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ASI VEO EL RODEO: APOCALIPSIS AHORA… Y SIEMPRE

“When they said REPENT REPENT
I wonder what they meant”
Leonard Cohen
The Future

El tipo, acercándose tanto como podía a la reja -y con el ánimo de un enfermo terminal-, respondió a la periodista, diciendo algo como: “esto es lo que Dios quiere que pase” o… “seguimos el camino o Dios” o algo así. El tipo, aclaro, no es un tipo normal sino un preso, un convicto, un reo, un criminal, un recluso, un privado de libertad. No forma parte de nuestra sociedad. Rompió las leyes del hombre y ahí está el pago a su ofensa: ¡PRESO! Ahora le queda confiar y buscar apoyo en lo divino, lo intangible… en Dios… porque la humanidad poco o nada tiene que ver con él y con su realidad. La humanidad, como tal, es sólo una visión lejana, un recuerdo, acaso, que le refiere a la palabra VIDA. Una palabra extinta, olvidada, sin valor alguno. Porque respirar no es VIDA y existir entre otros seres no es HUMANIDAD. La civilización, la sociedad, no existen para los que están dentro de las cárceles venezolanas.
Si te jodiste en la vida real, si no tienes lo que se necesita para salirte con la tuya, vas a la cárcel. Fin del cuento. Fin de tu cuento.
Y el que espere que ahí dentro uno haga bien sin mirar a quien, es decir, lo que no hizo afuera, está quemado. Porque si reúnes a una loca cantidad de hombres con no pocos problemas y extraños apetitos por destrucción a cuestas, que ya perdieron mucho o casi todo, y los humillas; los tratas como animales, los alimentas como animales y desechas como animales. Hermano, tendrás animales. Animales con rabia que te querrán comer los ojos y morder el alma.
Pero, he aquí la gran pregunta, la pregunta honesta: ¿qué importancia puede tener un sitio que huele a mierda y donde sólo habita la mierda?… cero.

Cuando me ha tocado rodar frente al penal de Tocuyito, con el sol hincándose sobre el capó de mi carro francés -que no siento dado que el aire acondicionado está a toda potencia-, y de repente voy comiendo una bolsa de Doritos, pasando el tarugo con una fría Coca-Cola y, al fondo, la musicalización de Bruce Springsteen, veo a tres o cuatro bichitos, muy lejos. Tan lejos, que ese penal y los que habitan tras las paredes cubiertas de mugre y vómito, no son parte de lo que siento ni lo que llamo cotidianidad. Ellos allá, yo acá. Dimensión desconocida, pues.
Y todos pensamos así.
Vamos a quitarnos las caretas.
Muy dentro, uno piensa: esos carajos se lo merecen. Ellos son malos. Nosotros los buenos. Pero ¿sabes? La verdad es que tal vez YO merezco estar ahí también. Si en algún momento del pasado, saliendo de una fiesta salvaje -de esas que sigo recordando a pesar de que mil años se fundieran in between-, cargado de substancias psicotrópicas, amigos de dudosa reputación, chicas menores de edad (que yo no sabía que eran menores porque tenían enormes tetas y caderas tan amplias como retadoras), me hubiera agarrado un Policarabobo de esos cuya amargura y odio por su vida personal los lleva a, ni siquiera, aceptar soborno, el Penal de Tocuyito sería mi destino.
Ahí sí. Clausurados sueños, futuro y esperanzas, en un solo coñazo propinado por la vida, el destino o mis errores.
Sé que ningún amigo o amiga me visitaría, excepto mis viejos (digo yo). Y adentro, pues, a tratar de seguir respirando. Seguir las reglas del penal. Las que sean, estando siempre clarito de que, caso contrario, como en cualquier escuelita, te raspan y aquí te raspan duro… te queman. Entonces yo le hubiera pagado al Prin o al Pran o al propio Satanás… o tal vez a la primera violación me hubiera suicidado. Mucha veces pienso en semejantes situaciones dantescas y digo: si eso pasa, si un negro pinga morada me quiere violar, me suicidio. Total, si me dejo, igual estaré muerto de ahí en adelante.

