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Capitalismo, Una Historia de Amor: La Crisis de Michael Moore

Como el capitalismo tardío, como su Historia de Amor, Michael Moore atraviesa por una severa crisis de identidad, de credibilidad y de creatividad.

De un tiempo para acá, sus películas ya no baten “récords” de taquilla, ni son consideradas por la academia, ni son incluidas en la selección oficial de El Festival de Cannes, ni son estimadas por el consenso de la crítica internacional, ni son recibidas por el público,de manera pasiva, como tablas de salvación.

Incluso, un joven director le acaba de salir al paso con un documental demoledor,“Do As I Say””, donde lo condena por hipócrita y por ser incongruente con la predica de sus películas. Es decir, por enriquecerse a costa de ellas y de su discurso antineoliberal, altermundista y contracultural. 

Para el norteamericano común, para el ciudadano contemporáneo, es fundamental y necesario mantener una mínima concordancia entre lo dicho y lo hecho, entre lo expresado y lo concretado por las acciones personales. Nada nuevo, nada del otro mundo, pero tampoco la única manera de enfocar el tema de estudio.

De tal modo, acabamos por reducir el ejercicio del análisis audiovisual, a la redacción de un simple informe sumarial, a la escritura de un expediente judicial, cuyo memorial de agravios condene al acusado a la horca pública, al paredón de fusilamiento, a la picota de la Reina de Corazones, sin derecho a replica y defensa.

En pocas palabras, hacemos del género una burda crónica “ad hominen”, mejor o peor dependiendo de la calidad y del ingenio de la pluma o de la guillotina del verdugo literario en cuestión.

Los amigos del Norte, los colegas de la eterna guerra fría, son especialistas en dicha técnica de propaganda: pulverizar un argumento incómodo al identificarlo con su emisor, y de inmediato, proceder a atacar al cartero, a quemarlo, en lugar de intentar rebatir su mensaje a través del diálogo y del pensamiento.

Para muchos, es más fácil recargar el fusil, la metralla, en vez de profundizar en la materia y sentarse a discutir la teoría del film de tesis. 

Precisamente, a ello nos abocaremos a partir de ahora, con el perdón de los buscadores de respuestas sencillas y moralejas maniqueas de Globovisión, VTV, Tal Cual y pare usted de contar banalidades mediáticas.

La idea es aprovechar el espacio para evitar incurrir en los defectos y en las simplezas de los artículos de opinión, de los editoriales del ramo y de las columnas de nuestra polarización, sobredeterminadas y condicionadas por el calor de la campaña nacional por el reparto burocrático de la torta del poder.

Así, con tantos conflictos de interés de por medio, es imposible desarrollar un periodismo serio, equilibrado y de investigación,  porque siempre se termina de imponer la parcialidad por encima de la razón.

Por ende, los invitamos a revisar y a desglosar el último trabajo del polémico realizador de la serie “La Cruel Verdad”. Acompáñennos a descubrir sus virtudes y desaciertos, más allá de las famosas contradicciones del protagonista de la cinta, alrededor de las causas, los orígenes y las consecuencias de la reciente caída de Wall Street, segunda parte, secuela o continuación de la tristemente célebre depresión de los treinta, seguida por el hundimiento de los setenta y extendida hasta el capítulo de los bonos basura del año 87, el caldo de cultivo para un largometraje de Oliver Stone con Michael Douglas y para un brillante reportaje de Adam Curtis, “Mayfair Set”. Por apenas citar dos efectos colaterales del fenómeno cíclico de la montaña rusa de la economía de mercado. A la forma de “El Aviador” de Martin Scorsese, es un deja vu, un recurrente espacio de despegue y aterrizaje forzoso, devenido actualmente en catástrofe global.De ahí el inminente estreno de la secuela de “Wall Strett”:Money Never Sleeps. Disfruten de su avance. 

El vuelo descontrolado de “la avaricia es buena”, de la especulación en el mundo virtual del cálculo de ficción, se volvió a estrellar de nariz contra el edificio de la dura realidad, cual once de septiembre elevado a la enésima potencia. El cielo no era el límite, y la banca se “autosuicidó” como un piloto kamikaze, en un acto de terrorismo financiero con un saldo de muertos, víctimas y daños todavía por cuantificar, a la escala del terremoto de Chile, multiplicado por un sismo de alcance planetario.

Allí entra, entonces, la cámara de Michael Moore para medir su impacto social, su longitud de honda, su contexto y el tamaño de sus escombros, residuos y despojos.

Según el cineasta, el epicentro reside en la bolsa de Nueva York, y de ahí se expande al resto de los continentes, como fichas de dominó.

