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Sobre “Un fantasma portugués”, de Miguel Gomes

En el capítulo en el cual Bart Simpson intentaba llegar a la presidencia de su clase, Homero, su padre, decidió ayudarlo con los carteles que promocionaban su candidatura. El texto que idearon para este fin decía en letras grandes en la parte superior “SEXO”. Abajo, junto a la foto de Bart se leía: “ahora que llamamos su atención, vote por Bart Simpson”.

Elucubrando y apoyado por al menos tres de los relatos de “Un fantasma portugués”, uno piensa que bien pudo llamarse así el libro, “Sexo” o “Arte y sexualidad en la cultura occidental”, de Miguel Gomes, este último título de un libro al cual hacen referencia algunos de los personajes. Pero claro, se utilizaría sexo sólo para agregar “ahora que tenemos su atención, acérquese a este ejercicio literario.”

“Cuesta escribir cuando las emociones siguen tan vivas que muerden”, comenta un personaje del libro y es una especie de advertencia, no ha pasado más de una semana desde que terminé de leerlo y algunas de las implicaciones de los relatos, seguramente, me surgirán cuando tenga que releerlo y ver mis subrayados. Con una mezcla entre una buena guía de viajes y las páginas rojas del periódico, el libro de Miguel Gomes nos muestra ciudades como Caracas o Nueva York donde transcurren historias en las cuales los personajes se mueven, con la misma pasión, hacia el orgasmo sexual, la erudición literaria, la infidelidad o el comienzo de una nueva vida en el país de nacimiento de los padres.

En sí mismas, las historias son atractivas, pero la delicia de seguirlas hasta sus desenlaces está en escuchar a narradores que sienten placer en reflexionar acerca de esa acción, a veces, hasta se justifican por embarcarse en esa tarea: “Escribo porque hablar me parece imperfecto; nunca encuentra uno la oportunidad adecuada y, si la encuentra, no aparecen las palabras necesarias.” Se nos aclara que los relatos no están hechos solamente de palabras, no son vida pero aspiran hacerlo, por eso otro de los personajes, al hablar de la sensación que le producen sus relatos dice. “... esas palabras que tenía enfrente eran yo mismo, lo único que quedaría de mis experiencias y humores, lo único sagrado a lo que mi vida de regular guy tenía acceso...”

Henry James comentaba que la literatura debía hablar de lo particular y extraño de la vida, y de eso no carecen los seis relatos del libro de Miguel Gomes, sea en la forma como el cunnilingus, tanto la palabra como la práctica pueden obsesionar a un hombre o en la mirada devota para la creación de un personaje como Sebastián da Silva a quien vemos sestear y deslumbrar en el ambiente esencialmente aburrido de los congresos de literatura.

Las pequeñas reflexiones van apareciendo mientras se avanza en la lectura. “La infidelidad me parece detestable”, dice otro de los narradores de Gomes. Apreciamos que tenga ese rasgo en común con el autor y que trascienda las pasiones de la carne para acompañarlo en las escriturales: este es un libro de relatos que es fiel (y celebra) el acto mismo de narrar, la selección, jerarquización y distribución de personajes y situaciones para tratar de simular los mecanismos que hacen funcionar la vida.

Lo he mencionado antes, pero debo repetirlo: en muchos sentido se trata de un libro de viajes y, en ocasiones, es contrastar la experiencia personal con la del otro viajero que se ha decidido a escribirla el gusto que se saca de estas lecturas. Lo demás es rendirse a la travesía, porque yo he caminado varias veces por la calle 42 de Nueva York y vi los anuncios de las casetas de sexo en vivo y he agradecido que, como no me atreví a entrar, Miguel y, en especial, Fernando Ramírez, el personaje del primer relato, entraran por mí y me contaran de catiras gringas y morenas dominicanas y me llevaran por las obsesiones que se van sedimentando en la mente y que sólo se reconocen después de un libro o, lo que en ocasiones es lo mismo, una vida completa.