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Star Trek y la vieja semana de la narrativa urbana: el último capítulo de Perdidos en el espacio

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¿Hola Héctor, cómo estás, men? ¿Te recuerdas de mí? Sí, soy yo otra vez, el de del rollo de la vieja semana de la narrativa urbana.

Hoy tengo ganas de dedicarte una crítica de cine. Porque yo soy crítico de cine, y me las echo de serlo como Pedro Rodríguez, y me gusta la idea de volver papilla los géneros, y de escribir de forma arbitraria, y de hacerlo como me da la gana, y de burlarme de Kiko Amat y de sus amigos plataneros. Y también me gusta mucho reírme de mí mismo, de tí y de las convenciones del periodismo canónico. Y de la crítica de cine, por supuesto. La crítica de cine me resulta de lo más divertida. Me resulta un terrenito de lo más fino, una parcelita de los más chévere para expresarme desde la rabia, la arbitrariedad, el caos, el terrorismo semiótico y el sin sentido. Por eso, sigo escribiendo empecinadamente críticas de cine. Y por eso las escribo a mi modo, en mi propio reality show disponible en red. Saludos, Jesús Ernesto. Bienvenido a mi blog dizque literario.

Antes de comenzar, Héctor Torres, vamos a ponernos de acuerdo en algunas cosas. ¿Te parece? Si no te parece, no importa, igual le damos plomo.

Primero lo primero, Héctor, yo fui de incógnito a tu semana de la narrativa urbana y me aburrí un montón. Vaina más ladilla, men, más ceremoniosa, más solemne. Aburridísima. Lo menos urbana posible, brother. Era más bien como una clase de urbanidad y de buenas costumbres, inspirada en el manual de Carreño. Pura pose, pura hipocresía, pura falsa modestia, puro teatro, pura mentira.

Para empezar, allí nadie hablaba como en la calle, nadie se comportaba como en la calle, y todos fingían recato,moderación, distancia y categoría. Ya entiendo por qué entubaste la convocatoria. Tu no querías calle en tu evento. Tu no querías incorrecciones políticas en tu evento. Tu no querías descontrol en tu evento. Porque la semana, tu semana, es un evento en donde el autocontrol impone la norma de etiqueta, de comportamiento. Allí yo nada más vi a puro chamo y a puro viejito prematuro autocontrolado. Autocontrolado en el lenguaje, en la manera de decir, en la forma de expresarse, en el estilo de vestir y de leer.

Ver a esa gente leer con franela, blue jean y paltó era como para morirse de la risa, mi pana, con todo ese despliegue de afectación, engolamiento y superficialidad característico de nuestro relevo generacional.

Pero lo mejor era cuando arrancaban las fallidas, diplomáticas y entusiastas interpretaciones de los moderadores. Ni hablar del público. El público asistente a la semana, es de lo peor. Es un público zombificado, muerto, pasivo y complaciente. La negación del concepto de audiencia. Es decir, un público lobotomizado, fosilizado y acostumbrado a hacer silencio frente a la mediocridad. Es el público miserable de Venezuela, tal cual como un niñito fácil de engañar, embaucar y persuadir, incapaz de romper y de salir del corral.

En tal sentido,  la nueva semana es un evento de carácter infantil, inocente e inofensivo. Sin consecuencia, sin trascendencia y sin impacto real sobre la urbe, porque allí no había nadie.

La próxima, al menos, hagan el intento de sacarlo a la calle, de ir al encuentro y a la confrontación con la calle. De lo contrario, persistirá y sobrevivirá como una iniciativa privada y privatizada con aires de aproximación hacia lo público, cuyo enclaustramiento se traduce en el encierro timorato, feudalista y miedoso dentro de la sede del centro de cultura Chacao.

A tal efecto, hubiese dado lo mismo hacerlo en el apartamento de Ana Teresa Torres, o en el salón de fiestas del edificio de Ana Teresa.

A propósito, era muy divertido ver a la señora Ana Teresa salir corriendo a las apuradas, cuando apenas terminaba cada jornada de la semana. De hecho, apenas Héctor invitaba al final a asistir al día siguiente, ya la señora Ana Teresa pegaba la carrera hasta perderse en los pasillos oscuros y tristes de ese desastre arquitectónico y urbano llamado Centro Lido.

