panfletonegro

Nirvana

/home/depr002/panfletonegro.com/v/wp-content/themes/panfleto2019/images/random/depr_30.jpg

Despierto y todo es blanco. No sé cómo describirlo. Blanco. Simplemente… blanco. No puedo verme ni a mí mismo. Sólo percibo la blanca nada. Cierro los ojos y el blanco sigue ahí. El mismo blanco, con los ojos abiertos o cerrados. Me doy cuenta que no hay sonido alguno, ni siquiera la más leve brisa, o el mínimo zumbido. Nada hay que pueda ver, oír, oler, tocar o sentir. Estoy en medio de la nada absoluta y ni siquiera puedo asegurar que yo mismo esté ahí, porque tampoco puedo verme ni sentirme.

Pasa el tiempo y sigo ahí sin saber si en realidad estoy ahí, o siquiera si ahí existe. El aburrimiento que comenzaba a sentir se convirtió rápidamente en sorpresa cuando escuché su voz; una voz dulce, joven, femenina:

Ciertamente me siento atrapado y espero despertar pronto. Vuelvo a preguntar:

Impaciencia. Una impaciencia asfixiante que estoy seguro pronto se transformará en desesperación. «Debes calmarte», dice; y vuelve a reinar el silencio. Aunque me esfuerzo por pensar en otra cosa, no logro hacerlo. Sólo puedo pensar en la infinita nada que lo ha envuelto todo y de la que formo parte.

De pronto percibo una ráfaga de colores y sonidos. Todo pasa muy rápido por lo que no consigo apreciarlos por completo. Apenas una fracción de segundo en la que la inmensa nada se llenó de colores y sonidos que nunca había visto u oído. Grito y todo desaparece, trayéndome de regreso al blanco absoluto.

Vuelve a hacer silencio. Sigo sin entender, pero al menos pienso que es posible que no esté soñando. Pienso en algunas de las cosas que ha dicho la voz: «Eres mi otra mitad. Estamos en todas partes y en ningún lugar. Hasta hoy fuiste sólo un embrión de algo que será mucho más grande. Me has hecho esperar bastante». Pregunto:

Vuelvo a estar convencido de que todo esto no es más que un sueño.

Todo lo que pueda pensar; todo lo que pueda recordar; todo lo que he olvidado; todo lo que pensé que era cierto; todo lo que consideré falso; incluso las palabras con la que expreso todo esto, no fue más que mi propia invención.

Todo se me hace irreal. Espero despertar pronto.

Esta vez realmente deseé entender.
Vi todo lo que había creado ella; comenzando por Aii Aeaee. Era una esfera como de cristal púrpura, resplandeciente e inmensa; que se desplazaba en un espacio gigantesco que variaba de coloración. Esa inmensidad de colores cambiantes arropaba constantemente la hermosa esfera. Se escuchaban desde la distancia sonidos como de campanas, que cantaban como un susurro “Aii Aeaee”.
Todas sus creaciones eran formas, colores y sonidos. Completamente sublime. No había nada más. Pero era suficiente lo que había. Entendí por qué dijo que «cada uno de nosotros imaginó únicamente lo que creyó necesario imaginar». Todo lo que había imaginado ella era impresionante. Cada rincón, cada conjunción de formas, colores y sonidos evocaban en mí un sentimiento. Pero ella no había creado sentimientos. Al menos no los había definido como sentimientos. No había lenguaje, no había vida como yo la conocía. Ella no se había personificado a sí misma. Ella no existía dentro de sí misma. Se limitaba a contemplarlo todo. Me acerqué a la esfera. La examiné. «Imagina tus dragones en mi Aii Aeaee», dijo. Los veo. Veo dragones ahí, dentro de la esfera.

«Los dos somos mitades de algo inmensamente más grande».

Dejar de existir. No quiero hacerlo. No puedo hacerlo. Dudo. Medito. Pienso. Despejo la mente. Me invade el blanco infinito nuevamente. Dejar de existir para crear algo completamente nuevo. Ser el cosmos mismo. Estar a la vez en todas partes y en ningún lugar. «La larva no muere al transformarse en mariposa».

Estoy listo.

(Publicado originalmente en Fucked Up Crazyland, el 13 de enero de 2010).

Salir de la versión móvil