Los culpables del cataclismo son conocidos por todos, y el realizador se limita a desenmascararlos con pruebas y evidencias.

Brillante su forma de dejar al desnudo el gabinete económico de George Bush, conformado por puros peones y alfiles del ajedrez de Goldman Sachs, como el secretario del tesoro Henry Paulson y sus accionistas, quienes se pagaron y se dieron los vueltos con el plan de salvamento aprobado por el pacto de punto fijo de la cámara de Senadores( cuyos errores costaron carísimo a la nación).

Emocionante el alegato de los diputados del partido demócrata obligados, casi por la fuerza de las armas, a votar a favor de la moción en rescate de los ladrones de cuello blanco.

Sin embargo, el paquete completo es, a grosso modo, redundante y repetitivo, como un derecho a replica a destiempo.

Meses antes, Alex Jones había descrito,con más profundidad, la naturaleza del desastre en el devastador “La Caída de la República”, implacable al denunciar la deuda de Barack con la catástrofe de W. Por ingenuidad o por ligereza, Moore coquetea con el caudillo afrodescendiente, al concederle el beneficio de la duda. Lo complace, lo respeta y le permite lucirse con su promesa de “Yes We Can”.

Las víctimas de la ruina también respiran el oxígeno entubado de lo predecible, dentro de la ecuación binaria de costumbre: oligarcas malos, asalariados buenos.No existen proletarios y sindicalistas mafiosos en la pintura kistch, de tintes “Rockwellianos”,de la clase obrera según el credo de Michael Moore.

Le celebramos su capacidad de conmovernos con el testimonio de los clientes estafados por la ola de la especulación inmobiliaria.Le discutimos su vocación de exaltar al reino de los cielos, de glorificar a huelguistas,tomadores de fábricas y dueños de coperativas, por medio de un fresco similar al de las cuñas de la revolución bonita “en la nueva PDVSA” y a la luz de las misiones. Sólo faltó el cierre con la tapa de “Ahora Venezuela es de todos”. Por enésima vez se reitera el cliché de “Octubre” y la pedagogía infantil de Cantiflas en formato panorámico de largometraje Pixar.

Por tanto, el desenlace concuerda con el happy ending de “Monsters INC”. Un marxismo para niños, como de tira cómica patrocinada por el ICAIC de Cuba y gestada por Juan Padrón. “Vampiros en la Habana” parte III, luego del éxito de su segundo remake, “Sicko”.Definitivamente, Michael Moore debería pedir trabajo en La Villa del Cine.De gratis funge de Goebbels para los hermanos Castro.    

Por último, la fórmula para resucitar al capitalismo de sus cenizas, como el ave fénix, es la democracia, en vista de su conversión en una distopía absolutista, cercana a la monarquía de una plutocracia de élite.

En consecuencia, dos horas pasan y se consumen, como palomitas en estreno de la semana, para derivar en una verdad de Perogrullo, en una conclusión trillada de mitin de la oposición, de Yon Goicoechea en esteroides.

Por supuesto, la invitación a redefinir el capitalismo es válida. Lo complicado y lo refutable es señalar un camino harto transitado y seguramente incierto. ¿ La democracia por sí sola nos salvará del vacío, del foso, del hundimiento? Las pruebas afirman lo contrario. Verbigracia, la contundente reflexión del sociólogo Vicente Verdú en su Libro, “El Capitalismo Funeral”, publicado a raíz del naufragio de las hipotecas “subprime”. En lo personal, prefiero su epílogo desalentador al lado del colofón de Michael Moore a la usanza de “Precious” , “The Blind Side” y “La Princesa y el Sapo”. 

Al respecto, comparto con ustedes una cita del mencionado autor español:

El actual sistema de representación política vale tan poco, es tan ignorante, ineficiente y corrupto como para haberse revelado cómplice, antes y después, de todos los intermediarios improductivos unos, estafadores otros, que han llevado al desempleo, la miseria y la desesperanza de medio mundo sin que todavía acierte a afrontarlo ni aplicarle solución.  

¿Cómo responder? ¿Qué hacer entonces? Son preguntas para responder y debatir en colectivo al margen del círculo vicioso de Michael Moore, resignado a morderse la cola por los siglos de los siglos. Desgraciadamente, su narcisismo lo delata, lo revela como un espejo deforme de su imagen de outsider, y lo convierte en una presa fácil de sus detractores.

Al final, no queda otra salida distinta a identificar su debacle o su crisis con la de sus películas recientes. Él mismo se lo busca y lo consigue.   

