panfletonegro

Entrevista a Gabriel Núñez, ganador del 5to concurso colectivo panfletonegro

Gabriel Núñez

¿Por qué te gusta escribir? ¿Qué significa para ti?

Intentaré explicarlo lo mejor posible. Escribir para mí es una suerte de escape donde logro sacar todas las ideas, nombres, personas, lugares, sentimientos y pensamientos que andan como en un remolino aglutinados en mi cabeza. Si no los saco, así sea en simples notas en una hoja, es algo que queda manifestándose en mi cabeza por días, semanas, meses.

El proceso comienza luego cuando reviso el morral y mis bolsillos y encuentro decenas de éstas y, dependiendo de la etapa que esté viviendo y mi estado de ánimo, suelo conectarme con alguna y sentir una motivación inagotable por desarrollarla. A veces me encapricho demasiado con una de esas ideas, así no le vea forma o sentido alguno al comenzarla. Por ejemplo, «Ella está divina» fue uno de esos casos. Venía en el avión de regreso a Londres (andaba de vacaciones visitando a mi familia en Venezuela), y no dejaba de pensar en los personajes y en todos los giros que requería para llegar al final que ya tenía en mente. A eso entonces le añades la etapa que atravesaba de mi separación, y pues el resultado es una obsesión por un argumento, y un duelo y una catarsis que duraron más de dos meses.

Y es por ello que siempre se lee ficción «entre comillas»; porque jamás la hay en su totalidad. Nada está en el papel por casualidad. En cada personaje y situación encontrarás rasgos y manchas del autor. Si lees minuciosamente podrás descubrir migajas de sus creencias, temores, pasiones, miserias, aversiones, valores, cualidades. Qué tiene en su vida, qué anhela; lo que quiere ser como persona y, por supuesto, en qué jamás quisiera convertirse. Y me encanta eso.

Así pues, para mí escribir es un escape, un desahogo y un gran registro encriptado de mi vida. Nadie puede leer y entender de la misma manera cada línea colocada ahí. Cada guiño, cada simbolismo soltado adrede para representar lo que pienso, lo que vivo y siento. Así que no siempre depende de cuán cercano al autor seas, sino cuán hábil eres leyendo y uniendo todas las piezas quebradas que ha dejado el autor.

¿Cuánto de ficción y cuánto de realidad autobiográfica hay en tu texto?

Me ha causado gracia que algunos seguidores, y hasta conocidos, me han escrito preguntando si lo narrado es realidad. Es decir, que decidí públicamente reconocer y compartir al detalle el cómo me convertí en tremendo malandro y levanté todo un imperio en Reino Unido. Decidí ahorcar a la gallina de los huevos de oro, pues.

Cosa diferente es lo que planteas, ya que das por sentado que sí existe ficción y realidad. Detectaste fácilmente que conviven ambos. Y si te pidiera que me dijeras un elemento claro de ficción del texto, estoy seguro de que me responderás: no estás robando ni jodiendo a nadie en Londres.

Un problema al que diariamente nos enfrentamos como humanidad es la incapacidad de su mayoría para detectar sarcasmo. Ahora bien, necesito compartir contigo el siguiente enlace, lee los comentarios y ahí comprenderás la magnitud de un nuevo problema más serio: personas que leen relatos de ficción y asumen que todo lo planteado es realidad.

Link donde me lanzan piedras por ser malandro en Londres.

No voy a hacer una lista diferenciando qué es ficción y qué es realidad, ya que se le quita diversión e imaginación al lector; solamente diré que jamás robaría o haría daño a una persona inocente, así eso significara quedar viviendo en la calle.

¿Qué responderías a las personas que consideran que tu texto está cargado de un contenido machista y reduccionista de la figura de la mujer?

Les aconsejaría masturbarse e inmediatamente tomar una manzanilla. Encuentro tonto y divertido que a estas alturas siga siendo tan sencillo herir sensibilidades y alborotar copetes. Allá afuera sigue una manada de policías de la moral, esperando para juzgar qué es correcto y qué no. Si en algún momento al escribir, o al crear cualquier forma de arte, te planteas autocensurarte por miedo a lo que dirán estos policías, definitivamente estarás cayendo en su juego.

