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Reflexiones del Maestro Z
(parte I)

-Homero de la Mole
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MUNDO SENSORIAL

   Configuraciones gramaticales, barreras del idioma, dialecto... ¡estamos atados!... no hay principio ni final en este nudo al que llamamos lengua... ¡El peor ¿adelanto? hecho por el hombre!. Lo digo porque a menudo pienso que no fue más que la primera ocurrencia de aquél que no se soportaba a sí mismo, y quizá, como ninguno de nosotros soportamos nuestra carga y no podemos quitárnosla de encima - como camello al fin - es que solemos refugiarnos en un mundo aparentemente perfecto. ¡De cuantos males nos habríamos librado! del caos, de la putrefacción, de las religiones, del glamour, de altas torres de libros que nos adhieren cada vez más a un "yo" preestablecido. El lenguaje no es más que un pacto hecho por nosotros mismos antes de nacer con nuestro difunto dios. Es decir, pareciera que una parte muy oscura de nosotros dijo lo siguiente: "Yo te sacrifico a ti magnifica energía, sacrifico mi originalidad, mi autosuficiencia, y todo cuanto he sido hasta ahora, a cambio de un nombre en particular, de un MTV, de una chica Barbie, de una chaqueta Tommy, y de todo cuanto sean capaz de imaginar el resto de los hombres". Desde aquél momento dejamos de ser nosotros mismos y estamos atados a toda herencia... algunos buscan aún su esencia, unos en sabidurías milenarias - como solía hacerlo yo -, unos en la depravación - al menos se han superado mucho más que los puritanos -, otros en la meditación - cuyo efecto es el mismo que cualquier alucinógeno -, etc. Entonces, ¿cual sería la solución a esta gran rueda? lo que los orientales llaman "samsara", esta es una de mis más grandes búsquedas, pero al encontrar la ¿liberación absoluta?, ¿querré dejar de tener hambre o sed? ¿querré olvidarme del dolor? ¿querré olvidarme de mi libido? ¿querré dejar de sorprenderme ante las simplicidades de este mundo?... solamente hay una forma de saberlo....


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CUANDO MADURÉ

   Ya he olvidado el llamado de mi sangre, no entiendo por qué no quiere hablarme, estoy de pié en la cima de la montaña más alta llamándola entre rugidos y sollozos pero no responde.

   No puedo descender solo esta vez, la razón podría matarme y ya mis animales me han abandonado. Justo cuando pensaba que las ironías habían terminado... el atardecer se aproxima y la locura no viene al rescate de su más devoto aprendiz.

   El agua ya no es vino, se terminó el pan y los peces están descompuestos. Cuando se termina la magia es mejor permanecer en la penumbra, pero suerte maldita la de tener un corazón necio y resistirme a ser feliz en un mundo perfecto de estructuras perfectas y hombres perfectos.

   Ya las hojas de los árboles no me cuentan historias fascinantes de seres extraordinarios y las nubes dejaron de ser locomotoras que transportan ángeles. Hoy las hojas son solo hojas y las nubes son solo nubes.

   Hoy es el día... hoy me he convertido en hombre. Debo descender de esta montaña que dejó de ser el templo de toda supremacía para convertirse en una montaña nada más. Es hora de descender con las manos vacías y adentrarme en la gran ciudad, no como un ladrón sino más bien con el rostro limpio, sí, ya no llevaré la sangre de mis enemigos cual gotas de sudor en un día ardiente de verano.

   Desciendo al mundo y llego a un hogar decente a darme un baño tibio y cenar algo ligero, acostarme temprano y salir mañana temprano a la oficina...


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VIDAS VACÍAS

   Juan y Luisa, de nombres comunes y vidas acomodadas se conocieron en la primaria católica de su elegante ciudad. Buenas calificaciones para Juan, excelentes para Luisa. Bañados de oro en sus impecables cuellos y muñecas.

   Juan y Luisa, buenos amigos en la primaria, que claro, no compartían nada porque casi todo les sobraba... Y el tiempo fue pasando, entonces, como a eso de los diecisiete se enamoraron. Y el tiempo fue pasando, primavera, invierno, otoño y verano... En el frío abrazados, en el calor un tanto separados.

   El gran economista y la famosa periodista a sus treinta años se casaron... Juan Luis se llamó el primero, Luis Juan el segundo, Juan y Luis los gemelos, y sus padres orgullosos les regalaban el cielo.

   Vidas impecables, jamás se conocieron, Juan y Luisa, fantaseaban en secreto... Y así fue pasando el tiempo, y claro, como era lógico y suele pasar en estas historias, vivieron sus dulces vidas perfumadas en la abundancia y el confort. Juan y Luisa gozando de excelente salud a sus setenta y siete años continúan casados, y por supuesto, si ayer tuvieron mucho, hoy tienen más.


