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El combo de Obama: más sangre, sudor y lágrimas

Gano el simulacro. Gano la mentira. Gano la política de ciencia ficción, como diría Verdú. Con ustedes, el presidente Gatopardo. Una nueva clase de superhéroe de la reacción, moralista, profundamente conservador, pero enfundado en su trajecito mediático de santón liberal a lo Kennedy. Nadie lo asesinará. No es necesario. En realidad, su negritud, su posible alteridad, ya fue virtualmente aniquilada por la maquinaría de triturar identidades del partido demócrata en alianza con el turbocapitalismo hegemónico. Revisen sus cuentas y hagan la apuesta.

Ya Wall Street deposito todo su dinero y confianza en la capacidad del títere oscuro, para contener el estallido social por medio de su política de diseño de sonrisas para las clases populares, mientras los pobres seguirán siendo pobres por los siglos de los siglos ante las concesiones garantizadas por el próximo comandante en jefe.

Ahora los niñatos apáticos de ayer y hoy descubren el fuego fatuo de la revolución electrónica y del activismo militante por vía Facebook, gracias a la llegada de la buena noticia manufacturada y aprobada por los tentáculos del consenso de Washington.

Para grandes y chicos, para los esnobistas de siempre, Obama sencillamente es cool, es una figura fashionista capaz de alterar el curso de la historia, con apenas un abrir y cerrar de ojos, a pesar de contar con el apoyo concreto de los perros de la guerra y de los señores de las sombras, quienes lo manipulan a conciencia.

La marioneta negra seduce con su pico de plata y con su verbo encendido a las bohemias burguesas de Nueva York y San Francisco, invitándolas, de forma indirecta, a continuar raspando sus tarjetas de crédito en las tiendas por departamento y en las franquicias de élite. El muñeco cumple con la misión de apaciguar la furia y el descontento de los más jóvenes, al desviar su atención de los problemas importantes de la agenda.

La figurilla esquizofrénica y delirante habla de salir de Irak, pero a efecto de recolonizar Afganistán con el respaldo de Karsai, otro payaso de color. Es decir, asumir el costo publicitario de la retirada, sin tocar los intereses de las corporaciones en Bagdad, bajo la promesa de mantenerla vigilada desde Kabul. Dick Cheney no lo hubiese hecho mejor.

Los dueños tejanos del petróleo de Babilonia pueden dormir tranquilos.El Pentágono también.Los burócratas del complejo sistema militar industrial tampoco perderán sus puestos de trabajo como genocidas del tercer mundo. Hasta Colin Powell, artífice del holocausto del medio oriente, viene de regreso. Prepárense.

Entre tanto, el reverendo gafo de Jesse Jackson no para de llorar. Mucho menos los ojitos lacrimógenos de la sensiblera Oprah. En Venezuela, el pirata de Walter Martínez certifica y corrobora el arribo del primer presidente “Negro” a la Casa “Blanca”.Así de obvio, superficial, cursi y subrayado.Sólo falta esperar por la Obamanización del antichavismo nacional.Por la Obamanización deshumanizada y abominable del gobierno, despreocúpense. Telesur y Canal Ocho llevan tiempo asentándola y propagándola a los cuatro vientos.

Por lo pronto, la tarea de Barack es cuesta arriba. Aun así, logrará su cometido de resucitar la esperanza por el sueño americano, según la tradición de los padres fundadores.

En apariencia, Obama tiende a reencarnar el espíritu de Rooselvet en el marco de una versión remozada de su new deal, tras la segunda caída de la bolsa. Ello supondrá el retorno del proteccionismo influido por las ideas económicas del progenitor del intervencionismo británico, John Maynard Keynes, cuyas teorías sirvieron y sirven como pañitos calientes para disimular las heridas de muerte del mercado financiero.

A segunda vista, Obama luce como el clon negro del presidente blanco Jimmy Carter, con todo y su proyecto de reconquistar Afganistán entre manos. En aquel entonces, el objetivo era combatir y desestabilizar al bloque soviético,al financiar al movimiento Talibán. Ahora, la meta es borrar del mapa al mismo movimiento Talibán,para darle continuidad a la política exterior avalada por la CIA y el Pentágono, de cara a la expansión imperial dentro de la zona estratégica, con visual hacia Irán y Pakistán.

Finalmente, Obama es el perfecto síntoma de los tiempos ultramodernos. Dice enarbolar la bandera del cambio, dice comprometerse con las luchas de las minorías, dice hacer el bien sin mirar a quien, dice someter a revisión las relaciones con Colombia y América Latina, dice tener una solución para todo.Y la masa carenciada parece dispuesta a comprarle el discurso, a suscribirle un cheque en blanco por su retórica evangelizadora y new age de pare de sufrir. Es el mal menor, el consuelo de los necios, la única imagen positiva a extraer de la realidad en el declive de la era Bush.

A partir de hoy, comienza otra ilusión consumista, de usar y tirar, condenada a autodegradarse en pocas horas, cual hamburguesa de Mc Donalds. Por ende, disfrute ya de su candidato Super Size, antes de que sea demasiado tarde. Para hacer mejor la digestión, recomendamos no acompañarlo de su combo de asquerosos contornos bañados en salsa de tomate. En cualquier caso, más temprano que tarde, el ketchup se impondrá por su propio peso.

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