En mi relato hay mujeres peluqueras que son convencidas para prostituirse. Pudiese haber usado hombres, y seguramente el juicio de estas personas sería que el texto está cargado de un contenido homofóbico y reduccionista de la figura de los gays. Siempre irás preso. Y por eso se debe dejar de crear pensando en complacer a esta policía. Con esto no secundo la idea tonta de «yo escribo para mí», ya que si fuese así todo lo que escribo estuviese engavetado para mi disfrute personal. Escribo siempre pensando en mí y en el posible lector; sin embargo, lo que tengo en mente al pensar en ese lector, es alguien con la suficiente madurez y amplitud mental para disfrutar de un texto sin salir corriendo escandalizado.

¿Qué opinión te merece el concurso? ¿Es una competencia donde se mide más la popularidad que la calidad? ¿Es al revés? ¿O es una mezcla de los dos factores?

El concurso está genial, y el tema de este año estuvo divertido y retador. Fue interesante el darle la vuelta a una idea que rondaba mi cabeza hace más de un año, para así ajustarla al concurso. Por otra parte, ustedes bromeaban diciendo que eran el concurso mejor pagado de Venezuela, y me parece que no es broma: once salarios mínimos.

Mira, tú puedes tener algo de popularidad, pero si creas algo que es basura, los que te siguen no irán a votar a ciegas por ti. Por el contrario, te soltarán mierda. De hecho, bastante mierda. Se trata de personas que leen y procesan, no de autómatas. De igual forma, si alguien desconocido crea algo de calidad, eso será compartido rápidamente. Puede que me equivoque, pero me atrevería a afirmar que las entradas más virales de panfletonegro fueron creadas por alguien que no era conocido. Y el fenómeno no pasó una sola vez.

Cuando uno tiene algo bueno entre las manos, lo rueda, lo comenta a sus conocidos; no importa quién haya sido el creador.

Más allá del relato, cómo te sientes actualmente con respecto a tu condición de inmigrante y frente a la situación de Venezuela en el 2015

Muchos de mis detractores comerán cotufas mientras leen esta respuesta.

Pienso que emigré con bastante odio y frustración. Odio hacia un país y contexto que me obligaron a abandonar a mi familia, amigos, lugares comunes. Perderme los primeros años de vida de mi sobrina no era algo que precisamente estaba en mis planes. Ni pasar a ser una extraña pausa repentina en la vida cotidiana de mis padres, hermanas y amigos.

Creo que la mayoría de los que abandonan Venezuela lo hacen bajo este mismo sentimiento de odio, ya que por años nadaron en arena y, por si fuera poco, con miedo a ser asesinados mientras nadaban. Y emigrar así no es lo más idóneo.

Yo mismo hice una lista de las «28 Razones por las que haber vivido en Venezuela marcará tu vida…», el cual respondía con sarcasmo a un post pavoso de Greta Álvarez en Buzzfeed. También elaboré, en conjunto con Luis Acuña, las 101 cosas que debes hacer en Venezuela antes de morir… , como respuesta a la famosa lista de YVKE Mundial. Hoy por hoy, esos dos posts me parecen totalmente prescindibles y tontos; sin embargo tengo como regla no borrar ninguna entrada vieja del blog, ya que todo eso forma parte de mi historia y pasado. El punto es que comencé a notar al poco tiempo que gran parte de mi timeline en Facebook era gente bromeando una y otra vez sobre Venezuela y las ronchas cotidianas que todos conocemos. Todo se convirtió en un chiste fácil y demasiado trillado.

Y por otro lado, no tiene sentido alguno hacerlo desde el exterior. No por la tontería y falacia de «no tienes derecho a opinar si no estás en Venezuela», sino por algo más complejo: en Venezuela siguen viviendo mis familiares y amigos. Y así no siguieran ellos, la realidad es que queda mucha gente valiosa allá, la cual tiene más que claro el contexto en el que viven y las dificultades que atraviesan; ellos no necesitan a un pendejo que venga a mofarse y recordarles los puntos negativos. El que lo haga, viviendo allá, pues no es más que un masoquista e infeliz, porque la única forma de vivir en Venezuela sin tener un ataque cardíaco o quitarte la vida, es refugiándote en las cosas positivas que puedes y sabes encontrar en tu vida.

Pero ojo, que quede claro, jamás estaré en contra de denunciar, de criticar, de hacer humor, sin importar la ubicación geográfica de ese venezolano que lo hace. Lo hice con mis videos; lo hice y continúo haciendo con mis relatos, incluso con este último que escribí para el concurso. Soy amante del sarcasmo y del humor negro; pero es eso, en lo personal ya dejaron de interesarme esos chistes trillados del país, y creo que hay formas más serias e inteligentes de criticar e invitar al lector al cuestionamiento. ¿Será que estoy envejeciendo?