Derechos humanos… jajajaja
¡Muerte en el Rodeo!, matazón, sangre, violencia pura e indetenible. Guardias Nacionales que irrumpen, ¡FURIA!, son los titulares. Sólo falta: ¡ADENTRO VIMOS A UNO DE LOS JINETE DEL APOCALIPSIS… Y LE PASABA UN PIN A SUS TRES COMPINCHES PARA QUE LE ACOMPAÑEN EN EL PABELLÓN!
Es lo que veo mañana, tarde y noche. Como si fuera algo raro, súbito. Como si fuera una sorpresa maligna y rebuscada.
Como… si no supieran que eso podía, debía y seguramente iba a pasar.
¿Y qué están esperando que ocurra? ¿cuáles son los posibles titulares? ¿CELEBRADAS BODAS DE PLATA EN EL RODEO? ¿PREMIO AL RECLUSO MÁS AMIGABLE DE YARE? Ojo, que esto no tiene nada que ver con los políticos. Porque los políticos siempre serán, gobierno y oposición, la misma escoria. Todo aquel que se meta en la política, que quiera formar parte de un “Partido”, que quiera “ayudar a la colectividad”, tiene serios asuntos mentales que tratar con su psiquiatra y necesita dosis infinitas de pepas multicolores. Este gran marco tiene que ver con nosotros, con lo que signifique ser venezolano.
El país, en este instante, está en shock. Las fotos. La locura. Los videos. Las peticiones de los familiares. Bombas lacrimógenas… un circo maldito, viciado.
Plomazos. Cortadas. Caos. Confusión. Mentiras. Datos falsos. Hipótesis y más hipótesis. Rumores.
Y de repente los, ¿cómo es que dice Elías Jaua con su cara de Herman Munster pero sin gracia que salte de sus funestas ojeras, los “privados de libertad“?, OK, los “privados de libertad” quisieran decirle: “¡hipócritas!, esto que los tiene a ustedes allá afuera cagados y asqueados, es nuestra hijo de perra realidad día, tarde, madrugada y noche, aquí, en este lugar que no es un penal ni una cárcel ni un centro de reclusión: ¡esto es el infierno y cada uno de nosotros es el diablo y el futuro es muerte!”
¿Observatorio de prisiones?, OK. Sigan observando. En el tiempo que lo han hecho (digo, observar), ¿algo les hace pensar que éste u otro gobierno tiene la remota intención de construir 50 cárceles más… en un país tan eficiente donde sus genios lograron quebrar a PDVSA y destruir las empresas básicas, es decir, destruir lo in destruible?
La oposición clama, grita enardecida, que se detenga la matanza, que se respeten los derechos humanos. El gobierno grita, también, y usa a la Guardia Nacional con sus armas de fuego… en nombre de la paz y la seguridad de los “privados de libertad” y asegura que el rojo, de sangre en esta oportunidad no es tal, y que casi no pasa nada, que la muerte realmente es vida, porque mucho de lo que se ha dicho es mentira y le pide a los santos (o a sus paleros) para que la oposición no use este “incidente” para su juego electoral y todos estos voceros chavistas lucen nerviosos, culpables, incapaces, sin respuestas salvo las que ya les han redactado en e-mails desde Cuba… porque desde allá, entre mojitos y jineteras culonas, la vida es más sabrosa y, seguramente, no se percibe el tufo a tormento que impregna el aire dentro de El Rodeo.

El buen doctor Hunter S. Thompson decía que a veces, cada cierta cantidad de años, es necesario que explote una guerra porque eso obliga al hombre a volver a su estado natural -original- de violencia, para así recordar lo que somos y de lo que estamos fabricados (y no soñar con que al final seremos más que eso). Y creo que tiene razón. ¿Cuántas veces hemos visto esta misma historia horrible y degenerada?, siempre transmitida en vivo, criticada por unos y desmentida por otros? Yo recuerdo varias… los mismos rostros, la misma sensación de vacío, de impotencia, de engaño, de que ya hemos perdido todo… la misma vieja que llora por su hijo que está ahí dentro, el mismo rostro del funcionario uniformado; circunspecto, duro. Los mismos políticos. Las mismas denuncias. Cierto, Hunter, creo que cada tantos años es necesario que, en este caso, arda una cárcel venezolana para que, durante días, despertemos de la porquería que nos absorbe de lunes a viernes (los fines estamos rascados y no cuentan) y recordemos la textura del abismo negro y repulsivo donde caímos -y nos dejamos hundir sin luchar, sin hacer la menor fuerza- desde hace años… décadas… pero no importa. Igual que en el pasado, este presente espantoso se borrará de nuestra memoria en algunas semanas… tal como pasó antes… y tal como pasará dentro de otros años.
El Rodeo se repetirá. No hay motivo para pensar lo contrario.
Quizá hasta el propio Chávez también se repetirá.
Pero no importa… todavía hay bastante cerveza, ron y ganas de tirar. Lo demás…
¿Acaso hay algo más? ¡Viva Venezuela, mi patria querida!

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