 Antes la imagen de Moore era ilustrativa de su estado económico. Así fue con “Roger and Me”, cuando saltó al estrellato con su porte humilde y modesto de “working class hero”. Llevaba zapatos de goma, una gorra de béisbol, una chaqueta de pescador y unos blue jeans de “K Mart”.El uniforme de trabajo del norteamericano promedio. Todos le compramos su brutal sinceridad en una genuina obra maestra. Había nacido un vocero de nuestro descontento, un emisario de nuestro desconsuelo, un defensor de nuestros derechos, un mesías de nuestro calvario con el aura de Bruce Springsteen. Pero no por mucho tiempo.

Con los años, el hermanito de la caridad del cobre, el hijo perdido de la Madre Teresa de Calculta, comenzó a agarrarle el gusto a la fama y al dinero, mientras subía de peso al compás del incrementó de su cuenta bancaria.

Irónicamente, el mercado descubrió en él a una nueva fuente de ingreso, a la gallina de los huevos de oro, al caballo de Troya de la infranqueable e impermeable demanda de la contracultura.En dos platos, toda una franquicia subversiva como la revista «Adbusters», para el target de lo cool, de la burguesía bohemia, de los chicos sandalistas de «Tiuna,el Fuerte» subsidiados por el gobierno.Remember Avila Tv y La Hojilla.  

La oferta de la rebeldía como negocio inauguró con Moore su séptima edad del Rock, del Heavy Metal: la de llenar estadios, salas, foros y arenas con un simple documental de miles de dólares. Axel Rose es un niño de pecho ante la descomunal avidez de reconocimiento y rentabilidad del creador de “The Big One”.

Hoy, Michael Moore es una impostura, un disfraz demagógico, como la caricatura del portugués del abasto, vestido con harapos para disimular y despistar, pues guarda millones en la caja fuerte, como el señor Scrooge.

 Por algo, pudo darse el lujo de compartir una botella de tequilla con Hugo Chavez, en la suite presidencial de un Hotel de ricos y potentados, durante su estadía en el Festival de Venecia, para estrenar “Capitalismo, Una Historia de Amor”. Título maravilloso para resumir el actual estatus de la pareja constituida por el Teniente Coronel y su rollizo colega. 

Así retornamos,inevitablemente,al punto de partida.

Con la marcha clavada en el retroceso, Michael Moore es el mejor símbolo del extraño funcionamiento del capitalismo. Él es, en realidad, la mejor encarnación de la validez del sueño americano. Inconsciente o conscientemente, es su mejor propagandista.

¿Alguien dijo socialismo, socialismo del siglo XXI?

Por favor, no me hagan reír.

El capitalismo  le permite producir su película en condiciones de ventaja, y hacerse millonario desde su crítica, tragándose como tiburón de la comunicación a los peces más pequeños del estanque de las carteleras nacionales, foráneas y locales, cual artículo de consumo para audiencias sofisticadas y esnobistas.   

El comunismo mataría por igual o semejante grado de tolerancia y permisividad con su disidencia.

Por lo demás, Michael Moore no pega una desde “Boliwng For Columbine”. Luego vino “F-9/11”, una “Palma de Oro” abucheada por inmerecida, y el desencanto ante la emergencia de un panfleto tendencioso. En paralelo, Bush le cayó la boca a su archirival, al vencer a Kerry en la contienda por la reelección. El documental no melló la popularidad del líder republicano, sino la reforzó. Posteriormente, surgió “Sicko” y tampoco complació a propios y extraños, por exagerada, sensacionalista y parcializada.

Ahora es el momento de “Capitalismo, Una Historia de Amor”, donde la crisis de Michael Moore devela los síntomas de una enfermedad terminal, a caballo entre la esquizofrenia y el agotamiento senil, entre la mitomanía alucinada y la asfixia por tragar de su vomito, entre la decadencia de su empresa quijotesca y su obesidad sanchesca de devorador de la competencia, entre la muerte lenta y la agonía de su modelo de hacer cine.

Aparte, extrañamos la picardía de su humor negro, atascado y entorpecido por un hueco, un hiato de chistes malos. Triste el destino de un bufón deprimido y deprimente.

Ojalá recupere pronto el pacto con la lucidez, por el bien de los suyos.     

De lo contrario, le auguramos un futuro gris en el cementerio de los dinosaurios de la izquierda caviar, junto con Ramonet, Galeano, Pino Solanas, Luis Britto, Román y José Vicente Rangel. 

¿Paz a sus restos?

El tiempo dirá.

Good Bye Mister Michael Moore

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