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color perro que huye

Poéticas caninas. la reinvención del libro. la imagen como lengua materna. elegir un título distinto resulta tan frustrante que opto por el título de la película. color perro que huye. un título imbatible, además.

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una sala de cien personas (diez hileras de diez asientos) tiene una gran ventaja estadìstica (sobre todo si los tickets estan agotados y estás sentado junto a la puerta): puedes calcular porcentajes con una exactitud absoluta. y sin decimales. dicho esto, empiezo por compartir las malas noticias: el 27% de los asistentes a «Color perro que huye» del compatriota Andrés Duque, durante la presentación del dia 4 de febrero, fecha patria, en el festival de cine de Rotterdam, abandonó la sala.

los que quedamos estábamos hipnotizados, pero estallábamos de vez en cuando en carcajadas antes de recaer en la hipnosis. era una hipnosis que se debía en gran parte a intentar descifrar ese poemario en formato audiovisual que teníamos enfrente. se debía también al desparpajo con el que andrés maneja la cámara como le da la gana para registrar la realidad sin aditivos químicos o alguna que otra a primera vista absurda puesta en escena.

el inicio es contundente: entre otras cosas, un par de trabajadores reparan una acera. sudor, golpes, sucio. la secuencia es cerrada y asfixiante. cuando el plano se abre, vemos que tanta marginalidad se ubica nada más y nada menos que frente a la puerta de Cartier, meca del lujo. vemos que al otro lado de un puente improvisado sobre los escombros, bajo el umbral de un portón elegantísimo, nos dá la bienvenida un portero que luce un traje impecable. a partir de este momento todo vale.

cada capítulo de la película es un poema, un minicuento, una fábula indigena, un monólogo teatral. es una obra literaria en formato audiovisual. y asi como el beso de la mujer araña se vale de una extensa referencia fílmica para contar una historia paralela, andrés recurre a memorias del subdesarrollo para ilustrarse a sí mismo (quizás) en medio de esa rara construcción que es la Venezuela de la dinastía Chávez. esa revolución que en la práctica se remite a un cambio de color.

andrés duque asumió libertad de formato, libertad creativa, libertad cinematográfica, libertad geográfica y sin embargo logro mantener solidez y coherencia a lo largo de 70 minutos de cinematic freestyle. el resultado de esa libertad son algunas de las imágenes mas originales que han sido filmadas al norte del sur (o en la peninsula ibérica). el resultado de esa libertad es una narrativa que asume la radio AM como soundtrack. el resultado de esa libertad es un registro de detalles mínimos que sintetizan la poética de un hueco en la calle o de un perro mirando al sudeste. andrés se comunica con la imagen como si nunca hubiera hablado otro idioma.

su presencia en Rotterdam, uno de los festivales más prestigiosos de cine alternativo y emergente, esta completamente justificada. dicho esto, termino por compartir las buenas noticias: el 16% de los asistentes aplaudió la proyección de la cinta. este servidor pertenece a esa minoría cinematográfica.

O.

PD: la secuencia de los tambores de naiguatá debería inscribirse de inmediato en las páginas de los libros de historia criolla del cine, justo al lado de ese monólogo maravilloso extraido de FANtasmo, según el cual Chávez es una especie de superhéroe urbano que reparte plomo y besitos desde una Kawasaki.

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