Granizo

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Varias constantes se repiten en Granizo (Caracas: 2011. El Perro y la Rana, 92 p.), el primer libro de Dayana Fraile. A saber. El tránsito hacia la independencia, al cual suelen enfrentarse las personas cuando dejan la adolescencia y empiezan el recorrido hacia la madurez, en la cual las expectativas mueren bajo el desencanto de descubrir que la vida real se parece poco a lo que deseamos. Personajes un tanto solitarios y desencajados, poseedores de una rabiosa (que no agresiva) individualidad que los lleva a ser incomprendidos por quienes les rodean. Repetidas referencias a la cultura pop. Construcciones poéticas que alimentan la prosa, casi siempre, fluida con la que se narran las cinco historias que contiene el volumen. Personajes femeninos luchando cotidianamente con el soterrado sometimiento del que son víctimas por parte de presencias varoniles, no necesariamente antagónicas, como el padre, el casero, el novio, etc. Y una oportuna utilización de ironías para atemperar la gravedad de lo que se cuenta.

Tarde de costura”, abre el libro desde un enorme intimismo, sostenido por poderosas metáforas con gran capacidad de sugerir el infierno interno de los personajes. En este caso, dos chicas, Taía y Teresa, la primera, muy segura de si misma, la segunda, hundida en sus dudas; ambas, reflejo la una de la otra.

La prosa, que por única vez se desarrolla en la tercera persona del singular, pronto tiende a la poesía: “La felicidad es una pastilla, un delirio Tai, se nos da por pedacitos, el problema es que intentamos comernos la noche de un solo bocado, y nuestra mandíbula resulta débil, no fue prefigurada para masticar las estrellas…” (15)

De entrada se adivina el destino trágico de una de ellas, mientras la otra, aparecerá en un relato posterior.

En “Granizo”, se sigue sosteniendo esa inteligente construcción de imágenes qué, con pocas palabras, dibujan los conflictos del personaje principal: “La poesía iba y venía, y yo la dejaba, aunque en ocasiones se quedaba y cobraba las formas de un cadáver de perro descomponiéndose sobre la alfombra, un discurso ulcerado para recordar mejor a Baudelaire, para comer sus gusanos con gusto e imaginarme bizca, fea, prostituta, rimbaudiana, muriendo de frío o quizás de sífilis en Paris, sólo por la satisfacción que me causaba volver de aquellas recreaciones decadentes, y darme cuenta de que mi vida distaba demasiado de ellas…” (22)

Pero pronto, la imprecisión narrativa marca la pauta. De entrada parece un relato costumbrista, ubicando a la protagonista, una estudiante universitaria venida del interior del país, en una habitación alquilada dentro de un apartamento habitado por un anciano senil y una señora enferma con dos hijos. Fraile, no sólo dedica largas parrafadas a describir a estos personajes, sino que también lo hace con los demás vecinos del edificio, desde la conserje, pasando por la hija de ésta, hasta llegar a Patricia, una vecina que termina haciéndose amiga de la narradora. Pero luego, inexplicablemente, el cuento bifurca a una accidentada historia de amor entre la protagonista y Jacobo, un estudiante de Psicología.

La prosa que fluía con naturalidad en el primer relato, se encuentra aquí un tanto acartonada y afectada de una necesidad sobre-explicativa: “No exigía demasiado porque el alquiler era barato y el edificio quedaba a pocas cuadras de la universidad y porque, a fin de cuentas, había aprendido a no ser tan exigente, y a morderme la lengua porque, en realidad no me quedaba de otra” (23; cursivas mías).

Además, los personajes que aparecen al principio, a excepción del anciano Giacomo, que sirve como reflejo del fracaso que flota sobre la protagonista, no aportan nada a la historia y sólo aletargan un cuento al que sobran algunos párrafos.

Se trata, sin duda, del relato menos logrado de todo el libro, a pesar de algunos méritos narrativos del mismo.

La vida con Fiori”, presenta otro episodio en la vida de la protagonista del anterior relato. Nuevamente la estudiante en proceso de asumir plenamente su independencia no puede dejar de depender del dinero de su padre, y de las decisiones de un casero, obstáculo para el desarrollo de lo que la voz narradora define como una “libertad dorada” (52).

Lo que en el cuento que da título al libro era una insustancial aparición de personajes que poco o nada aportaban a la historia central, aquí resulta una feliz construcción del ambiente que rodea a la protagonista. El no encajar en ninguna de las tribus que pueblan la escuela de Letras donde estudia, descrita con distante ironía, se convierte en el motivo por el que la protagonista termina relacionándose con Fiori, un personaje brillantemente dibujado, en el cual la autora reivindica las actitudes socialmente consideradas extrañas, como parte de una personalidad entrañable que hace a los extraños personas valiosas.

La prosa de este relato, el más largo de todos, poco a poco construye imágenes magistrales que devienen en un final luminoso.

