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Aixa Guevara y las bellas de la revolución

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La revolución tiene mujeres bonitas. Bueno, es que de hecho, todas las mujeres son bonitas. Yo no creo en la fealdad femenina. En ese sentido, las féminas tiene una ventaja sobre nosotros los caballeros: su belleza es innata y propia de su naturaleza.

La lista de mujeres revolucionarias hermosas puede estar conformada, entre otras damas, por: Dahir Ral, Mari Pili Hernández, Hiroshima Bravo, Eva Gollinger, Erika Farías, Anarella Bono y Milka Duno.

Pero de todas las bellezas bolivarianas no había ninguna como Aixa Guevara.

Esta rubia se hizo conocida luego de unos extraños incidentes en 2002 que involucraban a la clase media opositora. Decía el chavismo que en la clase media venezolana habían muchas personas que apoyaban ‘el proceso’. Para probarlo surgieron varios grupos como ‘clase media en positivo’, ‘foro constitución y paz’ y ‘clase media revolucionaria’. Pero el que llamó mi atención fue el de los ‘círculos bolivarianos de chacao’. Dichos redondeles eran coordinados por una rubia de metro sesenta, rostro lozano, ojos hermosísimos, y cuerpo enjunto y menudo, que respondía al nombre de Aixa Guevara López.

En esos tiempos la oposición estaba conformada, en su mayoría, por radicales grupos cuyo discurso (quizás sin saberlo) provenía de los sectores más reaccionarios y recalcitrantes de la derecha. Era una combinación extraña de franquismo desfasado y pinochetismo nostálgico. Además, luego del golpe, vacío de poder, o como les de la gana de llamar a lo sucedido en abril de 2002, la paranoia internetística estaba al 1000000000 %. Todos se conectaban a internet para saber lo que ocurría en el país. Era de lo más común recibir un aterrador mail anunciando el Apocalipsis. En yahoo, había un grupo que enviaba mails en cadena con manuales para prepararse a enfrentar la invasión chavista que vendría a las zonas de clase media a robarse los vehículos, saquear la comida y ultrajar a nuestra mujeres.

Nada de esto ocurrió, desde luego. Y afortunadamente los señores de fedecámaras y los militares de altamira fueron difuminándose, dándole paso a la dirigencia política, que con todos los errores del mundo ha sabido, sin embargo, construir ‘algo’ que se parece a una oposición seria. Y si quieren me dicen ingenuo.

El punto es que Aixa surgió en el momento menos indicado. Bastó su aparición dándole un besito en el cachete al General Cordones, para que se desatara contra esa bella revolucionaria, un aluvión de ataques. Que si era puta, que si se acostaba con cualquiera, que si cuando era chica se le conocía en chacao por ser una zorrita, que si había salido preñada a los quince años, que si era amante de Juan Barreto. Ya lo sabemos, en Venezuela hay dos formas plus de descalificar a alguien: si es hombre es marico, y si es mujer pues es puta. Así de sencillo, ese es el ABC de la descalificación personal en Venezuela.

Pero yo jamás me dejé llevar por esto. Admito que siempre estuve del lado de la rubia, y eso que a mí no me atraen las catiras. Pero me gustaba la chica, era simpaticona, sabía articular algunas ideas, era sexy. Además a diferencia de los otros señores de las ‘clases medias comprometidas con Chávez’, Aixa, era la única que admitía que era minoría en su comunidad. Ella se justificaba diciendo que en la clase media había muchos ‘chavistas de closet’. Y por supuesto, el objetivo de la blonda bolivariana, era sacarlos de dicho armario y ponerlos a trabajar por el ideal de la revolución, que en ese entonces se apellidaba bonita y no era antiimperialista.

Pasaron los meses y Aixa se disolvió en el tiempo. No se habló más de ella y pronto nos olvidamos de su rostro y de su nombre. Yo también lo hice…

Pero hace dos noche pasó algo extraordinario y al mismo tiempo revelador. Aixa volvió. Estaba en una repetición de la entrevista que dio en el programa pico e’ plata del canal La Tele. Jesús Bertorelli la interrogaba. Varias cosas me llamaron la atención: su carencia argumental, la amargura de su declaración, la falta de ese humorcito sabroso que la caracterizaba cuando estaba chamita. Pero lo que realmente me dejó en shock fue su estampa. Aquella era una mujer demacrada, como si cuarenta años se le hubieran venido sobre el rostro. No tenía ni una chispa de la belleza que poseía cuando era una ardorosa activista de los sectores de la ‘clase media comprometida con lo social’. Ya no daba punzantes argumentos a favor del gobierno. Ya no tenía ni una sola idea nueva o fresca. Lo que decía sonaba a disco rayadísimo, a remix de DJ principiante. Parecía una de esas canciones que en el ayer fueron hits y que cuando las oyes de nuevo en la radio, te preguntas, ¿cómo me pudo gustar esta canción tan mala?

Aixa estaba, desde luego, argumentado a favor del Sí. Pero no argumentaba, repetía como lora lo de la CIA, lo del golpe, lo del tiempo que no era suficiente, lo de la oposición sin líder, y un gran blah, blah, blah, que resultaba falso y aburrido.

Recuerdo que me dio tristeza. Se los juro, me deprimí viéndola. Véanla ustedes:

Me pareció una metáfora asombrosa de lo que viviremos el próximo domingo. El gobierno actual fue joven, fue hermoso (al menos en teoría). Hubo un tiempo en el que tuvo ideas, estuviéramos o no de acuerdo con ella. Pero ahora, es un gobierno envejecido, arrugado, lleno de amargura, carente de frescura y que ya no sabe argumentar ni decir nada que no suene a caliche. Los defensores del Sí dicen que esta es una pelea contra el pasado. Estoy de acuerdo, lo que creo que no se han dado cuenta es de que el pasado son ellos. En efecto, esta revolución envejeció y se afeó ante nosotros sin que nos diéramos cuenta.

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