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The Night They Drove Old Dixie Down

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Puede que para el público panfletero haya pasado por debajo de la mesa la muerte de Levon Helm.  Helm fue baterista y voz de The Band, el grupo que con el nombre The Hawks acompañó al buen viejo tío Bob cuando le dió por electrificar su sonido y curiosamente el único miembro estadounidense de la banda. Digo curiosamente porque el sonido de The Band estuvo muy ligado a la Americana, al rock de raíces sureñas de los EE.UU.

No sólo firmaron discos junto con Dylan, como el legendario Basement Tapes. Compartieron giras, como la que originó el disco Before The Flood. Además The Band acompañó a Roger Waters en Berlín, en 1990, cuando escenificó The Wall en la Potsdamer Platz.

Una de las canciones que cantaba Helm con The Band y que he venido oyendo de forma medio obsesiva los últimos días, es The Night They Drove Old Dixie Down:

La letra habla sobre los últimos días de la guerra de secesión norteamericana, cuando los Estados Confederados resistían los embates finales de los Estados Unidos. Hay mucha confusión sobre lo que significó realmente esa guerra. Los Estados Unidos no peleaban por abolir la esclavitud. Los Estados Confederados no peleaban por mantenerla. Si los Estados Confederados hubieran ganado, no se hubiera llamado «guerra civil» sino «guerra de independencia». Pero la historia la escriben los vencedores.

La canción tiene un aire de derrota. Una vez alguien me dijo, cuando Caldera II, que teníamos el sentimiento de derrota e incertidumbre de una postguerra sin que hubiera habido guerra. Lo que no sabíamos es que estábamos en una preguerra y que las hostilidades las iba a iniciar el mismo Estado.

Por eso es que tengo esa canción pegada en el cerebro como un chicle sonoro. Pienso en los apagones, en la escasez, en los muertos a manos del hampa. Es una guerra y Venezuela la perdió. La está ganando la República Bolivariana, la que instauró el pranismo como forma de ser y relacionarse con los demás.

Alguna gente tiene la esperanza de que eso se acabe el próximo siete de octubre. Eso no va a pasar.

Aún cuando de verdad el Pran en Jefe saliera con las tablas en la cabeza, o metido dentro de seis tablas de jabillo, esto no va a cambiar. Porque los demonios están en la calle, sueltos y armados. Y no sólo con pistolas. También están armados con camionetotas que andan a 160 por el hombrillo con reguetón a todo volumen. Están armados con motos que pasan entre los carros en la autopista destrozando retrovisores. Con gandolas que nublan todo alrededor cada vez que el gandolero hunde el acelerador. Con papeles, sellos, timbres fiscales, con vuelva-mañana-porque-hoy-no-hay-despacho, con dame-algo-pal-café.

Con ignorancia, con estupidez, con mezquindad.

Con lo peor de cada uno de nosotros.

Esto se jodió. Ustedes perdonen el francés.

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