Vale una digresión: es constante hablar de dos tendencias en la narrativa venezolana. Una, presente principalmente en la novela, que se desarrolla en temáticas de carácter histórico y político, buscando generar metáforas sobre el momento histórico actual del país, relatando episodios de la historia republicana de Venezuela. Y otra, desarrollada en nuestra cuentística, que hace de la literatura, o mejor dicho, de la sapiencia literaria, el argumento central de su anécdota. Algo notable en Granizo, es la evasión a ambas tendencias, que se han constituido en una formula facilista de escritores que ponen poco empeño y poca imaginación en su trabajo.

Y esto es particularmente notable en este relato, en dónde, a contracorriente, Fraile ve con delicioso cinismo esa idealizada “vida bohemia”, que tanto se empeñan en inflar algunos narradores, especialmente los más jóvenes: “Pronto caí en cuenta de que Fiori veía en el rock nacional un sucedáneo de la religión, o más bien, del ecologismo. Esa extraña afición representaba, para ella, un acto de caridad extrema, casi como enrolarse en Green Peace y dedicarse a capturar especies en peligro de extinción…” (55)

Igualmente: “Los más extremos, eran aquellos que se creían beatnicks, y actuaban conforme a lo que creían era ser un beatnick, iban a las clases tambaleándose de lo drogados y hablaban de orgías a vox populi. Lo cual no está mal si logras escribir como los ángeles, el rollo era que los muy cabrones no lograban escribir ni una línea” (56)

Por otra parte, la situación político-social, sólo aparece de soslayo en este relato, como una realidad lejana, que transcurre en la televisión, sin que afecte o influya la vida de los personajes. Dicho de otra forma, cualquier interpretación que pretenda hacerse de las historias aquí contenidas, corresponde a los lectores, porque Dayana Fraile sólo está preocupada por desarrollar su narrativa, sin necesidad de hacer juicios morales sobre la situación en la que se encuentran sus personajes.

La sexualidad, casi ausente en todos los cuentos, excepto por un breve momento en “Granizo”, es lo que mueve a Rita, el personaje central de “San Miguel Arcángel… entiérrame la espada”, una prostituta en retiro, que oculta detrás de sus supersticiones y prácticas de la santería, una gran frustración personal, que la lleva a la depresión, decidiendo, finalmente, salir de juerga con la narradora en miras de recuperar el ánimo y descubrir si todavía ejerce el poder que antaño tenía sobre los hombres.

Igualmente, se adivina la opresión sobre lo femenino, aunque en este caso de manera más directa: “Por esa época, decir señorita, a mi manera de ver, era lo mismo que decir cárcel, subhumana o esclava.” (76).

Nuevamente, una prosa rítmica de agudo humor se hace presente para dotar de humanidad a los personajes: “No sé por qué me vino la imagen de Rita masturbándose con los billetes que le daban los tipos, era una imagen muy fea, por poco caigo en shock, ella estaba colgada de un tubo en mitad de la cocina, llevaba ropa interior roja y se movía como las tipas que salen en los videos de reggaetón” (75)

Finalmente, la realidad termina por imponerse y destruir las expectativas de las protagonistas.

La voz femenina da paso a la de un hombre homosexual, quién ya aparecía dibujado en el relato anterior, en “Lo de Dove”, el cuento que cierra el libro. Aquí, una trepidante sucesión de diálogos exigen una lectura atenta para desentrañar la historia principal: un grupo de amigos, intoxicados por drogas sintéticas, se reúnen para despedir el año y contemplar que sus sueños y metas poco tienen que ver con la vida que llevan.

“Los deseos son una mierda —agregó Dove luego de empinar un sorbo larguísimo de la botella. —Nunca vamos a tener lo que queremos y lo que queremos no es siempre lo que necesitamos y lo que necesitamos, bueno, ya saben, es una mierda…” (87)

Las expectativas que se estrellaban metafóricamente en los cuentos precedentes, aquí se estrellan de manera literal, cerrando el libro con una escena trepidante que termina con todo, convirtiendo a las hadas en demonios, como reza uno de los últimos párrafos.

En definitiva, Granizo es un más que notable libro de cuentos, develando a Dayana Fraile como una madura narradora que huye de las remanidas “modas literarias” que inundan nuestro panorama narrativo, tomando el riesgo de confeccionar (en todo el sentido literal del término) un logrado volumen de cuentos, que presagia una sólida voz en el panorama de las letras en nuestro país.

3 Comentarios

  1. Lo compré el domingo pasado, ya lo había recibido en pdf. El libro se siente muy actual, sus historias pueden ser la realidad de cualquiera, muchos nos podemos identificar en esas historias (o reconocer a alguien en particular). No sé si estuviste allí durante las palabras de María del Pilar Puig quien esbozó los relatos… pues esta crítica hubiese complementado. Me alegro mucho por Dayana, se merece esas líneas. Saludos.

  2. Lamentablemente llegué cuando la profesora Puig terminaba su exposición. Me hubiese gustado escucharla. Ojalá la cuelguen en Internet.

    Gracias por comentar. Respect!

  3. Felicidades a Dayana. «Tarde de costura» es un muy buen cuento. Espero leer los demás pronto. Besos, Johnma.

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