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Multiplicar los penes : ¿qué nos quiere decir Nicolás?

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Dice Freud que nadie es amo de su propia casa. Esa es su imagen para indicar que pese a creernos seres racionales, es el inconsciente el que determina nuestras acciones. Sabemos de la existencia del inconsciente, entre otras cosas, por esas rupturas de nuestro discurso, por los lapsus y los actos fallidos por ejemplo (los interesados pueden leer Psicopatología de la Vida Cotidiana, de Sigmund Freud).

Acá encaja «la multiplicación de los penes» de Nicolás Maduro. Lingüísticamente hablando, el presidente hizo una condensación; combinó en una palabra los fonemas de panes y peces. Así puede entenderse la intromisión del significante ‘pene’.

Pero atención, ésta es precisamente la ruptura, la vía regia para acceder a su inconsciente. El inconsciente se manifiesta en el tropiezo, en lo que desencaja. Estrictamente hablando, habría que poner a Nicolás a asociar, a que nos muestre la cadena significante de la cual ‘pene’ forma parte. Es en esta ramificación que uno se aproxima a eso que, no dicho, se hace presente.

Pero obvio que no se va a sentar en un diván, mucho menos de manera pública. Sin embargo, ese quiebre es tan estridente que vale la pena arriesgarse a intuir lo que por allí se asoma, basándose en el supuesto harto conocido por los psicoanalistas, según el cual el inconsciente se muestra allí afuera, de manera explícita (los interesados en este lineamiento pueden leer El Seminario sobre la Carta robada, de Jacques Lacan).

Ahora bien, ¿qué nos dice Nicolás? ¿Qué es lo que, literalmente, nos dice que hará?

Para meterse escuela por escuela,
niño por niño,
liceo por liceo,
comunidad por comunidad
meternos allí
multiplicarnos
así como Cristo multiplicó los penes.

MULTIPLICAR LOS PENES

Meterse y multiplicar los penes, en las escuelas, en los liceos, en las comunidades. Todo gravita alrededor de la idea de formar varoncitos. Así podría interpretarse esta alocución.

En un país que viene del escándalo armado por José Ávila y Pedro Carreño, sobre el telón de fondo de las propias declaraciones de Nicolás Maduro, es que podemos decir que este tema de los «mariconsones» – a propósito, otra condensación – de verdad les quita el sueño a los seguidores del comandante galáctico. Pareciera que a Nicolás les perturba la atracción de los hombres por otros hombres, al punto de querer reforzar lo que, intuyo, ha de ser para él la condición definitoria del macho, a saber, el pene. (Nota para los psicoanalistas: la debilidad del registro simbólico en Venezuela es tal que, creo yo, es demasiado cuesta arriba hacer conjeturas acerca del pene en tanto falo. Por eso me quedo en el registro de la fantasía, en lo imaginario, para acercarnos a la subjetividad de la que intento dar cuenta).

Tampoco podemos dejar pasar, en un plano más global, el resurgir homofóbico en Rusia; el ataque directo y sistemático a los gays, con miras a eliminar la homosexualidad. De hecho, habría que preguntarse hasta que punto esta explosión en contra de lo que es la tendencia mundial, la inclusión de la diversidad sexual, ha inspirado a nuestros ilustres políticos a hacer gala de la ignorancia más crasa y supina respecto a la sexualidad, y al ejercicio más bajo y ruin de la política.

Así las cosas, hay otra asociación, un tanto ajena (pero no tanto) a la multiplicación de los penes. Este fenómeno es ya un hecho en China, debido a una compleja combinación entre política de Estado e imperativo cultural. En China hay 9 millones más de hombres con respecto a las mujeres. Esta desproporción podría explicarse porque en China más de un tercio de la población está sujeta a la política pública de un hijo único. A la vez, debido a razones culturales, la expectativa es que ese primogénito, ese único hijo, sea varón. Saquen la cuenta y vean lo obvio: en el contexto urbano, en China o se interrumpe el embarazo o se sacrifica al bebé si es una hembra.

Y es con este punto en el que podemos hablar del callejón sin salida que subyace a la que parece la propuesta del presidente. No por multiplicar los penes habrá más varoncitos. En el caso de China, el superávit de hombres, por un lado, coloca en ventaja a las mujeres, quienes pueden darse el lujo de elegir al mejor postor. Pero ese mejor postor no necesariamente es un heterosexual y por eso, muchas mujeres sufren en silencio el haberse casado con un gay. Dieciseis millones de chinas, de acuerdo al sexólogo Zhang Beichuan.

MULTIPLICARNOS COMO PENES

Pero hay otra cadena significante que podemos seguir acá. Así es el inconsciente el cual, estructurado como un lenguaje, tiene varios planos que ocurren simultáneamente. Esta segunda idea nos sugiere una avanzada más agresiva, propia del macho – del macho alfa para ser más específicos – , de defender lo que considera suyo, de atacar a cualquiera que pretenda poner en jaque la autoridad sobre el territorio. Este tema no es nada nuevo, y ya estaba presente en la verborrea de Chávez (y en la revolución cubana, y de nuevo volvemos a lo que pasa en Rusia actualmente): esta es una “revolución” viril y por viril se entiende hombres identificados con una imagen restrictiva del género, a saber, el macho homofóbico.

Así que no es sólo producir varoncitos, sino emprender esta tarea de manera agresiva, como si de una emergencia nacional se tratara. Como hizo Cristo, mostrando su poder y salvando a la humanidad de sus pecados. Pero esto nos remite al acto mágico de la multiplicación. No hay plan, sólo la esperanza de que los varoncitos, los revolucionarios, se multipliquen.

En definitiva, y a partir de esta lectura, lo que parece venir es un apuntalamiento del machismo y la homofobia. Machismo y homofobia como política de Estado, esa es mi predicción. Claro, con la sistematización y la estructura de cualquiera de las otras políticas de Estado, o lo que es lo mismo, el mismo caos, la misma gritadera de Ávila, Carreño y el mismo Maduro. Odio homofóbico, sin ton ni son.

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