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No hay futuro para el Chavismo o cómo la Izquierda Caviar mató a la revolución de Hugo

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El chavismo acaba de ser enterrado como movimiento político, social, cultural y económico, bajo la sombra de los chacales de la trompeta internacional, quienes despiden con nostalgia y tristeza al proveedor de su red global de tráfico de influencias, de conflictos de interés, de dinero lavado con petróleo.
Al chavismo no lo mata una conspiración extranjera, una enfermedad misteriosa inoculada por el imperio o la supuesta vocación de servicio del presidente, al abocarse a las necesidades del pueblo pero al costo de descuidar su condición física. No señor.
Al chavismo lo mata su perversa ambición de poder, su hambre de omnipotencia, su sed de venganza, su obcecamiento, su testarudez, su necedad izquierdista y progresista.
De haber sido humilde y abierto, el chavismo estaría pensando hoy en las elecciones del 2021.
Por culpa de su cerrazón y mentalidad paranoica de comunista enfermo de importancia, el chavismo paga con la vida el alto costo político de su cadena de desatinos. Hablemos de la enfermedad, para empezar.
A partir de allí, el chavismo teje una soga para su propio cuello.
El chavismo compra la tesis de Fidel y parte para la isla de la fantasía, a objeto de curar a su amado líder. Resultado: la medicina cubana mata a Chávez en menos de dos años, producto de su mala praxis.
Pero también es una consecuencia de la ingenuidad de Hugo y de su compromiso bilateral con los barbudos.
Nosotros poníamos la plata y ellos ofrecían la solución salomónica para los padecimientos del comandante, a cambio de nada. La garantía era un mito. El mito de la mentada eficacia de la infalible ciencia de la Habana.
Al final, todo cayó por su propio peso, como una lección irónica de la historia. Tranquilamente, le pueden echar la culpa a los hermanos Castro y a la familia Chávez por el fracaso.
También es responsabilidad del pensamiento famélico del idiota latinoméricano, cuya fe ciega en la revolución lo lleva a cometer errores garrafales.
Si Hugo cobra conciencia a tiempo y se trata en Venezuela, pues sobrevive, sin necesidad tampoco de internarlo en Houston o en una clínica de Brasil, regentada por los panas corruptos de Lula.
Caracas es una capital mundial y un hervidero de exitosos experimentos para acabar con el flagelo del cáncer. Conozco de casos terminales revertidos en cuestión de meses. Un caballero desahuciado logró resucitar gracias a las técnicas de la vanguardia criolla en el género.
El odio por la medicina de su país, convirtió a Chávez en un ignorante en la materia. Hugo sacó mal la cuenta y el cuerpo le pasó factura.
Subestimaba a los galenos de su nación y los consideraba unos verdugos capaces de asesinarlo por la espalda.
Paradójicamente, sus Doctores Mengeles hablaban con el acento de Silvio Rodríguez y lo usaron como conejillo de Indias en el mar de la felicidad.
Mientras tanto, el Teniente iba organizando su sepelio involuntario, saboteándose así mismo de una manera abismal, influido por su doctrina y los consejos de su parque jurásico.
Verbigracia, Chávez deja un economía en la ruina, consecuencia de aplicar al pie de la letra las recetas absurdas de dinosaurios como Giordani.
Ahora nuestra inflación es el hazmerreir del continente, la escasez se adueñó de los automercados y la deuda luce números en rojo.
El sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, recibe como Lusinchi el fiasco de una república bananera hipotecada a extremos africanos.
Otro logro de los gorilas del socialismo real.
Para rematar y resumir, el chavismo igual se hunde por sus contradicciones, por sus sectarismos, por sus intrigas, por sus pedanterías, por sus limitaciones intelectuales, por su mediocridad.
Por ende, la inseguridad, el desempleo, la cacería de brujas, la violencia, la propaganda de estado, el centralismo y la burocracia exacerbada, cavan la tumba del chavismo, devolviéndoseles como un boomerang.
Antes y después, solo hubo un éxito en la gestión de Chávez: la posibilidad de disponer de fondos públicos para repartir bolsas de dinero en forma de misiones y propaganda directa e indirecta, como la publicidad de la Villa del Cine y asociados.
Así pudo sostenerse la falacia del chavismo, a punta de fotos montadas, como la del Presidente sonreído junto con sus hijas.
Por fortuna para nosotros, la mentira tiene patas cortas.
Al chavismo se le acabó la plata, y para rematar, se les fue el animador de su circo de los Valentinos.
Maduro solo podría triunfar en las próximas elecciones, por un efecto de rebote. Sin embargo, es un pésimo candidato, despreciado por el chavismo de base. Los chavistas de base votarán por él, apenas por desesperación, por conservar sus privilegios.
A él le tocará cargar a cuestas con la cruz del último capítulo del chavismo, autodestruido por sus montones de chapuzas y errores.
Luego Capriles lo relevará, más temprano que tarde. No les quepa la menor duda.
El chavismo tuvo un final de tragedia griega, de drama de Shakespeare. El rey se negó a torcer su brazo y se lo comió el cáncer, como en una película gore de contagio viral.
Se creía inmortal, como Godzilla, como Munra, como el monarca de su división.
Pero no resucitó a los tres días.
En adelante, todo venezolano responsable y pensante, debe trabajar en pos de la inmediata cura de la enfermedad mental del país.
Nos toca deschavetizar al colectivo.
Demostrar la absoluta esterilidad de su semilla.
Es importante deconstruirla y superarla.
Por último, la campaña del 2012 demolió al timonel. Le convenía el retiro para mejorar su condición de salud.
Eligió el camino equivocado.
Un suicidio electoral.
La misión es derrotar al fantasma del populismo.

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