Cuando vivía allá debía tomar una camioneta por puesto para moverme al trabajo todas las mañanas. Tenía al menos una hora de viaje, si es que el tráfico estaba suave; y ahí, hediondo a gasolina y smog, lo que hacía de forma automática era sacar un bloc y comenzar a escribir mientras escuchaba música (nada de cambiar las canciones, el iPod no podía ser sacado una vez salieras del edificio). Lo mismo se repetía en las tardes, con la diferencia de que, a medio escribrir, casi siempre terminaba pegado a la ventana dormido. El punto al que quiero llegar es que la gente, por instinto y como mecanismo de defensa, intentará buscar belleza y alguna forma de escape ante la adversidad, ante el miedo, la impotencia. Pues la gente buena que sigue allá hace lo mismo, y eso es admirable, es honorable. A diario veo amigos en las redes encontrando esa belleza, haciendo lo que les gusta, compartiendo con sus seres queridos y encontrando los espacios en donde, por segundos, todo se detiene y no existe caos alguno ni inseguridad.

Entonces, ¿mi situación como inmigrante? Pues casi me tomó dos años darme cuenta de todo lo que dije anteriormente. Se me acabó el odio por ese contexto. Lo superé. Muchos por orgullo nunca compartirán sus ronchas y se quedarán clavados tomándose las tontas fotos que comparan la abundancia de otros países, sencillamente porque existe esta nueva tonta rivalidad de la gente que se queda y la que se va. Una ridiculez donde, de lado a lado, se intenta convencer al otro de posturas y esquemas mentales que son totalmente personales y subjetivos. Es como tú intentar convencerme de que el sexo anal es mejor, y yo convencerte de que no, argumentando que siempre el pene me sale lleno de excremento y con un olor que no se va en semanas. Tú tienes tus motivos para decidir algo; yo tengo los míos. A superarlo y dejar de perder el tiempo.

Actualmente vivo una buena época. No por holgura económica ni lujos, ya que no tengo ninguna de esas dos; sino porque tengo paz. Soy sólo yo, dos maletas y un morral con mi Kindle y laptop. Y creo que, sin importar en dónde termine mi viaje por la vida o el contexto al que me enfrente, ya puedo llevarme esa paz y visión de vida que descubrí estando aquí.

Háblame de tus proyectos, ¿tienes algo nuevo en mente? ¿Le darás continuidad a tus proyectos anteriores?

No descarto que en algún momento vuelva a hacer videos; sin embargo no lo tengo en mente a corto plazo, por ahora no me provoca. ¡Ni siquiera cámara tengo! Planeo seguir escribiendo relatos y compartiéndolos en mi página www.conidayvuelta.com, al ritmo que mi tiempo lo permita, como siempre ha sido el caso.

¿Qué opinas del humor, la sátira, y su relación con la corrección política, es posible la coexistencia de estos elementos?

Interesante pregunta. Mira, sería falaz declarar atropelladamente que no puede haber humor o sátira con la presencia de la corrección política. Pudiesen coexistir, pero resulta en un soft porn. Un ejemplo criollo pudiese ser Laureano Márquez. Es un humor que gusta a muchos, pero que no es suficiente para otros. Yo estoy en el segundo grupo.

Entonces, eso por un lado sí puede ocurrir. Pero si imponemos que la corrección política debe estar presente en todo humor y sátira, ya la coexistencia no es posible. Coartas la libertad de expresión y las sociedades se cierran e idiotizan. Así pues, un humorista políticamente correcto puede convivir armoniosamente con esa terrible corrección política de la sociedad; pero si colocas a alguien que no lo es, ahí comienzan los problemas.

Imaginemos a un Seinfeld que haya intentado convivir con la corrección política. Un Curb your enthusiasm. Un South Park. Lo mismo con Louis C.K., con George Carlin, tan sólo por poner cinco ejemplos. ¿Qué obtenemos? Nada. Asesinas el espíritu de ese humor. Complacer a la sociedad, y ajustarte así a sus pretensiones de corrección política, es como que te estén dando sexo oral y te exijan acabar afuera. «Tienes libertad de expresión, campeón, pero por favor, no vayas a meterte con nada de esta lista que encontrarás en esta resma de 500 hojas».

