[an error occurred while processing this directive]



   

Sobre "Crónicas de héroes y bandidos"
de Andrés Oppeheimer

-Jesús Nieves Montero
<[email protected]>


    ¡Qué problema con lo latinoamericano! Parece ser que esa construcción de identidad es nuestra principal razón de ser en el mundo y, lastimosamente, se va convirtiendo en excusa para dejar de establecernos y desarrollar metas reales: pensamos, discutimos, escribimos y practicamos lo que vamos considerando que es lo "latino" y se nos va la vida.

    Hay gente que considera que Ricky Martin y sus discos vendidos son una muestra arrolladora de nuestro avance por "conquistar" el mundo, o los jonrones de Sammy Sosa (por cierto, caído apenas el martes en desgracia al encontrársele corcho en el bate), las veloces carreras de Ana Gabriela Guevara, una revolución local que según sus promotores será el modelo a seguir por el resto del mundo en el futuro, un colombiano reinando, por artes de un motor BMW, en Mónaco. De un lado más radical se encuentran aquellos que consideran que nuestra esencia está solamente en los indígenas y a eso debemos volver, la literatura de vanguardia brasileña en su tiempo y, más cercano a nosotros, el movimiento de Chiapas celebraban este punto de vista.

    Enfrentados a la vida real, los intelectuales por otro lado (que no es ni el uno ni el otro sino todo lo contrario), pasaban imaginando otros constructos en los cuales se condensaba, se armaba una identidad de mentira, una especie de programa que una vez terminado nos sería vendido y todos aceptaríamos con el grito de eureka esparciéndose en la boca como fudge de chocolate: ¡estos somos nosotros! Marshall Berman lo dice en "Todo lo sólido se desvanece en el aire": ‘en el siglo XX los intelectuales del Tercer Mundo, portadores de una cultura de vanguardia en unas sociedades atrasadas, han experimentado la escisión faústica con especial intensidad’. Tienen una cultura dinámica, la sociedad está estancada y tienen que dividirse entre la vida interior y exterior. Por eso, con justificación teórica y todo, me abstengo de tomar algún libro de Octavio Paz, un ensayo de Uslar Pietri o cualquier otro texto intelectual para hablar de lo latinoamericano.

    Mucho más cercano, no a la verdad pero, digamos, a un rango que tiene la apariencia de serlo, está Andrés Oppenheimer en sus crónicas. Será porque la opinión del intelectual ha perdido valor en general y nos hemos acostumbrado a que sean los periodistas quienes moldeen la opinión pública o será porque uno ve a Oppenheimer en CNN o lo lee en El universal y es un gusto ver cómo desenmascara a los políticos del subcontinente, no importa. La cosa es que las crónicas del libro son el segundo tomo del manual de zoología fantástica de Borges, y no exageramos.

    En un momento estamos con el zar antidrogas de México, el general Gutiérrez Rebollo y conocemos que, a lo mero charro, tenía esposa, dos amantes y, para mantenerlas, todos sus decomisos y operativos eran una defensa institucional al Cartel de Juárez frente al Cartel de Tijuana (buen uso hizo Steven Sodeberg de esta figura en su película "Traffic"). Y en el texto siguiente conocemos, jugando en un casino en Panamá, llevando siempre efectivo (“¿por qué iba a querer pagar intereses sobre una tarjeta de crédito si tengo efectivo?”), esperando su retorno, a Abdalá Bucaram, el excéntrico presidente de Ecuador que, entre otras cosas, cantó con el grupo de rock uruguayo "Los iracundos", regaló canchas deportivas a otros países mientras en el suyo se morían de hambre y, más recientemente, mandó a abalear al Bolillo Gómez, el técnico de la selección ecuatoriana de fútbol por no incluir a Abdalá Jr. en la convocatoria.

(¡Y nosotros soñando con estar en vías de desarrollo!, sumo y sigo)

    Vemos como "el último bastión de dignidad latinoamericana" (Chávez dixit), Fidel Castro, envía, en verdaderas encomiendas negreras, bailarinas exóticas a Mérida, México; a un grupo de corruptos haitianos que juegan lánguidamente en un casino mientras una fuerza militar multinacional invade la isla para garantizar el regreso del señor Aristide, presidente constitucional de aquél país; conocemos que en la época de Fujimori se puso de moda en Perú operarse los ojos para parecer japonés y comprar documentos falsificados (¿ven que vamos llegando a nuestra esencia cotidiana?) que los acreditaban como descendientes de nipones; el presidente que sucedió a Noriega no se concentraba porque estaba casado con una chica más joven que él en unos 20 años y como la residencia presidencial se encuentra en el palacio de gobierno, este mandatario enamorado suspendía reuniones para subir al tercer piso y cumplir deberes conyugales; el presidente Alfonsín, nos cuenta Oppenheimer, para ahorrar, viajaba coleado en aviones de otros presidentes a los encuentros internacionales.

    Voy a dejar fuera la reseña otras crónicas interesantes y tiene que ser así, pero hay tres más que no puedo saltar. "La guerra de los brujos" nos relata cómo el segundo hombre del ejército panameño después de Noriega, el coronel Díaz Herrera, de carta a carta, a péndulo, a bola mágica, a consultor espiritual fue convenciéndose de que había que hacer públicas todas las irregularidades de "Tony", lo cual desembocó en la invasión norteamericana que removió del poder al capo del canal. "Los venezolanos van a la Meca" nos recuerda (espejito, espejito) que en fecha tan cercana como 1993 había compatriotas que iban a Miami ida-por-vuelta, el mismo día, para hacer compras y jugar al bingo en aviones de Servivensa. "Borges" es una entrevista al maestro de la ficción, en la cual lo tenemos desbocado, justificando las razones políticamente correctas por las cuales no le dieron el Nobel, se queja porque le preguntan sobre los primeros habitantes de esta tierra y arremete contra el entrevistador "¿por qué insiste tanto en un tema tan exótico como los indios? ¡Usted parece boliviano!"; dice que la solución del problema de los negros en la sociedad norteamericana es que regresen a África y justifica todo el proceso colonizador diciendo que está de acuerdo "si la violencia se utiliza en nombre de la cultura".

    Es un libro de libros este que tengo en mi mano, lo recomiendo.

    Pero cerremos el círculo. Si nos preocupaba que nuestra tierra es materias primas, cantantes pop, béisbolistas y políticos incapaces es peor de lo que creemos, "Crónicas de héroes y bandidos" lo demuestra. Hay gente que apelará, de manera vomitivamente resignada, a decir que le produce ternura la locura de un primer magistrado, el empujoncito de la droga a un candidato presidencial colombiano y que en el caso de Panamá uno no debe creer en brujas pero de que vuelan, vuelan. Otros tendrán rabia o confusión y gritarán con Fito: ¡Y nadie sabe cómo vine a parar yo al Tercer Mundo!

    Que cada quien tome su camino, ya les contaré mi receta para enfrentar esta "angustia cultural", pero, me creo en deber de recordárselos: no nos queda el consuelo de llorar, porque podríamos caer en uno de los que debería formar parte de nuestros terrores cotidianos: convertir nuestra vida en una novela de Delia Fiallo de manera formal, cuando muchos de los elementos nos rodean rogando por un momento así, satén rosa, para configurarse.



   

¿Está de acuerdo con Jesús o no coinciden? Visite el foro de libros de Panfleto Negro haciéndo clic aquí


[an error occurred while processing this directive]