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Día Naranja: el arte de desviar tu atención

A cierto país retroprogre le gusta evadirse. A cierto país le gusta escapar de la realidad y autorefugiarse en una burbuja de diseño, por hora y media.

A cierto país de caramelo y de comiquita, le fascina y le fascinará “Día Naranja”, un largometraje equivalente al período negro del cine cubano, cuando comenzaron a prohibir temas espinosos y polémicos de la agenda, para decantarse por derroteros heroicos y superficiales, más del agrado del comandante Fidel.

A ciertos críticos rosas, también les encantará el telefilm, por razones tan débiles como banales: la proyección de una Caracas glam de lo posible, la calidad en el empaque de producción, el apoyo irrestricto e incondicional al mentado nuevo cine nacional y pare usted de contar nimiedades o pruebas superadas por el análisis serio, en sintonía con el comentario laudatorio, glorificador y justificador de la prensa mainstream, incapaz de asumir compromisos de riesgo a la hora de hacer la exégesis de las películas venezolanas.

Por desgracia, ellos se autocensuran en sus periódicos y en sus columnas, mientras se creen con el poder y con la autoridad moral de censurar a sus colegas menos amordazados.

Sin embargo, su esfuerzo por filtrar y depurar nuestra raza, siempre será en vano. Por algo, existe la alternativa de Internet, para ventilar descontentos reprimidos.Paradójicamente, ellos utilizan el Internet para silenciarnos y excluirnos. Por lo visto, le tienen demasiado vértigo a la sinceridad y a la honestidad. Se quieren defensores de causas justas. En verdad son garantes y agentes de la inquisición mediática. Con mucho orgullo figuramos en sus listas negras.

Poco a poco, las aguas se irán dividiendo, y ellos se quedarán solos en sus archipiélagos blogueros de la lisonja y el conflicto de interés con el mercado de la distribución, la exhibición y la cultura oficial de ese engendro de mil cabezas llamado “plataforma cine”, presto a levantar monumentos de agitación y propaganda al servicio del culto de la personalidad del “Zamora” de la pequeña “Venecia”.

Por tanto, usted los lee para perder su tiempo, recaer en conclusiones anodinas y preguntarse por el futuro incierto del oficio en la era de Twitter, cuando los privilegios adquiridos por la burocracia de la opinión comienzan a derribarse como fichas de dominó.

Por eso, la crítica de Venezuela atraviesa por una profunda crisis de identidad y de ideas, aunque la mayoría de sus cultores, entre quienes me incluyo, no lo quieran reconocer, por simple miedo, orgullo e hipocresía.

Seguramente, muchos periodistas del gremio temen perder sus minúsculos privilegios, y por ende, se lo piensan dos veces antes de ejercer su oficio de manera correcta, sincera y dura, tal como lo harían al momento de hablar de una frivolidad de Hollywood. Allí sí se ponen cínicos, malucos y viscerales. Allí sí está permitido el humor negro. Allí todo vale.

Por ironías de la vida, “Día Naranja” puede llegar a resultar de una ligereza aun superior a la de innumerables comedias edulcoradas de la temporada de verano.

De hecho, a su lado, “Lluvia de Hamburguesas” es una obra maestra de la incorrección política. Incluso, es preferible aguantar el chaparrón de “Libertador Morales” a sufrir la decepción de “Día Naranja”, cuyos postulados formales y conceptuales la acercan, peligrosamente, al terreno del seriado televisivo con aires de modernidad, por el estilo de “Isa TKM”, “Mujeres Desesperadas” y “Sex and the City”.

La opera prima de Alejandra constituiría una revisión de las tres fuentes citadas, según el imaginario neobarroco y plastificado de “Amélie” en versión animé de “Sailor Moon”( pero de papel lustrillo), donde la ficción  compite con una realidad idealizada y  purificada,propia de un comercial de pastillas anticonceptivas en una Caracas inexistente( salvo en la ilusión de sus creadores)de postales, paisajes bucólicos, piñaterías, departamentos y colorinches multimedia, para el regocijo de los consumidores de barajitas, periquitos y fantasías de descuento.

De nuevo, aquí aplica la tesis de Kundera en “La Insoportable Levedad del ser”: el kistch funciona como tapadera y como pantalla para ocultar la muerte, la sangre y la miseria, provocadas por la gracia divina del estado providencial y paternalista en tiempos de comunismo redentor y redencionista, como los del vano ayer y como los de ahora.

Por ello, y para no pasarme de rosca con los caracteres, “Día Naranja” le “funciona” a la perfección a la revolución bonita, como una cuartada feminista, como una revancha de la tercera mujer, como una reivindicación de la independencia y de la libertad de expresión de nuestro pujante cine de autor, en la construcción del socialismo del siglo XXI.

En resumen, un día naranja imposible de creer, a camino entre la estética de una posada new age de Mérida(específicamente la posada “Casa Sol”) y la dramaturgia forzada de un cuento de hadas en las venas abiertas de América Latina, entre la complacencia y el pudor de la ley Resorte, entre la carencia referencial y la persistencia del no lugar para abrirse a la oferta internacional,entre la galería de modelitos cool y las interpretaciones fallidas de chamos lindos obligados a actuar por el carisma de su físico, entre el fetichismo onírico y el erotismo fashionista de la revista UB para el público masculino, entre la bobería bohemia y el materialismo histérico de la clase media boliburguesa, entre la musiquita de fondo de los Atercios y el eco del sonido romántico pasteurizado,entre el happy ending y la resolución predecible desde el minuto cinco.

Más de un cine muerto y evaporado, en taquilla y en concepto, resucitado por la necesidad y el afan del gobierno de justificar una gestión, a costa de los dineros públicos.

Próximamente, no se pierdan su bancarrota audiovisual en su sala de confianza. Es la ley y la maldición de nuestra economía petrolera. Así fue en los setenta y ochenta con la generación dorada de Román Chalbaud. Así será en el futuro gris de Edgar Ramírez,Ruddy, Alejandra, Arvelo y compañía.

Por ahora, la piñata de PDVSA reparte a manos llenas. Y los autores cobran y rinden sus dividendos a corto plazo. La pregunta es:¿hasta cuándo durará la bonanza? Hagan sus apuestas .Dios nos agarre confesados.

 

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