Recuerdo que la primera vez que brincaron mis haters fue con el video de Realidad Profesional, en el que sugería que todos debíamos olvidarnos de los títulos de licenciado, para así comenzar a hacer dinero serio, metiéndonos los hombres a mesoneros, y las mujeres a putas independientes. En el plano de las letras, por nombrar un caso diferente al relato del concurso, tienes a Desaparecido, en donde me condenaban por haber escrito sobre alguien con problemas mentales.

Y todo este fallido y triste intento de coexistencia de esos elementos, no se limita únicamente en la expresión de cualquier forma artística. Ocurre en tu vida cotidiana, encontrándote y buscando hacerte sentir miserable bajo la mirada inquisidora de todos. Me atrevería a decir que, al menos aquí en Reino Unido, es incluso peor el tema de corrección política en tu vida cotidiana, si lo comparamos con Venezuela. Hay demasiada preocupación por mantener un moralismo acartonado y así evitar ser víctima del resto. Lo gracioso es que ese resto que condena sufre de esa misma censura autoimpuesta. Todos se pagan y dan el vuelto, pues. Te pondré un ejemplo:

En una ocasión se hospedó en el hostal una familia africana como de doce personas. La estadía fue desastrosa: rompieron una pared, los niños rayaron los muebles de la habitación, y cuando comían en el lobby dejaban pegostes y salsa de tomate regada por todos lados. El día que les tocaba irse, no salieron a la hora que correspondía, retrasando así el trabajo del equipo que limpia y hace las camas. Estábamos en recepción y todos discutían cómo persuadirlos para que terminaran de irse del hostal. Yo, con mirada seria y viendo hacia la puerta principal del hostal, dije que tenía una idea infalible para lograr salir de ellos, y acto seguido dije: «debemos comprar un Bargain Bucket en KFC, ponerlo en la acera, en todo el frente de la puerta principal; en menos de diez minutos el aroma los sacará del cuarto. En cuanto salgan a pelearse por el cuadril de pollo frito más grande, uno de nosotros debe estar prevenido para bloquear la puerta y dejarlos afuera».

Quité la vista de la puerta y la paseé por todos mis compañeros. Veía como había sonrisas que se formaban y preparaban para reír, pero luego entre ellos se veían y no sabían si debían o no. Entonces se ponían serios. Pero luego uno se rió, otro quiso seguirlo y lo hizo; y luego otro dijo: «Mierda, eso fue fuerte». Y esos dos que reían, callaron automáticamente y me juzgaron también. No sirve de mucho que aclares que es tan sólo una broma, como debes ya suponer.

Así pues, bajo esta hipersensiblidad social, donde lo esencial es procurar que absolutamente nadie se sienta ofendido, lo que se plantea para el humorista es que el proceso de creación debe pasar por un filtro asfixiante que dictará si son aceptables o no las ideas que se transmiten. Debe entonces preocuparse más por no ofender a ninguna minoría, que por la calidad de su material. ¿Qué queda para el ciudadano común y corriente? Algo similar, ya que deberá añadir a su vocabulario todos estos nuevos eufemismos socialmente aceptados para no quedar como un ser sin alma que anda cazando de noche «afrodescendientes»; que le niega limosna a «personas en situación de calle con posibles problemas de adicción»; que le dan asco las «rellenitas» o «personas con sobrepeso» de 120 kilos que van con los talones morados y abiertos, engangrenados por la obesidad mórbida.

O pasa algo que he notado en algunas personas: preparan el terreno para que lo que viene, que es políticamente incorrecto, esté medio blindado y no choque tanto a la audiencia. Es algo tipo: «yo tengo un par de panas con discapacidad física que quiero mucho…» y luego lanzan el comentario que pudiese herir sensibilidades. Que por cierto, ya en estos tiempos de Maickel Melamed, este tema está más que vetado. Atrévete y serás apedreado en el medio de una plaza; posteriormente te serán cortados tus genitales. Luego escucharás Guaco hasta que mueras desangrado.

Entonces, respondamos tu pregunta nuevamente: ¿Es posible la coexistencia de estos elementos? Si se debe dar una respuesta no salomónica, pues digo un rotundo no. No es posible, porque la corrección política coarta, filtra, censura, acobarda e idiotiza. Una sociedad pacata y aburrida es nuestro futuro.

¿Es posible la coexistencia de una mamada, un hombre y una mujer que te exige acabar afuera? Tampoco lo es.

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