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Venezuela es como La Planta


Cuando llegamos a Cuba en diciembre de 1998, nadie sabía del paradero de Fidel. Cada quien se inventaba una historia diferente para explicar la ausencia del gran timonel. Durante diez días de estadía en la isla, el panorama no cambió. Era el Festival de Cine de La Habana y Castro no portaba por allí.
Según los panas del malecón, andaba de viaje de negocios. Al parecer de los mozos del hotel, guardaba reposo en una de sus múltiples propiedades. ¿Dónde vive en la actualidad?, preguntamos. Siempre nos respondían por inercia: “es un misterio, ni si quiera nosotros lo sabemos”.
Catorce años después, siento lo mismo en Venezuela. Por primera vez, desconozco del paradero real del Jefe del Estado. El hermetismo alrededor de su figura, alcanzó los límites de la falta de transparencia de las dictaduras de China, la Unión Soviética, Rumania, Cuba, Corea del Norte, Chile y Uganda.
Mientras tanto, se van cerrando los canales naturales de información, por medio de la operación tenaza aplicada por el gobierno. Así, el caso de “La Planta” sirve como globo de ensayo para poner en práctica dos estrategias de censura, heredadas y copiadas de los hermanos de la internacional comunista: el apagón mediático de las televisoras privadas y el bloqueo directo, unidireccional de páginas de internet, bajo la coartada de la defensa de la ley.
En consecuencia, mostrar imágenes del suceso, deviene en un acto de terrorismo y de incitación a la guerra por parte de los periodistas. De igual modo, denunciarlo constituye un grito desesperado de la oposición apátrida, imperialista, pitiyanqui, majunche y oligarca. Es un deber moral alimentar la satanización de la disidencia.
En dicho contexto, la desaparición del “Rey Desnudo” funge de jugada maestra, de jaque mate en el tablero de ajedrez de la opinión pública. El fuego de la prisión aviva la llama del pote de humo, permitiéndole al fantasma descansar en paz, delegar responsabilidades, darse tiempo y buscarse un chivo expiatorio en la humanidad maltrecha de Iris Valera, abandonada como la niña fea, apestada y pobre de la familia roja rojita, del PSUV. Es decir, le toca llenar el vacío de Lina Ron, pegando gritos y amenazando a la resistencia por Twitter.
Para apoyarla en el trabajo sucio, Pérez Pirela descifra los crucigramas de la contrarrevolución y hace un llamado a las autoridades competentes, para obviar el expediente de los narco militares y dedicarse a perseguir a los artífices de la conspiración de las franjas verticales y horizontales.
En paralelo, Mario Silva también viaja de incógnito para entrevistar, en plan de Walter Martínez, a los Presidentes amigos del Alba y el Mercosur. Formula interrogantes sentidas, enarbola banderas solemnes, alardea de una intelectualidad cursi y ridícula, ajena a su esquema habitual de gritar “hijo de puta” al aire, en horario supervisado. La doble identidad y la hipocresía marcan la agenda de etiqueta de la feria de carnaval, del show de las máscaras intercambiables.
Afuera son mansas palomas, hermanitos de la caridad, soldados de la paz mundial. Adentro, sacan los colmillos y ofrecen plomo limpio a los “reclusos alborotados”, presos del lenguaje del odio y de la impunidad imperante.
Los «internos» aprendieron rápido el discurso paternalista y demagógico, institucionalizado en el país. Fundaron su castillo eterno y medieval, su círculo bolivariano, su fortaleza endógena, blindada con armamento pesado de cuarta generación. Síntesis grotesca y perfecta del paradigma de organización social de la nación.
Guste o no, Venezuela no es un república, sino una cárcel dominada por los peores, por los azotes, por los malos, por los Pranes, quienes dictan las pautas del comportamiento general.
Es el territorio comanche de los toques de queda, los tiroteos trancados, los coliseos a cielo abierto, las rumbas con Whisky, la trata de blancas, la corrupción de los cuerpos, la reducción de los alternativos, de los sanos, de los buenos, declarados enemigos por el dueño, amo y señor del templo del infierno.
No te quejes, porque te quiebro.
De ahí el desenlace de la historia del mes. Unos matones uniformados sacaron a otros matones sin uniforme de su guarida, de su retén, no para redimirlos sino para hundirlos hasta el foso. Condenarlos a una suerte más terrible, a un ostracismo más infame. Forma clara y diseñada en laboratorio para evitar la primavera árabe, para desalentar a la resistencia.
Anticipo y trailer del cierre de la película de la Quinta República.
No se meten con nosotros porque le vamos a echar a la Guardia, a la Piedrita. Luego los trasladaremos al recinto de máxima seguridad, al campo de concentración, al próximo “Carandirú”.
¿Se entiende, mi pana?
En nuestras narices, se desarrolla lentamente un golpe de facto, caracterizado por no dejar huellas y rastros, por exhibir un rostro de situación normal.
En realidad, somos controlados por fuerzas invisibles, por juntas de gobierno, por comandos de campaña, por simulacros de televisión.
El Gran Hermano es un solo una fachada, un holograma. No existe.
Venezuela es un país de ciencia ficción, una distopía de Orwell, como para salir corriendo.
Justificado, por demás, quien quiera irse y despedirse.
Yo muero aquí con las botas puestas.
Soy un blanco móvil del polígono de tiro de la capital.
Bienvenidos a la batalla virtual, a la versión criolla de “Call of Duty” en el año 2012.
Dios nos agarre confesados.

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