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La reforma constitucional.

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Nunca se me olvidará, que un día, cuando yo era un niño, andaba con mi mamá en el Terminal de pasajeros del Nuevo Circo, comprando los boletos para ir a casa de mi abuela en el estado Yaracuy. En la fila, había un individuo que estaba casi al final, sin embargo, parecía inquieto, como si llevara mucha prisa y no pudiera esperar su turno. Los que estaban más adelante, entre ellos mi mamá y yo, suponíamos que el tipo esperaba un descuido para colearse, y efectivamente así fue. El pana avanzó unos pasos hasta la taquilla, allí le preguntó a gritos a la muchacha que atendía, ¿disculpe usté tiene pasajes para Barquisimeto porfa? Disculpe amigo, respondió la joven vendedora, espere su turno por favor. Pero es que yo no quiero comprar, dijo el tipo, yo lo que quiero es que usté me diga si tiene o no los pasajes para no hacer la cola en vano. La gente se impacientaba y comenzó a gritarle groserías al tipo, pero este seguía como si nada escuchara. Sí señor, respondió resignada la muchacha, sí tengo los pasajes para Barquisimeto, quedan normales y expresos, espere su turno y lo atiendo. Entonces el tipo, como si lo dominara una fuerza sobrehumana, como si se tratara de un alien superpoderoso y con capacidades destructivas, dijo: Ah bueno, yo no tengo tiempo de esperar mamita, así qué… Dame tres pasajes expresos, me quiero ir hoy mismo. Y el pandemonium estalló, los de la fila, incluyendo mi progenitora, comenzaron a mentarle la madre al tipo y este respondía, con una seguridad demasiado grande para ser actuada, el tipo nos miraba directo a los ojos y preguntaba, ¿Tú sabes quien soy yo güevón? ¿Tú tiene alguna idea de con quien te estás metiendo marico? ¿Ustedes, cuerda de pazguatos, no saben quien soy yo? La señorita de los tickets, llamó a uno de los vigilantes del Terminal y estos, tomaron al tipo por los antebrazos y lo jalaron de allí, mientras este seguía gritando, ¡Se van a arrepentir! ¡Vete buscando un trabajo estúpida, no tienes idea de con quien te has metido perra! Y así se fue, total que nunca supe quien era el tipo y el porqué de su seguridad, de esa soberbia que parecía tan fuera de lugar y tan absurda, siendo que el pana, parecía más un perrocalentero que el hijo de un ministro o del Presidente. Ahora sé que esa clase de individuos, abundan por todos lados y que la echonería de los venezolanos no tiene límites. Estamos jodidos, nos están llevando por los brazos y seguimos creyendo que tenemos el control y que los demás deben tenernos miedo.

Esto me resulta una metáfora tremenda de lo que ha sido la lucha opositora a lo largo de este periodo de gobierno. Una mezquindad absoluta es la que nos ha movido a pensar con soberbia y con aspiraciones fuera de nuestro alcance, siempre creyendo “Qué Chávez está técnicamente caído”, “Que lo que le falta es el empujoncito final”.

Hay un sobredimensionamiento de nuestra capacidad. Una suerte de orgullo pendejo que nos hace creer que ahora sí, esta es la lucha final. Cuando escribí sobre el movimiento estudiantil recibí innumerables críticas de gente que me decía, en resumen “Esos pendejos no van a tumbar a Chávez”. Y tenían razón, no lo tumbaron. A Chávez no hay que tumbarlo y ese pareciera ser el error básico de quienes adversamos este gobierno. Creer que Chávez cae, que cae mañana, que le quedan unos días, que ahora sí, ha sido la más estúpida muestra de soberbia, y es que la soberbia es más patética cuando la utiliza un tipo sin poder y perdido. Espero que esa lección la sepamos asumir nosotros para los meses por venir.

La reforma constitucional planteada por el Presidente es un exabrupto, un ejercicio increíble de autoritarismo del más puro y duro. Lo verdaderamente increíble es que esto esté pasando, en medio de una impávida reacción ciudadana. No hay nadie preocupado legítimamente por este asunto. ¿Razones? ¡Quien sabe! Quizás seguimos creyendo que tenemos el control.

Por una parte pareciera que los venezolanos nos encontramos en una etapa de negación, de abstracción de la realidad; estamos como niños malcriados, acurrucados en un rincón metiendo la cabeza entre nuestros brazos y diciendo que no puede ser, que esto no nos está pasando a nosotros, que tiene que ser una broma, que exageramos, que de verdad no tenemos frente a nuestras narices a un Presidente que desea permanecer eternamente en el poder. Es como si al negar los hechos, evadiéramos nuestras desgracias, como si el fingir que nada pasa es una fórmula mágica para desaparecer lo que ocurre.

Actualmente, me estoy leyendo la novela Miedo, Pudor y Deleite de Federico Vegas, el autor de la memorable Falke; la novela en cuestión narra la historia de un matrimonio compuesto por un idiota, un machito típicamente venezolano que es echador de vaina y mujeriego y una mujer igualmente autóctona de estos lares, que le soporta de todo el tipo. Un día, la pareja decide viajar a España, están envueltos en una enorme crisis matrimonial que parece ser definitiva, pero él piensa que con el viaje todo se arreglará, como si de esa forma pudieran evadir los problemas. El plan del tipo es estúpidamente infantil, abstenerse de intimar con la mujer, esperando que España y la lejanía de Venezuela le provoque la lívido a su esposa para entonces, con una buena dosis de placer sexual, salvar su matrimonio: “Esperaré a que pida, a que ruegue, y entonces la haré tan dichosa que olvidará todo lo que ha pasado, todo lo que pretende saber”. Así de simple, el tarado que protagoniza la novela cree que con una buena cogida se salva un matrimonio. A veces, cuando pienso en la resignación de los venezolanos pienso igual, creo que muchos tenemos la idea de que todo esto se solucionara rápida y mágicamente, que este proceso no es más que un bache en la historia, un tropezón del que nos levantaremos y recordaremos con una sonrisa, sabiendo que en un tiempo estuvimos jodidos, pero que seguimos siendo los mismos y podremos seguir fanfarroneando, a pesar de que nos estén echando por los brazos y humillando ante todos.

Bien, eso es, este artículo no tiene conclusión, ni tampoco respuesta, solo lo he escrito para expresarles mi incertidumbre ante este proyecto de reforma constitucional que marcha cómodamente hacia nosotros, mientras lo evadimos y lo convertimos en un vacilón como lo del gordo del maletín y el cierre de RCTV del que ya nos olvidamos.

Y ustedes, ¿Qué opinan de la reforma? ¿Y… qué piensan hacer?, ¿van a votar?, ¿Creen que vale la pena?

Dejo los puntos suspensivos porque así se encuentra mi pensamiento político en este momento.

John Manuel Silva.

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