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La mano peluda de Luís Suárez

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Alguna vez leí un artículo de John Carlin que decía que el futbol sustituía las guerras y los conflictos entre países por un tipo de disputa más sana. Hay un momento cada cuatro años, en que los países se ponen de acuerdo para competir sanamente por un premio…una copa, que viene a representar una superioridad temporal. Esta copa sólo puede ser ganada a través del esfuerzo y eso le concede al país ganador, la admiración del mundo. Es tal la admiración que se puede lograr que países que no clasifican en la disputa, apoyan naciones vecinas para que el triunfo sea, al menos de la misma región o de quienes consideramos hermanos.

A jugadores como Messi, Cristiano Ronaldo y Kaká, que ganan millones de dólares por jugar temporadas de futbol local en Europa, se les pide que no jueguen en los mundiales porque se pueden lesionar y esto puede perjudicar su contrato millonario en esas ligas, pero ellos prometiendo cuidarse, hacen caso omiso de estas peticiones y deciden participar llevando la camisa de su patria, porque no hay nada más glorioso que representar el país de uno y llevar su nombre a lo más alto, luchar por conseguirle un triunfo internacional.

Pongámonos a pensar qué fuera de países como Colombia y Venezuela si no fuera por el café, Shakira, las misses y los peloteros. Serían reconocidos mundialmente por pobreza, corrupción y drogas. Los jugadores de futbol, así como los artistas de un país, llegan a ser embajadores que nos representan ante el mundo. Cabe preguntarse entonces, ¿qué pasa si nos representan mal? Comportándose indecorosamente o haciendo trampa por ganar.

Hace unos días se enfrentaron dos países en el mundial, Uruguay vs Ghana, y se sintió como el enfrentamiento entre dos continentes: Latino América contra África. Naturalmente en Venezuela la mayor parte de las personas apoyamos a nuestro país hermano Uruguay, admirando su futbol y lo que habían logrado. Ghana por su parte, era el único representante de África que quedaba en el mundial, si perdía, el continente organizador se quedaba fuera.

Observamos un juego intenso, lleno de magnificas jugadas de ambos lados, pero a medida que iba pasando el tiempo y se llegaba al final, se agotaban los ánimos, los equipos crecían en desesperación y el juego hermoso y perfecto se fue perdiendo porque los equipos empezaron a corromperse. Empezaron a hacerse pequeñas trampas que consideraban insignificantes hasta explotar en la última que marcó el final del juego y decidió la historia. La que hoy llaman los Uruguayos, la mano de Dios. Esto no es más que la famosa mano de Luís Suárez, tapando un golazo Ghanés. El resto de la historia la conocemos.

Ese juego magnifico que vimos al principio del partido, se perdió para siempre. La belleza del deporte fue corrompida y la razón: es porque en nuestros países subdesarrollados nos han enseñado que sólo los vencedores merecen gloria, pero a veces hay más mérito en saber perder, pero típico de los latinos que nos creemos más vivos que los demás y nos inventamos una mano de Dios que nos resuelve todo. Yo digo: ¡Viva las escuadras que dejan el nombre de su país y su continente en alto, aunque pierdan!, porque lo hacen con dignidad, juegan un juego perfecto y eso es lo que se admira. Ganar por ganar aunque se sepa que fue con trampa, no vale nada, y más si se cree que se está jugando por la gloria de un país y no la propia, porque la imagen que se lleva el mundo de esa nación que representa el tramposo, es muy pobre.

Un país no necesita victorias falsas, mejor son las victorias morales, después de todo es la mentira y las falsas ilusiones lo que tienen a Latino América como está. El futbol es sólo un juego, puede ser verdad. Pero qué triste es eso para los jugadores y para los que se dedican al deporte, porque como seres humanos, siempre buscamos que nuestras acciones tengan trascendencia, que signifiquen algo más, sino, todo sería vacio y superficial. En este caso, yo escojo creer que el futbol es más que un juego y que nuestros jugadores son nuestros embajadores ante el mundo y deben dejarnos en alto y cuando no, nos defraudan.

En este juego Uruguay vs Ghana, se le robó una victoria a un país que la merecía, no porque jugó mejor o por razones históricas con las que podamos simpatizar, sino porque ese gol que tapó la mano de Luís Suárez, había entrado y era el gol decisivo del partido. Pero esa mano – que no tiene nada de Dios porque no está orientada al bien y es tramposa-, esa mano que es una mano peluda  latinoamericana, se volvió a asomar y se interpuso para volver a hacernos creer que así se hacen las cosas, que ganamos ese juego y que es válido hacer lo que sea por ganar, hasta trampa. Que las reglas se pueden doblar y a veces si corremos con suerte, como cuando Gyan falló el penalti, pues, nos podemos salir con la nuestra. Y ese es el tremendo ejemplo que nos dio Suárez con su mano peluda. Que gran mentira volvemos a vivir los latinos pensando que ganamos …nos ganaron a nosotros, todos los vicios que nos tienen sometidos desde siglos y nos hacen vivir en el atraso.

Ghana ganó una victoria moral y sus embajadores volverán a su país sin copa pero sabiendo que jugaron bien, que hicieron todo lo que pudieron y lo más importante, con la admiración del mundo por su juego y la genuina pasión que mostraron. Los latinos al contrario, debemos hacer mucho autoanálisis si creemos que Suárez es un héroe, y debemos pensar mejor si esa mano es realmente una mano de Dios o una mano peluda.

manuel_pifano@yahoo.com

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