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Auge y Caída del Miss Universo

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De nuevo ganó Venezuela en el Miss Universo. De nuevo regresamos al país de la belleza, al país de Osmel, una fantasía neonazi de aliento chauvinista, forjada con ideas seudocientificas de desecho, en una mezcla tercermundista entre las teorías de Darwin, las tesis del Doctor Mengele y la solución final de Hitler.

 

En el fondo, el Miss Venezuela y Osmel Souza son el caballo de troya de un proyecto deshumanizado de discriminación social; son el rostro visible de una ideología miserable, derivada del tronco filosófico del racismo neolocolonial, cuyo objetivo se reduce al encumbramiento de un modelo corporal reñido con la realidad del físico criollo, para imponer el patrón idealizado y siniestro de una mujer simulacro, mitad frankestein, mitad cobaya de laboratorio, según los esquemas de la publicidad, el fashion, la dominación másculina, la cirugía plástica y la depuración higiénica de las especies.  

 

Así, las peores doctrinas eugenésicas vuelven a cobrar vida, gracias al impulso de los señores de las sombras, quienes gozan maniupulando nuestro inconsciente colectivo, desde el lugar del Mago de Oz, bien detrás de la cortina.

La eugenesia impúdica y paramilitar del Miss Venezuela impone agendas malsanas en la opinión pública, a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. La eugenesia geobelsiana del Miss Venezuela se legitima a través de un increíble sistema de propaganda, en perfecta sintonía con la complaciente red mediática, tanto privada como pública. Nadie quiere responderle, nadie se atreve a disentir, nadie puede discutir el alcance de semejante maquinaría de lavado de cerebros.

La eugenesia de Osmel Souza destruye autoestimas, mutila identidades y reconstruye alteridades, en pos de sus fines maquiavélicos de control y domesticación de las mentalidades femeninas, quienes tampoco se atreven a levantar su voz de descontento ante la expansión hegemónica del discurso moral de Miss Venezuela, según el cual, para ser querida y valorada, debes someterte a los sacrificios de la dieta, el cuchillo, la lipoescultura y el implante de una inteligencia artificial, abocada al conformismo, la complaciencia, el conservadurismo y la complicidad con el poder de la mafia del dinero, la política y la rancia aristocracia mundial, cual Boriz Izaguirre satisfecho de haber sido acogido por el estupido y frívolo jet set español de la revista Hola.

 

Las Misses son formadas para bajar la cabeza y para reirle los chistes malos a los poderosos del mercado negro, a los barones de la droga, y a los capitalistas corruptos como Donald Trump.

Las Misses son un rebaño de potenciales protistutas de la élite global, con redes en las altas esferas de la economía internacional.

 

Osmel Souza es el chulo, es la bataclana de un burdel sindicado de exportar, vender y comerciar la carne de cañón del Miss Venezuela hacia los harenes del medio oriente, donde ellas gozan de una vida de lujos y estudios pagos, a cambio de prestar sus servicios a los reyes, sultanes y jeques de la explotación petrolera. Por ello, Osmel Souza, tarde o temprano, será perseguido por la justicia. En la actualidad, varios periodistas valientes le siguen la pista al negocio sucio del bandido de la belleza.

 

Por desgracia, una de sus últimas adquisiciones acaba de ganar en el Miss Universo, todo lo cual le permitirá extender la vigencia de su patente de corso, para envilecer, pervetir y usufructuar el patrimonio nacional de la mujer criolla. Por fortuna, crimenes así no presciben y quizás algún día, en un mejor momento, rindan sus cuentas en los tribunales superiores.

Mientras tanto, la orgía de victoria sigue su curso populista, para afianzar conceptos retrogrados y deleznables, al servicio de los intereses de los empresarios y gobernantes en ejercicio.

 

Por ende, Hugo Chavez y Donald Trump celebran juntos y contentos el triunfo de Miss Venezuela en el Miss Universo, al grito unísono de “Dios salve a la Reina” y “Larga Vida a la Monarquía de los valores eugénesicos”. Esperemos pronto por la caída de sus cabezas coronadas. Cuídense porque vamos por ustedes. Es la ley de María Antonieta.

 

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