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HIPNOSIS E HISTERIA POPULAR: ENTRE PROVINCIANOS TE VEAS

Miller Zambrano Posada, el hipnotista de 31 años que tuvo la desgracia de facilitar un show en una escuela colombiana, está ahora en la misma posición que las mujeres que fueron enjuiciadas en Salem por brujería. Y es que a decir de las reacciones de los niños que participaron o asistieron al acto y, peor aún, de todos los adultos que ahora se «hacen cargo» de la situación, la mentalidad en Mocoa, la capital de la Provincia de Putumayo, está más cerca de aquella aldea puritana en 1692 que de la Bogotá de 2011.

La cosa es como sigue:

1. El joven hipnotista hace su rutina.

2. Al final del show algunos estudiantes no salen del trance.

3. Comienza el fenómeno de hipnosis colectiva y el resto de los asistentes comienzan a caer como moscas, «contagiados de trance».

4. La policía interviene, llevando a los afectados al hospital y deteniendo al ahora demoníaco mago.

Esta es la estructura que se repite en todas las noticias tanto en inglés como en español la cual, tristemente, no hace sino reforzar todos los mitos que afectan a la población de Mocoa. Porque vamos a estar claros, vivida desde dentro la situación es escalofriante: chiquillos con espasmos, retorciéndose tirados en el piso y diciendo que  han visto al diablo. Es comprensible la angustia de profesores, padres e incluso la intervención de la policía. Sin embargo, vista desde fuera y con el conocimiento de lo que es la hipnosis y cómo funciona, el evento resulta no solo tragicómico sino, incluso, ridículo.

Primer mito: que la hipnosis es un estado particular de vulnerabilidad mental. En un show de hipnosis no pasa nada que las personas no quieran que pase, al menos en el caso de los adultos. En el caso de los niños, bueno, ya lo vemos en Mocoa, ellos actuan lo que sea que les hayan metido en la cabeza, no durante la sesión, sino durante su infancia, mediante creencias y atribuciones transmitidas por padres, cuidadores y la cultura en general.

Mocoa es un pueblo religioso, eso es lo que nos dicen los niños con sus actos en respuesta a la hipnosis. Vieron un show donde se hicieron algunos trucos – que generalmente son inocuos si estamos hablando de un hipnotista de salón entrenado – y no pudieron creer lo que veían. Es muy probable que el proceso mental de estos niños fuese algo como «bueno pero si mueve las manos y mi compañero se duerme… entonces tiene poderes… entonces es el diablo … entonces yo, almita buena y piadosa estoy en peligro… entonces».. entonces nada, me tiro al piso y confirmo lo que creo que está pasando. Los psicólogos sociales han estudiado bastante este fenómeno, así que convendría que el colega Zambrano use esa información para hacer la labor educativa que Mocoa tiene pendiente respecto a la hipnosis.

Los medios también reseñan que el parte médico indicaba que todos los ingresados «todos presentaban, en mayor o menor grado, hipnosis colectiva». No estoy seguro si William Orlando Galarza, el médico que transmitió el parte sabe los detalles de lo que es un trance. De lo que sí estoy seguro es que la población de Mocoa no los sabe y por eso el contexto del enunciado parece apuntar a un «¡vieron! ¡ese hombre es malo, los puso en trance!»

Segundo gran mito: que el trance es un estado «anómalo». El trance es uno de los tantos estados de conciencia que tenemos. Cuando miramos bien, vemos que nuestra conciencia fluctua a lo largo del día: cuando nos levantamos estamos somnolientos; en medio de una clase aburrida nuestra mente divaga incluso con ensoñaciones; cuando manejamos por una autopista lo hacemos como si estuviesemos en piloto automático… todos estos son estados de trance, trances cotidianos que se dan espontáneamente porque el trance es una realidad humana como lo es soñar o comer.

Pero las noticias no han llegado a Mocoa. Aquella disputa de finales del siglo XIX entre el hospital de La Salpêtrière («la hipnosis es un estado anormal») y la escuela de Nancy («la hipnosis es un estado normal») no se ha resuelto. Sus habitantes no saben que toda la evidencia experimental muestra que hipnosis es solo un nombre, una etiqueta cargada de mitos, sus mitos, y que su poder es, en definitiva, el poder de la mente y los pensamientos. Este, quizás, fue el mayor error de Miller Zambrano, el de meterse en la boca del lobo, el de desconocer las presunciones y las expectativas de su público. Vamos a decirlo claramente: nadie ha llevado al diablo a Mocoa (bueno, sí, pero durante la colonia, traído de España); el show de hipnosis permitió que sacaran al diablo que ya tenían adentro, el diablo de las ideas cristianas.

Ahora la policía de Mocoa «hace un llamado a todos los Planteles Educativos del Departamento, para que no permitan este tipo de prácticas que atenten contra la salud e integridad de los menores«. ¿Y qué tipo de prácticas? sólo vean la perla anterior en la misma reseña: «una supuesta actividad lúdica en compañía de dos magos un hombre y una mujer, pero lo que estaban realmente realizando era una sesión de hipnosis».

Tercer mito: la hipnosis como un acto de brujería. «Supuesta actividad lúdica». Creo que lo más interesante de todo este caso es explorar las ideas que de hipnosis tiene esta gente. De seguro constatamos que son todas distorsiones porque, a fin de cuentas, la hipnosis se hace en la clínica (actividad terapéutica) o en un auditorio con lo que sí, es una actividad lúdica.

Lo que podemos decir del lamentable episodio de Mocoa, nuestra Salem Latinoamericana contemporánea, es que fue un divertimento que salió mal. Moraleja: hipnotistas nóveles o poco preparados, no hagan shows en pueblos perdidos de la excolonia española.

Fin del cuento: ¿qué hubiese pasado si el hipnotista hubiese aplicado los procedimientos que se usan para casos como éste, donde las personas «no salen» del trance? De cuando en cuando los que trabajamos con hipnosis nos topamos con alguien que se deja llevar por esa idea. Lo típico es que se negocie. En el caso de Mocoa yo hubiese pensado: «¡epa mocosos! ¡déjense de tonterías y vuelvan al estado consciente!». Con esta actitud, hubiese hablado firme y claro para garantizar que a) volvieran a su conciencia normal de todos los días, b) dejaran de disociarse y se mantuviesen muy tranquilos después de resolver el asunto.

Ahora que lo pienso, esto hubiese sido peor. Quizás al ver cómo «había devuelto al diablo a sus aposentos», los habitantes de Mocoa, asustados, hubiesen quemado a Miller Zambrano Posada, o quizás, no; quizás sólo lo hubiesen tomado por Dios y hubiesen empezado a rendirle culto, quién sabe. Por ahora la vida sigue, con recomendaciones de terapia para los alumnos. Nosotros, mientras, vamos captando mejor lo que García Márquez plasmó en Cien Años de Soledad.

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Para finalizar les dejo este enlace sobre hipnosis pediátrica. Creo que puede ser de interés para ver cómo se habla de la hipnosis cuando ese demonio llamado Iglesia Católica no ha metido sus garras en nuestras mentecitas.

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