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Las declaraciones de principios de los Coppola.

Quiero comenzar diciendo que sería incapaz de condenar a alguien por su origen. Ya cierta crítica literaria mezquina condenó en su momento la obra de Adolfo Bioy Casares, sólo porque, además de talentoso, era adinerado. Así que no me atrevería a descalificar a priori la obra de Sofía Coppola, condenándola por haber nacido en cuna de oro, o por su apellido.

El problema no está ahí; el problema está en otra parte. Creo que en el ánimo de la directora de convertir su última película, en algo similar a lo que hizo su padre con la terrible Tetro. Esto es, convertir su filme en una insoportable declaración de intenciones.

En Tetro, un personaje mal construido por el guión de Francis Ford Coppola, y peor actuado por Vincent Gallo, decía a una aguda crítica, también encarnada de manera terrible por Carmen Maura, algo como: «Ahora soy libre, no necesito de tu aprobación». Toda la película se reducía a este momento. Luego de una carrera formidable, después de haber dirigido algunas de las mejores películas de la historia del cine, Francis Ford Coppola necesitaba gritarle al mundo algo que ya sabíamos, gracias a las innumerables entrevistas en las que lo había dicho: que estaba harto del sistema de estudios, y que ahora, gracias a la inmensa fortuna que ha acumulado, es un cineasta libre e independiente dispuesto a filmar sólo aquellos proyectos que le venga en gana.

Lástima que para hacerlo nos entregó un film terrible, de muy bella fotografía y algunos momentos logrados, pero repleto de un guión lamentable, de actuaciones impresentables y de una incoherencia que daba tristeza viniendo del mismo genio creador de obras maestras como El Padrino, El Padrino II, Apocalipsis Now, y La Conversación, con la que obtuvo una de las dos palmas de oro que ha recibido.

En Somewhere, la escena cumbre es esa en la que Johnny Marco (Stephen Dorff), de quién no me queda claro si es una estrella o un actor que se está iniciando, como le dice el propio personaje a un actor novato que lo aborda en una fiesta para pedirle consejos, colapsa y le dice por teléfono a su ex-mujer: «No soy nadie, ni siquiera soy una persona«.

Sofía Coppola quiere que sepamos que la vida de los poderosos es muy vacía. No importa si estos poderosos son, la reina de Francia (María Antonieta), una gloria de hollywood venida a menos (el Bob Harris de Lost In Translation), o este Johnny Marco, quién debe lidiar con una vida vacía debido a su fama y fortuna.

Lo único que podría alegrar la vida de Marco es su hija, Cleo (Elle Fanning), una vivaz niña a la que Marco apenas y si presta atención.

¿Por qué? ¡Quién sabe! No parece ser un mal tipo consumido por su arrogancia. Tampoco es un adicto al borde del abismo, a lo Amy Winehouse. Es sólo un personaje que se siente vacío y llena su vida con sexo, sesiones de masaje y sesiones privadas de pole dancing.

Leí en una reseña que Coppola pretendía hacer una película contemplativa. Pero ¿contempletiva de qué? ¿De lo mal que se pasa en hoteles cinco estrella flotando en colchones inflables? ¿De lo aburrido que es esperar media hora a que los maquillistas de una película hagan un molde de tu rostro? ¿De lo terrible que es asistir a una rueda de prensa a responder preguntas estúpidas? ¿De lo pintoresca que para Coppola suele ser la televisión de otros países (recuerden los chistes sobre la televisión japonesa en Lost in Translation)? ¿De lo feo que es compartir ascensor con Benicio del Toro cuando ambos se hospedan en el mismo hotel cinco estrellas? ¿De cómo los actores de Hollywood son recibidos por desconocidos que le planean su agenda (insisto, recuerden Lost in Translation)?

¿De qué? ¿Cuál es la supuesta decadencia y vacío que quiere transmitir Coppola? Y más importante: ¿Coppola está deprimida o, al igual que María Antonieta, está simplemente aburrida?

Porque lo que veo en esta película es el hastío de ser famoso y millonario, y no una historia de decadencia y soledad, como pretende la directora.

Lo peor de la película son sus innumerables errores de rodaje. Es increible. Tan increible que pensé que era a propósito. Incluso consulté un par de foros en internet en dónde se sostiene que sí, que esos errores de rodaje fueron cometidos a propósito para remarcar la falsedad del personaje. Si ese fuera el caso, entonces deberíamos ver Somewhere como la historia de un personaje de ficción cansado de serlo, ¿tal vez de ahí viene la declaración en el teléfono? Pero, siendo que ya Marc Foster trató el tema en la brillante Stranger Than Fiction, creo que no, que simplemente se trata de chapucería.

El boom aparece en cámara en unas treinta ocasiones. No exagero. ¡Treinta! En algunas con cable y todo.

En otra escena, el protagonista entra a una fiesta y la iluminación es tan mala, que vemos la sombra de la cámara caminando detrás del actor.

En Badmouth, la reseña firmada por Brian McDonough, identifica esto como algo intencional: «But Coppola does everything she can to ensure that we’re as bored as her characters. She doesn’t move the camera, and she repeatedly makes errors, such as dipping the boom mike into the shot, to artfully remind us that this unreal world is, literally, unreal. It’s pretentious stuff that fails to serve the story, because there isn’t much story«.

Sea como sea, se trata de una película realmente mala. Ya lo advertía el brillante crítico uruguayo, Diego Faraone, en su nota sobre The Kids Are All Right, hay una: «infame superficie indie y progre de mucho cine yanki, en la que personajes bellos, tolerantes, sabelotodos y macanudos viven conflictos que a mí no me interesan«. Y no sólo es que no me interesan, sino que esos realizadores hacen muy poco esfuerzo porque me interesen. Así que me paso la película adivinando dónde, y cuantas veces, saldrá el micrófono, o cuando volveremos a ver la sombra de la cámara.

Rescatable de la película, lo mismo que podemos rescatar de La Virgenes Suicidas: su enorme soundtrack. Aquí, la banda Phoenix, realiza mucha de la música que escuchamos, tanto música original como extraída de su soberbio álbum Wolfgang Amadeus Phoenix, también se oye por ahí a The Strokes y Foo Fighters. Así que, mejor se descargan el soundtrack.

También reivindicaría el trabajo de Dorff y Fanning, especialmente el de ésta última, mucho más expresiva que su hermana Dakota, y cuya actuación es la única que expresa humanidad en una película de personajes planos e inexpresivos. En el caso de Dorff, creo que los momentos en que no luce, son más culpa del personaje que del actor.

El otro punto a favor es el dibujo que realiza Coppola del mundo del cine. Al decir de Sofía, hollywood está repleto de cretinos, mujeres cabeza hueca (y putas, interesadísimas), ejecutivos vacíos e insensibles, y todos ellos están coronados por periodistas de espectáculo, que son tan vacíos y superficiales como las estrellas. Claro, no deja de ser una contradicción brutal que Coppola siempre se queje del vacío en películas tan vacías.

En su momento me pareció que Lost in Translation era un film hermoso y notable. Las Vírgenes Suicidas no me gustó nadita. El experimento de María Antonieta, era rescatable por los riesgos que asumía al mezclar la vida de la reina francesa con elementos de la vida moderna. Pero luego de ver Somewhere, me pregunto si acaso Sofía Coppola no es un talento demasiado sobrevalorado.

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