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Por qué Farruco Sesto debe ser procesado por la Justicia

20040610sesto_novas_ministro_cultura_venezuela01_590.jpg   Vamos a dejarnos de pistoladas. Vamos al grano. No hay tiempo que perder. Esto es rápido. Farruco Sesto debe ser enjuiciado por corrupto. Farruco Sesto es corrupto. Ahora paso a definir el término “corrupción”. Según la teoría, según Enrique Gil Calvo, la corrupción es el usufructo privado del poder público, es la explotación personalista y ventajista del erario público, en función de intereses clientelares. Pues bien, Farruco Sesto encarna, mejor que nadie, la naturaleza de la definición. Farruco es la corrupción hecha funcionario, hecha comisario de la cultura. Me explico de manera veloz.   Farruco Sesto se mandó a publicar su novelita La Clase con una editorial del estado. Eso es corrupción. Luego, ordenó su adaptación al celuloide con los dineros de la Villa. Eso es corrupción. Antes, la Villa del cine fue construida por los socios de Farruco Sesto, los Hermanos Pou. Eso es corrupción. En la Villa del Cine adjudican los contratos y las películas a dedo limpio, sin licitación, sin concurso. Eso es corrupción.  Extra, extra, atención, La Villa del Cine acaba de entregar dinero a Fina Torres, por segunda vez, para volver a rodar escenas de Un Té en La Habana. Así es. La señora de Mecánicas Celestes fue a Cuba, rodó en digital y cuando llegó a Venezuela descubrió lo peor: más de la mitad de la película fuera de foco, mal fotografiada, mal acabada, y para rematar, mal actuada. Un desastre completo. ¿Y cómo respondió la Villa del Cine? Como siempre. Como la avestruz. Nadie dijo nada, y mandaron de vuelta a Oriana al territorio de Vampiros en la Habana, para filmar su telefilm de nuevo. Mientras tanto, Mario Silva habla de contraloría social y de revolución dentro de la revolución. Moraleja: la plataforma de Farruco además de corrupta y mafiosa, actúa de manera negligente con total impunidad y ante la mirada condescendiente del gremio. Ni hablar de la esfera mediática, sumida en la más profunda modorra. Despierten, amigos de la prensa. Farruco también es la síntesis de la reducción de la política a la pura y simple rapacidad burocrática. Hoy controla todos los espacios y todas las instituciones culturales del país, con celo y puño de funcionario Stalinista. Nadie puede disentir, nadie puede llevarle la contraria, so pena de ser excomulgado. Hace poco, un colega se enfrentó con él en una discusión bizantina, puertas adentro, y Farruco lo execró de su puesto bajo el alarido de “olvídate de regresar al mundo de la cultura”. Sobre Farruco tengo la siguiente teoría. Farruco es un completo acomplejado. Farruco es inseguro. No le gusta la competencia. Farruco se siente cómodo entre gente de confianza, entre gente manipulable. Farruco tiene miedo. Farruco nunca gozó de la estima de sus camaradas. Ahora, aprovecha el cargo para equilibrar la balanza, para compensar sus debilidades, para demostrar fuerza, para encabezar vendettas personales y para consolidar su red de negocios, a costa del estado. El gobierno le sigue el juego porque, en el fondo, le conviene establecer allí a una marioneta fácil de manejar desde Miraflores. El gran problema es la naturaleza maléfica del títere, su degradación moral, emblemática de los tiempos actuales. Farruco, el títere de la fábula, carece de humanidad. Es déspota, arrogante, egocéntrico, sectario y materialista. Ojala fuese  socialista o comunista. Pero no lo es. En realidad, es un capitalista esquizofrénico, disfrazado de ovejita progresista. Por algo, le gusta la fama, la concentración de poder,la exclusión, el populismo circense,las megatortas,el folklorismo paternalista, el etnocentrismo corpoturístico, la farándula hollywodense,la acumulación de bienes y el derroche de capital en beneficio de su cogollo; todos valores de la derecha tecnocrática neoliberal endógena boliburguesa. Al respecto, comparto plenamente la tesis de Naomi Klein en “Doctrina de Shock”. Para mí, Farruco Sesto y compañía utilizaron el shock del 11 de Abril y del paro de actividades, para  justificar su intervención hegemónica sobre la plataforma de cultura a la manera de PDVSA. A partir de entonces, comenzó la triste película en desarrollo, cuyo final parece cada vez más incierto. Por lo pronto, sólo abogo porque algún día, en el futuro, se haga justicia con Farruco Sesto. Es lo mínimo para compensar a todas sus víctimas, directas o indirectas, entre quienes me incluyo. 

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