Este sitio se vería mucho mejor con un browser que soporte estándares web, pero es asequible para cualquier dispositivo con navegador de Internet.





El amor cesa

Todo se pasa, el amor cesa, llega la quietud y las flores caen de sus tallos, luego se descomponen, avanza la tarde, se duerme el mundo y yo quedo lenta y mortecina como el otoño.

Me voy a dormir a mi manto de hembra. aquí busco mi rancho amplio de paz. aquí vivo, crezco, soy feliz. dejo el hielo a mis hermanos entumecidos, dejo el sol a las lluviosas horas de las ansiosas.

Me quedo quieta girando acompasada al ritmo ciego del cuerpo, al ritmo de las eras que se suceden, acumulando la tierra sobre mí, como si el polvo se depositara leve y tenue y pasaran cientos de miles de años, millones, y yo siguiera semienterrada, sedimentada.

Miro con los ojos de la vida corporizada en ramas y hojas, con flujos de clorofila. soy un humus impregnado de humedad y olor a tierra. soy tierra umbría, tierra de sombra.

No comparezco más ante nadie, ningún hombre me convoca, sólo mi ritmo, sólo lo tenue que cae como rayos de luna, como sombras que se escurren, sin cuerpo, sin razón.

Dejaré a un lado mi nombre, mi conciencia ya no está partida, ya no escucho voces internas, ni se me desdobla el alma por la exigencia de ser alguien, por la demanda externa a justificarme. como una fruta madura segura del sol, con el tiempo vencido, juegetona en el ocaso, estoy enterrada como una diosa junto a tu amor.

No entiendes de miradas sutiles ni gestos loables, no das claridad al mausoleo mas oculto de esta necropolis donde el frio mas frio ni el beso mas expreso despierta mi ilusion de su largo letargo,,que mas da, egoista efimera beldad ,no hay duda el camino no es otro me diluire en vital liquido y seguire la senda de tus venas

Amada mía aun cada vez que te pienso, me imagino estar tomando tu sonrisa, usarla como afilado cuchillo para cortar mi aliento; aún más tomar tus manos y estilarlas como piedras para cercenar mis venas... ¿Que tanto te amo?... ¿Que tanto te pierdo?... O ¿Por cuanto de ti muero?... es dificil para mi contar la superflua admiracion que pueda recrear de mi existencia, es poca para reflejarla ante los ojos extraños que tal vez deseen observar con indiferencia un alma retraída.

Sueño de Otro

Llegaste a pensar, por un momento, que todo acabaría tan rápido como comenzó. Una vez más, te equivocaste. Ese deseo, casi irreprimible, que tenemos por derramar la sangre del otro, de llenar nuestras manos de ese líquido precioso, rojísimo, fue más fuerte que toda la inocua educación que trataron inútilmente de arraigar en tus entrañas durante años. Y es que siempre fuiste ni más ni menos que esto, un alienado, extraño exiliado de este mundo, lobo de la estepa silenciosamente esperando... sólo esperando. Llegaste temprano, limpísimo, ordenadísimo, perfumado como de costumbre. Siempre te ha dolido más ensuciar tus ropas que tu alma. Después de observarla durante un rato eterno, casi irreal, después de recordarla como solía ser, tan inequívocamente llena de vida, hermosísima, absolutamente perfecta, decidiste que sería mejor conservarla así, dormida, reposando tranquila en tu memoria, olvidada de todo y de todos, por los siglos de los siglos, tuya. ¿Qué más podías hacer? Es un poco tarde para hacerte esa pregunta. Te regalaste la asfixiante y morbosa sensación de acariciarla por última vez, su piel de porcelana parecía romperse entre tus dedos sedientos de venganza... quisiste besarla pero aquel instante hubiese acabado con tu magistralmente delineado plan. ¿Por qué tuvo que hacer lo que hizo? Despreciarte de esa manera... tantos años de dedicación, de consuelo, en los brazos de aquel fantasma que jamás consiguió asesinar. Mentir así, de esa forma tan insolente, acostarse noche, tras noche, tras noche... siempre la misma noche... a tu lado, fingiendo sentir el calor que jamás emanaste, soñar a ese otro dentro de ella misma, a tu lado, otro que debiste ser tú... No cabía la menor duda, merecía todo lo que estaba por suceder. Después de todo, y para el bien de tu conciencia, nunca te quiso... ni siquiera un poco. Aquellas alucinaciones que la perturbaban no eran más que los terrones de frustración cayendo sobre su cerebro, aquellos que le recordaban que se había entregado eternamente a tu mediocre vida. ¡Pobre avecilla destinada a morir en aquella jaula privada de la agitación a la cual fue adicta! ¿Qué fue del viento que al rozar sus mejillas hacía aquel sórdido estruendo?¿Qué fue de la luz que atravesaba diagonalmente sus pupilas para enceguecer su tristeza? ¿Cómo pudo entregarse, noche tras noche, al helado cuerpo que ahora se precipita sobre su mal llamada vida? Era imperdonable. Ni siquiera el inmenso e inalterable amor que te consumía por dentro era capaz de perdonar aquella traición... pues la traición es la única verdad que nos confronta con nosotros mismos, con todas nuestras limitaciones y carencias, nos hace preguntarnos y replantearnos en la nada absoluta que somos... y peor aún, es el único espejo que hace vernos en quien alguna vez soñamos ser. Un solo corte. Exacto. No puede ser preciso, debe ser exacto. Un limpio y perfectísimo corte que la separe de esta mala vida para siempre. Tenía las pijamas húmedas. Seguramente por aquel sueño de otro. Podías percibir el dulce aroma de la traición, penetraba hasta tu cerebro, incendiándolo en el más podrido odio y haciéndote más consciente que nunca de lo que estabas a punto de hacer. La locura jamás destiló tanta lucidez... ni el veneno tanta dulzura... Amor, amor... ¿Por qué me has abandonado? Tienes sed y sin embargo no hay nada en este mundo que pueda apagar este deseo descomedido de darte tu puesto. Rey y señor... por primera, por última, por única vez... no te importa. Una vez es suficiente. Su obra... toda su obra para aquella sombra, todos sus ratos de vigilia, todas sus letras, todo su genio... todos sus besos, todas sus caricias fueron entregadas a otro destinatario... Absolutamente todo fue siempre para otro, ese otro que te empeñas en pensar que eres tú. Tuviste que sentir, en tu propio cuerpo, aquella hoja perfectamente afilada antes de proferir tal daño a tu amada... ¿Gris?

