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El abrigo


     Te digo que salimos del metro y luego luego tomamos el micro, iba casi vacío. Igual y si nos vistes porque Marcela llevaba su abrigo rojo, el ridículo ese que le regaló su jefa el día de sus quince, no hace mucho pero lo usa tanto que el abrigo parece reliquia.

     “Pinche abrigo piojoso”, le digo cada vez que la veo con su trapo viejo.

     ¡Te vale madres!, ¿no? –dice riéndose-, ¡es muy mi garra!.

     Todo por ese abrigo si no me cáe que no pasa nada.

     Ayer fuimos al cine, salimos como a las ocho y pasamos a los tacos, el “paisa” me dijo que tu y el Tony se acababan de ir. La Marce ya se había comido como cuatro y yo iba en el noveno cuando de pronto se armó la bronca. Un guey que pidió y pidió y a la mera hora no traía lana, o no quería pagar, quien sabe como estuvo. Entonces el Paisa que se la hace de pedo y que saca el cuchillo, el mismo con el que despacha, un pinche cuchillote mendigo el desgraciado. Pero el otro cabrón era un judas o algo así porque traía una fusca guardada en el pantalón. Nomás vió que se le venía el Paisa encima con el cuchillo en la mano y que le dispara, nomás uno pero bien colocado.

     Bien rápido que se juntó la gente pa´ ayudar al Paisita pero se estaba desangrando un chingo. El de la fusca se nos quedo viendo y que se echa a correr, y ahí van los chalanes tras él. Yo estaba viendo todo cuando la Marce me dijo : ¡Vámonos pinche Fifi, vamonos! Yo pensé que se había asustado con la sangre y nos fuimos bien rápido, la Marce corría y no la podía alcanzar. Después de como cinco cuadras se paro y se empezó a reír y a reír, se cagaba de la risa ella sola, se agarraba la panza y se reía más. Estaba como loca la cabrona, ya le iba a dar sus buenos cates cuando se abrió el abrigo y me enseño el canasto.

     ¡No buey, eso no!, me enseño el canastito donde el Paisita guardaba la lana del puesto. Lo había agarrado en medio del borlote, harto billelle de veinte y de cincuenta.

     ¡Pinche ratera cabrona!, le dije y p’os yo también me empecé a carcajear como ella.

     Después de tanta pinche risa nomás nos vimos y los dos supimos que hacer, nos fuimos p’al cinco letras. No al que habíamos ido la otra vez que te conté, ahora fuimos a otro más chingón, de esos que ponen tualla blanca en el baño, sus jaboncitos perfumados y toda la cosa. Al principio no querían dejarnos entrar que por la edad, se pusieron mamones pero nomás vieron la lana y hasta querían llevarnos madre y media al cuarto, pedimos una cerrada con hielos, cocas y sus tehuacanucos, unas pinches papas que disque a la francesa (eran unas pinches papas fritas) y unos tabacos.

     La estábamos armando chida con el chupe y la botana, apenas eran las once y nos quedaban como tres horas. Después de tres cubas yo ya estaba bien filoso y la Marce no se empedaba, a la cuarta o la quinta ya no me acuerdo, que preparo las cubetas bien cargadas y que nos empedamos los dos. Ya entrados en calor la Marce quiso hacerlo con todo y abrigo que porque así lo había visto en una película cachorra de las que tiene su carnal, que disque de más caché ¡puto abrigo!, ¡ya lo sueño cabrón! Pero ni modo ahí va con todo y abrigo rojo. Pa´ no hacerte el cuento largo después de aquellito le dimos cuello a la de Don Piter y que nos quedamos jetones. Jetones, pedos y encuerados, imagínate.

     Yo estaba durmiendo bien chingón cuando como a eso de las seis que me despierta la luz de la ventana. Ya estaba amaneciendo.

     ¡Marcela ya amaneció! -que la despierto.

     ¡Ora si nos va a cargar la chingada, tu jefa de seguro ya se levantó!

     ¡Apurale! ¡Apurale!

     Se paró de volada, apenas se vistió, me lavé la cara y nos salimos corriendo. Ya ni las tuallas ni los jabones agarramos. Le dije que tomáramos el metro para llegar más de volada a su casa y no se diera cuanta su jefa. Ya luego es cuando te dije que salimos del metro y tomamos el micro que va a la Peni. No quiso que la acompañara a su casa, se bajo antes que yo y ya no supe que pasó hasta que el Tony me lo contó hace rato.

     Dice el Tony que llegando a su casa ya estaba la tira esperándola, la reconocieron porque traía puesto el pinche abrigo mugroso ese y todavía traía el canasto con dinero, la agarraron de volada. El guey ese de la fusca la acusa de que ella planeó todo, que ella quería robarle lo de la venta al Paisa y que le iba a dar su mochada, ¿cómo ves? Y dicen que el Paisa se enfrió y nomás no declaró nada.

     ¡Hijos de su pinche madre!, y yo aquí sin poderme mover por la madriza que me dió el ruco hoy en la mañana que disque por no llegar a dormir a la casa. ¡Puta suerte! Pero nomás que me componga, van a ver. Voy a visitar a la Marce y aunque no quiera le quemo ese piche abrigo salado, ¡me cáe de madres, me cáe!

-TLACUILO
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