Poemas con voces que trascienden en la noche (del libro Flores para un ocaso)

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Flores para un cosa - Omar Garzón Pinto - Liga Latinoamericana de Artistas - poesía - Colombia

Poemas con voces que trascienden en la noche

 

 

 

“Voy hacia la luz que me trasciende,

hacia la palabra trascendida sin buscarte

y allí estas oculto en tu agua”

 

Juan Pablo Roa

 

 

 

ES EXTRAÑO VER tanta sonrisa, tanta mano atada, tanta sombra junta, tanta flor comprometida en las manos de aquellos que caminan por la calle y tú, sin más, sentirte libre. Pero es más extraño llegar a casa, echarte agua en la cara, levantar el rostro y darte cuenta de la aridez que te rodea y que ni siquiera tu sombra te acompaña porque la dejaste atada a otra sombra que pasó desprevenida por el parque.

 

 

 

 

CAMINA, escribe, pregunta, no calles.

Sé río, sé árbol, sé lluvia, sé canto…

Encuentra una salida.

Mira hacia otro lado, corre en otra dirección y no cierres las ventanas.

Deja de pensar que volar por un segundo o colgarte de las nubes por un instante

son las únicas formas de abrirte paso entre la niebla.

 

 

 

 

SOLO PIDO UNA COSA antes de desafiar al viento, antes de dejar mi postura de tierra húmeda forjada, antes de hallarle la razón al padre que decía que el buen hijo vuelve casa y antes de constatar que al final todos somos buenos, sólo una cosa pido: Que se quemen mis fotos y mi pelo sin clemencia; que se borre la figura dejada por mis pasos en la gruta y en la niebla; que se rompan y se filtren en agua las líneas ajadas de mis manos; que se hagan barquitos de papel con las hojas que un día recogieron mi lamento; que se arrojen a un río turbulento mis versos hasta que se deshagan con las rocas y nadie los recuerde. Que no se repita mi nombre hasta que se vuelva rumor, susurro, obsidiana, alquimia, ola, nada.

Hasta que mi voz no sea el canto de un gorrión moribundo y mi sombra no nazca en un árbol en invierno: nadie repita mi nombre.

Sólo pido una cosa antes de sembrar mi pecho, mi humanidad toda en un puerto calcinado: Que se borre el vestigio de mis horas y nadie me mencione a mí, el traicionero de mi madre, que me arrojó a este mundo contra todas las voluntades.

Así, sólo así, despojándome en el camino donde se sientan las hojas secas, habré vencido a la parca.

 

 

 

 

LO QUE ME SALVA ES LA NOCHE LENTA DONDE NACE EL VERSO

 

Aquí estoy de nuevo, aferrado a este árbol que nace entre raíces de cal; a este que detenta en cada hoja la pupila de mis ojos; a este que da nacimiento a mi canto entre vientos de la noche. Aquí estoy, con el rostro en las rodillas, pensando en otra ruta, buscando otra salida.

Aun deseo escribir: Observo la figura de los astros con un hilo de preguntas en cada pestaña; trato de esculpir la inmensidad del universo con algunas líneas; dibujo el mensaje de las nubes con unos pocos versos. A penas, si puedo, me pongo de pie y saludo desde este tronco a una migración de aves, pero no puedo mentirme, no puedo engañarme –me digo ahora que amanece–:

Alguien que da vida a un árbol, que acaricia cada uno de sus frutos y encuentra refugio al abrigo de su sombra, no puede colgarse de sus ramas.

 

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