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El Color Rojo y la Estética del Odio.

VEN

Nunca, desde que tengo uso de razón acerca del acontecer político Nacional, vi tanta división entre los habitantes de nuestro país. Si bien es cierto que he adversado este proyecto político desde el principio, es innegable reconocer la astucia política y el liderazgo del desaparecido personaje. Las razones por las que llega al poder, a mi parecer, son muchas y muy variadas, como por ejemplo el momento coyuntural en el que aparece, el discurso inclusivo a la clases Socialmente más desfavorecidas e indudablemente el musculo financiero de algún sector privado; entre otras. Lo mas irónico del caso es que no solo cambio la manera de pensar de muchas personas sino que también cambio el color del pensamiento.
Suena un poco ilógico, pero moldear la estética del pensamiento de la Masa, en función de un modelo rojo (comunista, socialista, etc.) por demás históricamente fracasado en otros intentos, países y culturas, fue la piedra angular de su proyecto y por consiguiente, de la división que sufrimos hoy en día. Hablar de logros, intenciones o proyecciones favorables de dicho sistema, o de lo que fue y no ha podido, o es y será, es digno de otro análisis. Aunque no menos importante.

Hemos llegado al punto donde pensamos en colores y no precisamente de una manera poética, sino más bien una manera política y lo peor; divisoria. Donde el que piensa diferente al color rojo, es catalogado con cualquier tipo de descalificativos; desde “apátrida” o “fascista” (termino muy mal utilizado por cierto…) hasta casi que ser indigno a pertenecer a la escala de colores. Y es allí donde la batalla de
descalificativos, de parte y parte, por defender ideales y maneras de pensar subyace. Esto aparte de la capacidad y necesidad de quienes ostentan el poder de eternizarse en el mismo, nos lleva por la senda de la destrucción socio-económica del país, en el mejor estilo del tristemente célebre “Divide et vinces” (Divide y vencerás), frase de dudoso origen atribuida al dictador y emperador romano Julio César. El problema consiste en el enfoque que se le ha dado a esta teoría, porque en lugar de dividir al pueblo, deberían enfocarse en dividir los problemas del país (que la lista es larga) y vencerlos. O al menos intentarlo.

Siembra odio y cosecha enemigos. Suena triste, pero así lo veo. Mientras insistan en desestimar a quienes adversamos al proyecto, a tratarnos como minoría invisible, nada podrá mejorar. Porque aquella desgastada retorica de la “inclusión social” se cae por su propio peso. Y es que todos (verdes, azules, amarillos, blancos, etc.) al igual que ellos queremos un mejor país. Somos una fuerza y deben aceptarlo, acusar y satanizar a los lideres, será un intento vano, siempre que las múltiples manifestaciones y protestas a lo largo de nuestra geografía, sigan demostrando el malestar existente. Hay descontento y lo saben, pero ¿cuál será el costo a pagar para que se dignen a reconocerlo?

Por último, no tengo certeza de lo que pueda pasar en el futuro cercano, pero creo que es importante aprender las lecciones y tristemente de las lesiones. Como bien señalan los historiadores, un hombre que olvida su historia está condenado a repetirla.

Si logramos superar nuestros problemas, podremos dedicar un tiempo a reflexionar sobre lo aprendido; a tomar conciencia de que si nos lo proponemos somos capaces de superar obstáculos; a extraer una enseñanza, una moraleja, que nos sirva para crecer como seres humanos y para crecer como país. Porque al final es lo que todos queremos: una mejor VENEZUELA.

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