecto, según la versión extraoficial, la administración de la Universidad lo condenó por infringir la seguridad informática y las políticas de privacidad y propiedad intelectual amparadas por la famosa casa de estudios.

En la actualidad, Zuckeberg hace lo propio a escala global y con el consentimiento de la comunidad internacional, en un golpe de estado de cuarta generación, acometido sin disparar un solo tiro y respaldado por las propias víctimas de la tiranía de la comunicación.

Como diría Baudrillard, es una nueva forma de servidumbre voluntaria surgida de los escombros de la caída del muro de Berlín, a la luz de la euforia tecnocrática y tecnofílica de los años noventa, cuando se impone el proyecto de la Internet como punta de la lanza de la ofensiva militar en el seno de la globalización.

En términos de Gubern, nos aproximamos a la universalización distópica de la “claustrofilia” aludida por Foucault en un espacio descentrado, desprotegido y fácilmente vulnerable por las estrategias de persuasión de la propaganda diseñada por la dictadura del Big Brother.

Atención a las siguientes palabras de Lee Siegel, a propósito del ser humano en la era de la multitud digital:

“Dios me libre de comparar Internet con una trampa mortal inminente. Pero Internet tiene su lado destructivo, como el automóvil. Ambas tecnologías entraron en el mundo con aires de triunfalismo, ocultando sus peligros frente a cualquier visión crítica. Al igual que el coche, Internet se ha concebido como un milagro social y de transformación personal, cuando, en el fondo, es un prodigio de la comodidad. En el caso concreto de Internet, su portentosa utilidad ha causado una revuelta social y personal. Como ocurrió con el automóvil, las críticas sobre sus defectos, riesgos y peligros han sido silenciadas, ignoradas o estigmatizadas como expresión de los dos grandes tabús estadounidenses, la negatividad y el miedo al cambio. Al igual que sucedió con el automóvil, la retórica de la libertad, la democracia, la elección o el acceso han encubierto el interés avaricioso y ciego que se oculta detrás de la mayor parte de aquello en lo que se ha convertido Internet en la actualidad.”

Ahora cumplimos con el penoso deber de presentar al segundo cacique de Facebook a bordo, Peter Thiel, un pirata de Sillicon Valley con un prontuario espeluznante denunciado por el popular ensayo,“Facebook,una Lápida con una foto”:

“Fijémonos en Peter Thiel, quien en 2004 le dio una contribución de 500.000 dólares a Mark Zuckerburg para que echara a andar Facebook, y cuyo interés en el control mental en las universidades es de larga data. Comenzó su carrera como fundador del Stanford Review, que era la publicación insignia de la sucia Red Intercolegial fascista de William F. Buckley en 1973. Tal como dejó al descubierto el Comité de Acción Política Lyndon LaRouche (LPAC) hace un año, con el folleto «Is Joseph Goebbels on Your Campus?» (ver «¿Ronda Goebbels por tu universidad?», en Resumen ejecutivo de la 2ª quincena de octubre de 2006), dicha red era parte de un movimiento juvenil fascista nacional muy bien coordinado en las universidades estadounidenses de la época. La Red Intercolegial, al igual que Facebook hoy, parecían dirigirla jóvenes de mentalidad independiente, cuando en realidad estaba en manos de grupos políticos de alto nivel interesados en convertir las universidades en zoológicos humanos.”

Continuará…

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