panfletonegro

Poetastro rico

 

El desprecio que siento por ti, Leonardo Padrón, es inconmensurable. Reúnes todos los defectos físicos: eres gordo; eres enano; eres feo. Reúnes todos los defectos poéticos: eres cursi; eres llorón; eres artificioso. Yo me pregunto, ¿quién te animó a escribir poesía? Peor aún, ¿quién te hizo creer que escribes poesía? ¿Los abyectos gerentes de Venevisión? ¿Tus amantes tóxicas? ¿Las aduladoras de la alta sociedad caraqueña?

 

Bid & Co vuelve a publicar un librito tuyo. El título, Métodos de la lluvia, me recuerda a aquellos indios que bailaban para que cayera agua del cielo, pero sólo conseguían levantar polvo. Porque tú, Leonardo Padrón, el único método que conoces es garabatear culebrones de pacotilla. Sí, naciste para distraer a la chusma que impera en esta República. Naciste para ser un poetastro rico.

 

Poetastro rico de tasca. Poetastro rico de televisión. Poetastro rico de Chacao. Leonardo Padrón, espero que se te grabe en el córtex esta sentencia: la poesía es el culmen del lenguaje. La poesía sólo pueden escribirla los hombres tocados por la gracia. Y tú, obviamente, fuiste tocado por la desgracia del rating. Escribes para fornicar con la protagonista de turno. Escribes para ventilar tus despechos de camerino.

 

¿Un ejemplo que ilustre el tipo de bodrios que lees orgullosamente en los muladares perfumados con vino devaluado?

¿Un ejemplo que ilustre el tipo de bodrios que aparecen en Métodos de la lluvia?

¿Otro ejemplo?

Según los informes,/Hay nubosidad variable en tu mirada,/Con probabilidad de lluvia y chaparrones esporádicos,/A la hora del sexo y las metáforas./Vientos fríos del sureste se aproximan a tus palabras,/Se esperan ciertas lloviznas,/Especialmente en las zonas suburbanas,/De la dicha,/Debido al calentamiento diurno,/Hay indicios de dolor en la región central,/Con ráfagas parecidas a dios,/Y turbulencia en la melancolía,/No se descartan tormentas eléctricas,/En el sitio exacto de las dudas,/Quizás sean nubes o simplemente,/La multitud de tu adiós,/Ese huracán que me persigue sin descanso.

A ti, Leonardo Padrón, no te persigue un huracán. A ti te persiguen las flatulencias del escritor digerido por el sistema y por los medios de comunicación. Tuve la desgracia de verte, y huelga decir, a otros oportunistas, en el circo bautizado La fuerza de la cultura. Estoy seguro de que anhelas convertirte en el ministro de las letras del converso Henrique Capriles Radonski. Luego del discurso rastrero que vomitaste, sería lo mínimo que podrías aspirar.

Los nazis fueron criticados por quemar libros. Quizá soy un nazi. Anoche quemé Métodos de la lluvia. Leonardo Padrón, no puedo describir el placer que sintió mi alma. Juro que compraré el resto de tus libritos y haré lo mismo con ellos.

Salir de la versión móvil