UN PASTICHO VENEZOLANO

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A principios del presente año surgieron diferencias entre dirigentes de la MUD, al encontrarse sumergidos en una realidad que comprendía sus limites de dirigencia, contando solo con algunas gobernaciones y alcaldías; muy lejos de circunstancias electorales. Esto, sumado a la situación extrema por la que atraviesa el país en materia de inseguridad, escasez y corrupción,  entre otras, impulso a Maria C. Machado y Leopoldo López  junto VP a cocinar una pasta que mas adelante llamarían La Salida. Se hicieron reuniones vecinales donde se compartían ideas sin mucho programa pero con un fin claro, aseguraban que «la salida era en la calle». Aunado a este grito que fue tomando fuerza entre los más radicales de la oposición,  surgen a su vez protestas estudiantiles por todo el país en donde el condimento es la inseguridad. Los estudiantes salen pacíficamente a alzar su voz para manifestar su descontento con el gobierno ante las matanzas que los embargan día tras día,  en donde muere un Venezolano cada 20 minutos.

   La pasta estaba al denté y el condimento se agudizaba con la represión de las autoridades en las protestas que dejarían como consecuencia herdios y detenidos en el Oeste del país. La protesta toma fuerza a nivel nacional y los estudiantes convocan una gran marcha desde Plaza. Venezuela a la fiscalía  para exigir la liberación de sus compañeros detenidos. A este llamado se le suman los líderes de la oposición que venían cocinando «La Salida» quienes oportunamente añaden nuevas especias a la protesta padecidas por todos los venezolanos. El resultado, una concentración de más de 40 mil personas con diferentes opiniones y criterios, pero con un mismo ingrediente, el descontento.

   Ante la gran manifestación, Ledezma, Machado y López dan un discurso en donde reiteran que «la salida es en la calle», pero sin explicar el como. No podía faltar el salero político, varios partidos desplegaron sus banderas y consignas. El ultimo en llegar fue Capriles, quien como en una obra teatral callejera entro corriendo entre la multitud eufórica que le habría paso, dejando a un lado la tarima y el micrófono.

   El orden de la convocatoria era claro, una vez se entregara la carta la manifestación concluiría; sin embargo no hubo la receptividad pertinente en la fiscalía  y el punto final se alargo. Algunos grupos por decisión propia y emocional decidieron permanecer frente a la institución. La protesta es un derecho constitucional por lo que estaban en su derecho y nadie podía obligarlos a retirarse; el resultado de ese derecho fue lamentable. Entre los estudiantes que corrían por la represión, los aislados que tiraban piedras, los colectivos armados y la policía; reino el caos en un espacio donde no se garantizo la seguridad ciudadana, dejando 2 muertos y varios heridos. Un estudiante y un militante de los tupamaros, colectivo oficialista a los que el gobierno se ha referido innumerables veces como los pilares de la revolución.

   Se acelera la cocción y algunos estudiantes se trasladan a Chacao cargados de impotencia y con ánimos de seguir en la calle; lo mismo pasaba en el interior del país. Al final de la noche las noticias empezaban a circular; otro universitario muerto en Caracas, detenidos y desaparecidos a nivel nacional.  Los estudiantes continuaron en rebelión ante la opresión sin olvidar el condimento principal que añadían en principio a sus manifestaciones, la inseguridad. Junto con ellos, seguiríamos los que creemos en la protesta pacifica como derecho constitucional, como sensibilizador social, y a su vez quienes querían condimentar la mezcolanza con  “La salida es en la calle, cueste lo que cueste”

   Como si fuese poco el aderezo, Leopoldo López, es solicitado por las autoridades; por lo que decide entregarse acompañado por militantes de su partido que ondeaban la bandera naranja, estudiantes que mantienen su clamor en la calle y Venezolanos que sostienen su protesta; añadiendo un sentido agridulce a la coyuntura. 

   Son muchos los ingredientes que hoy forman parte de este pesado plato; un pasticho que tanto dirigentes como pueblo debemos digerir despacio y con prudencia si no queremos que el futuro no pase más allá de una peligrosa indigestión.

 

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