Así es la verdadera sensibilidad urbana de Ana Teresa Torres, quien se aferra a su cartera con fuerza, mientras circula de edificio en edificio y de bunker en bunker. Una literatura bunkerizada para gente bunkerizada, como la tuya, Héctor, como la mía, como la nuestra. Panfletonegro también tiene mucho de espacio bunkerizado. Yo no lo niego. Es un pequeño refugio atómico condenado a autodestruirse. Es igual a la semana. La única diferencia estriba en el mood, en la actitud. Aquí no andamos con hipocresías, romantiqueos y formalidades. Aquí rompemos con las convenciones y coqueteamos con la vanguardia. Ustedes, en cambio, son el establishment, el status, el pasado. Nosotros, en panfletonegro, somos el presente, somos el futuro. Te guste o no, pero es así.

Y el futuro pasa por aquí. El futuro pasa por comenzar hablando de ti, para terminar hablando de Star Trek. El futuro pasa por comparar a la vieja semana de la narrativa urbana con Star Trek.

Star Trek es una película sobre el futuro entendido a la usanza de la vieja semana de la narrativa urbana. Pero al mismo tiempo, es una película más interesante y autonconsciente de sus miserias que la vieja semana de la narrativa urbana. Por ejemplo, “Star Trek” siempre está a punto de rozar el límite de la autoparodia, pues su director, J.J. Abrahams, jamás cae en el error de Héctor Torres: tomarse demasiado en serio su trabajo, su encargo, su obra y su proyecto, cual Tarantino revisitado por Wes Craven.

Star Trek goza un pullero al canibalizarse y al desnudar sus propias carencias estéticas delante de la cámara, bajo la sombra lejana de El Quijote. Por desgracia, no es el caso de la vieja semana, a excepción de su sanchesca convocatoria. No son ni molinos de viento, ni gigantes.

Otra comparación divertida sería establecer un nexo entre la versión doblada al castellano de Star Treek, super encorsetada, y el uso del lenguaje y del idioma en la última edición de la vieja semana. No en balde, las voces estereotipadas de Star Treek en español, evocan las intervenciones poco naturales de la vieja semana.

A diferencia de la vieja semana, Star Trek sabe conjugar sus clichés, para mantener el interés en su discurso de principio a fin. Los discursos de la vieja semana agotaban a la audiencia de inmediato, al ser proyectados como diapositivas en un video vin. Una total falta de creatividad, de ingenio y de respeto por la paciencia del respetable. Para la próxima, busquen dinamizar la velada de otra forma o busquen ilustrar los cuentos con otro material. Les sugiero confrontar la palabra con la imagen. Comuníquense con alguien como J.J. Abraham para que los ayude.

Para concluir, el guión de “Star Trek” se vincula directamente con la estructura arquetipal y argumental de la vieja semana. Hay una nave a la deriva( la organización), unos tripulantes disímiles confrontados entre sí, una pila de coleados y de polizones inconformistas incorporados e integrados a último minuto( Jhon Manuel Silva), un grupito de protagonistas uniformados con suetercitos, una “digna representante” del género femenino(para mantener las apariencias), ningún pobre sin currículo, un happy ending a lo Hollywood(con brindis de honor incluido), promesas de secuela año tras año(tipo franquicia) y un villano terrorista-fascista(el Señor Cobranza) dispuesto a destruir la concordia imperante en la pacífica nave interplatanaria de la vieja semana.

Sí, Héctor, soy yo mismo, tu marciano favorito. ¿Y tú quién eres en esta película?, te preguntarás desde la comodidad de tu hogar. Pues tú eres el mismísimo Mister Spock de la literatura venezolana. Un fantasma de ayer perdido en el espacio de hoy.

Todos somos dinosaurios al borde de la extinción.

Todos somos muertos vivientes.

Todos somos poetas en tránsito.

Nos vemos pronto en su cementerio de confianza.

Cambio y fuera.

Saludos desde la otra galaxia, desde Vulcania, antes que el destino nos alcance en la ciudad de la furia.

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