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23-N: la elección de Chacumbele

Comenzó la rebatiña por el poder. Por el poder infecto. La política como basurero. Agarren su gallo muerto. La mitad el país me pertenece. La otra mitad también es mía, pero igual la comparto de panadería. El PSUV es un chiste, la oposición es ridícula, la democracia es un fraude. Fin del cuento. No hay futuro. En serio. Todo un mal síntoma de los tiempos, como el retorno de la corrupción municipal adeca de la mano de tu alcalde electo, Antonio Ledezma, fase superior de la degradación institucional encarnada por Juan Barreto. Nunca faltará un imbécil antichavista capaz de alegrarse ante semejante ilusión de cambio. Pobrecito de él.

De igual modo, no vale la pena entusiasmarse por la victoria de bandidos electorales y de mafiosos neoliberales de la talla de Capriles Radonsky, El Pollo Salas Feo, Cesar Pérez Vivas y Morel Rodríguez, cuatro líderes abyectos de la peor tradición puntofijista sin discurso propio, sin carisma, sin proyecto. Un puñado de monigotes de feria manejados a discreción por la élite del dinero, bajo rastreros paradigmas de administración, donde privan el clientelismo, el tráfico de influencias y el saqueo del erario público, a costa del vil negociado regional.

En Baruta, Capriles construyó una plaza hueca y desértica, abandonada a su suerte y a merced de la violencia automotriz. Para disfrutarla, debes sortear el tráfico hostil, con la agresividad publicitaria del entorno corporativo y con la inclemente luz de sol. Por eso, permanece vacía y desamparada como testimonio del fracaso de sus promotores, arquitectos y constructores, quienes creen haber descubierto el agua tibia en materia de regeneración urbana. Mentira. En realidad, son ineficientes e incapaces de crear un verdadero polo de atracción para el peatón al margen de la hegemonía del centro comercial. Tienen miedo de robarle clientes al Tolón y tampoco les conviene. El resultado salta a la vista de cualquiera.

En paralelo, Capriles destruye el espacio público para rematárselo a los socios de su familia a lo largo y ancho del tejido de las Mercedes, al convertirla en un horrendo y exclusivista mercado de las pulgas, para robarle los centavos a la clase media a través de la explotación del consumismo desatado y autista, con el único propósito de recaudar mayor cantidad de impuestos.

El juego macabro de Capriles consiste en alentar un materialismo histérico en la clase media, por medio de una red de estímulos prefabricados. Por ello, Baruta es, en la actualidad, una trampa económica diseñada según los patrones de las ciudades tecnocráticas del primer mundo, desde el modelo especulativo de Las Vegas hasta el esquema derechizado de la nueva Roma, entregada a las fauces de los socios de Berlusconi. Hoy en día, la capital de Italia es una metrópoli cundida de franquicias y consagrada al turismo yuppie, de espaldas a sus propios ciudadanos de a pie. Los más pobres no pueden y no deben disfrutar de las atracciones de la Nueva Roma, según los dueños de la vieja Europa. Igual ocurre con la estructura discriminatoria instrumentada por Capriles en Baruta y por Leopoldo López en Chacao, ahora sucedido por su delfín, Emilio Graterón. Y después hablan del continuismo de Chávez.

Asimismo podemos encuadrar la perpetuación vitalicia de Manuel Rosales tanto en la Alcaldía como en la gobernación, ambas controladas por su maquinaría adeca de pandilleros y bebedores de Whisky. Una sarta de piratas y bucaneros asociados a la corrupción de estado, y dispuestos a darle larga vida a su reinado de impunidad gracias al respaldo de nuestros ricos bobos.

Manuel Rosales viaja a Margarita con su patota de truhanes, para regalarse fines de semana con todos los gastos pagos, a merced de los churupos de su partida secreta. A su lado, revolotean una pila de zamuros de caricatura, parecidos en su comportamiento a una claque de bandoleros del viejo oeste.

El Zulia cree merecerse semejante liderazgo de pacotilla. Sin embargo, el problema es más grave. El autentico rollo de fondo en la última elección, es la brutal reducción de la oferta a un plano polarizado y maniqueo, francamente desolador.

En consecuencia, las elecciones regionales del 2008 fueron y son una salvaje operación ideológica, con lavado de cerebro incluido, alrededor de un dramático chantaje político: apostar entre dos opciones suicidas y desesperadas. Por tanto, las elecciones regionales fueron y son el equivalente del juego de la ruleta rusa en la película “El Francotirador”. Incluso, se trata más bien de la ruleta criolla de Secuestro Express, porque no hay otra salida sino la muerte. Es decir, como en el eslogan de aquella fallida secuela de Alien Versus Depredador , “gane quien gane, nosotros perderemos”. Toda una elección chacumbélica.

En el mismo orden de ideas, el regreso del Pollo significa la claudicación reaccionaria del estado Carabobo, a sus ideas primarias de arraigo, tradición, familia y propiedad. Un claro retroceso conservador ante la pesadilla del barranco progresista encarnado por Acosta Carlez y frente al salto al vacío incorporado por Mario Silva. De nuevo, tampoco había mucho para escoger.

De resto, el Pollo volverá a resucitar a los fantasmas y vampiros de la godarria valenciana, adscritos al cogollo neocopeyano de su padre, pintoresco caudillo de la zona obligado a disfrazarse de político, para inyectarle sangre fresca a su casta venida a menos y a su red de negocios. Lo demás son pamplinas y compromisos asumidos con la burguesía de provincia, en su visión defensiva, onanista, cogollerica, partidista y familiera de la administración pública.

A propósito, valga la redundancia de traer a colación el caso de Adán Chavez en Barinas, un increíble e inverosímil reflejo del nepotismo gomecista promovido por el Benemérito del Siglo XXI, a punta de triquiñuelas y trampas con el CNE de Tibisay Lucena, la doña Bárbara de nuestra telenovela electoral.

El Presidente nos impone a su hermanito en un estado clave, mientras sistematiza y organiza la nueva geometría del poder en función de coordenadas personalistas y monárquicas, con aires de inclusión y participación social. Participación social de papel lustrillo o apariencia de participación social, limitada al esquema rojo rojito de quien la impulsa. Intente usted salirse de la norma o discutir algún artículo de la Lopna en un Consejo Comunal, a ver a donde llega. Le llamarán de traidor a la patria, para abajo.

Pero si usted cierra el pico y se pone su franela del PSUV con la misma emoción de Aristóbulo Isturiz, tendrá un futuro promisorio en el interior de la escala chavista. Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada. Es el pensamiento único e intolerante retratado por Nelson Garrido, a quien ,no por casualidad, le destruyeron sus fotografías en una exposición.

El atentando iconoclasta le da la razón al artista y sirve como telón de fondo a las elecciones regionales del 2008, una descomunal galería de despropósitos y disparates afianzados a diestra y siniestra o por ambos lados de nuestro restringido espectro político. Un microcosmos, una Liliput quizás o la versión criolla del planeta del Principito, siempre en blanco y negro. Un país esquizofrénico aturdido por sus propios delirios e incapaz de hacer cable a tierra, incapaz de asumir la cruel verdad: la degradación de la política nacional es el espejo de nuestra alma dislocada, como en la era de los monstruos expresionistas de la Alemania de Hitler.

Al igual que ellos, nuestros nuevos gobernadores y alcaldes representan un oscuro desfile de taras y enfermedades colectivas, aun por resolver y curar.

Afuera de nuestra aldea de zombies y licántropos, hay otros relatos en permanente construcción y deconstrucción. Yo recomendaría ir a su búsqueda en lugar de conformarnos con los resultados del 23-N.

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