¿Quién pudo atreverse a darte tal adjetivo... a calificarte de tan asquerosa manera? En lo más profundo de tu ser sabías que aquel humo ensordecedor, alguna vez estimulante que solías llevar como perfume, acabó por colorearte, a su antojo. Gris, igual que él, siempre gris, sólo gris. Era una mentira, ¿sabes? Una gran mentira... le decías una y otra vez, y ella, indefensa por el somnífero que habías mezclado la noche anterior con la poca comida que ingería, no podía más que oírte desde lejos, distante, surreal... Jamás se enteraría, siquiera, que fuiste tú quien finalmente acabó con su miseria, esa miseria que ella misma escogió para sobrevivir. Pero estabas ahí, más que nunca estabas ahí a su lado y sin embargo había algo que no terminaba de encajar. Era tan bella... tan absoluta e irrepetiblemente hermosa que te preguntabas dónde podrías conseguir otra igual, al menos parecida. Una que se rindiera a tus pies y aceptara voluntariamente entrar en tu jaula... una que entrara a voluntad y no escapando de los errores de otro, no para esconderse de la terrible realidad de aquel con quien soñaba ahora mismo... Iba a ser difícil, ciertamente, pero esa pequeñez no podía entorpecer tu siniestro plan. No ahora. ¿Cuántas veces escuchaste aquella frase? No ahora, amor, no esta vez... Resonaba en tu interior y llegaba a descontrolar la silenciosa y perturbadora calma que te hacía actuar de forma tan desalmada. Sólo tenías un deseo... que aquel maldito que había desfigurado tu felicidad pudiera verte ahora... con todo el poder en tus manos... poder sobre ella, sobre él, sobre ambos... poder absoluto sobre la felicidad que jamás les sería concedida... Y fue entonces cuando tu sangre se tornó helada y tomaste la fuerza y precisión para realizar tu obra. Perfecta. Magistral. Inmaculada. Música de fondo, recuerdos cayendo sobre tu alma a borbotones, incapaz de sentir más que el vacío a tu alrededor... Se acabó. Todo ha terminado. Ha terminado tu angustia y tu desesperación, tu vida y tu muerte se conjugan ahora en una sola y perfecta pieza indestructible, han terminado las horas en vela, llorando amargamente el amor que prometió llegar y nunca lo hizo, lagrimas por el otro, vida del otro, agonía eterna sincronizada con los ya extintos sonidos de tu corazón... Por primera vez fuiste tú, pequeño lobo asustadizo envuelto en el apestoso humo que fue tu vida, quien decidió autoritariamente el siguiente cruce que tomaría el destino.

Diosa Terrena

Ella era bella, esbelta, de ojos color violeta; pero se sentía una “cosa viviente”. Sus admiradores (tenía muchos), antes de mirar su exquisito trasero; la consideraban un “objeto”, algo así, como un árbol frondoso, pero ardiente, lleno de lava. Era dueña de unas largas, y bien torneadas piernas blancas; que al caminar arrancaban suspiros de los existentes. Cuando movía sus caderas, era un vaivén de locura; parecía que se regocijaba el universo. Sabedora de ese poder que otorga la naturaleza a ciertas personas; se sentía un puñado de carne hecha para el amor. Era el placer mismo. La muchedumbre le rendía pleitesía a la dama del ensueño. Las mujeres citadinas la miraban con envidia, y una rara admiración. Pero, Cliceria, así se llamaba la preciosa; se sentía vacía, sola, temblorosa, llena de pánico,... una cosa. Odiaba las lides del amor/ Detestaba ser penetrada/ No le interesaba ser el blanco de las miradas ardientes/ No le gustaba posar sus labios en otros locos de amor/ Le disgustaba los vulgares y elegantes piropos/ A ella, Cliceria, sólo le gustaba mirarse en el “espejo azul”, de su recámara; abrir la ventana, y sentirse una “cosa viviente”, palpitante de tanto ser...