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¿QUIÉN SOY?

   Alguna vez pensé que la vida de universitario sería lo máximo, sería la ilimitación del pensamiento, de las ideas... Mas llega el día en que despierto y me doy cuenta, que llegar a la universidad no es distinto que llegar a la escuela, el mismo nido de arpías, es el mismo deambular entre cadáveres o entre comunidades de hormigas... Siempre sin sentido, siempre por inercia, o es que, ¿seré yo? es lo más probable, ¡nada mejor que estar equivocado!. Sí, de hecho que cada día me parezco más a un universitario regular, carente de sentido y al mismo tiempo caminando por inercia.

   Voy a la universidad solamente en los días en que me siento más muerto, mas cuando estoy vivo salgo a caminar y al mismo tiempo a aprender, sí, aprender de los transeúntes, del señor cigarrero que es más feliz que yo, siempre sentado en el mismo lugar, siempre con la misma carga de cigarrillos, y definitivamente siempre con la misma botella...

   Ahora entiendo bien las palabras de Nietzche acerca de los doctos, entiendo cada vez más el por qué Hesse abandonó la escuela, entiendo el canto de Whitman, pero ¡por dios! cómo quisiera entender a mi madre...

   No sé si sea un rebelde. Mucho menos soy un idealista, ni me atrevo a llamarme escritor... Un rebelde que no grita, un idealista sin bases, y un escritor que repite en exceso comas y puntos suspensivos...

   Ah, pero aquí estoy, clavado en mi habitación, dejando de sentir satisfacción al descubrirme a mí mismo. ¿Cuando será posible la reconciliación conmigo mismo? ¿cuando se disiparan los nubarrones de humo en mi habitación? ¿es que caminando junto a los doctos alcanzaré algo que ni siquiera busco? y ¿seré menos digno si dejo de caminar entre ellos?.


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UN HOMBRE LLENO DE ÉXITO

   A MENUDO ESCUCHO QUEJAS Y MÁS QUEJAS, Y CLARO, ENTRE LOS QUE SE QUEJAN MUCHO MÁS ME INCLUYO. Y SÍ, SOY DE LOS QUE VE LA PODREDUMBRE EN QUE VIVIMOS Y NO HACE MÁS QUE RETORCERSE ENTRE LAS NAUSEAS.

   En lo que llevo de vida, jamás he movido un dedo para contribuir a una causa noble. Camino indiferente ante las suplicas de niños y ancianos que continuamente me piden una moneda.

   Así ando por la vida, irritado, soñoliento, sin un ápice de compasión. Y sin embargo, mis zapatos cada vez más lustrosos, mi bolsillo inundado de monedas que vacío en la fuente de los deseos o en unas cuantas botellas de vino.

   Y ¡Por dios que la vida cambia!, cuando eres tan imponente en la calle y por más que caminas bajo el sol, te mantienes firme como un Olivo, no derramas una gota de sudor por mucho que camines y por mucho que el cielo esté despejado. Las personas te ven y al mismo tiempo se figuran a un hombre exitoso, y claro que lo soy, he dado todo cuanto tengo por esa única e insignificante palabra "éxito".

   Y ¡Por dios que la vida cambia!, cuando eres tan imponente en la calle y llegas a tu apartamento. Tus piernas juegan y chasquean al choque, aparece la joroba, empiezas a estornudar y todo tu cuerpo suda incansablemente. Y así te tiendes en tu cama, el nebulizador no puede faltar, no quieres saber nada del mundo, tan indiferente cuando escuchas los gemidos de la vecina violada por el miserable de su hijo. Entonces no queda otro remedio, vacilas para tomar el teléfono y llamar a la policía, y sin embargo te quedas callado porque te causa placer.

   Te muerdes los labios y la sangre salada y espesa te hace creer que estás vivo, pero sigue gruñendo la madre desesperada, ahora con cierto placer en su dolor.

   Y ¡Por dios que la vida cambia!, te levantas a tientas y llegas medianamente ahogado a tu balcón. Ahora puedes ver que el mundo es hermoso, la brisa helada de una noche lluviosa, con fuertes gotas golpeando tu rostro son un evento incambiable, que las luces de tu ciudad pintan las nubes en tonos violetas y rosas a la medianoche. No sé si es cuestión de adaptarse, pero la verdad es que no quiero salir de este mundo, no quiero salir de mi miseria, de mi regocijo en tanto la vida se me viene abajo. ¿Por qué? Es obvio, estoy lleno de éxito, no soy indispensable para este mundo, pero... ¡estoy lleno de éxito!


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UN BUEN CONSEJO

   A ti que tienes los ojos clavados en estas letras te digo: no eres peor que yo, el uno escribe y el otro lee mientras el mundo estalla en un exquisito bacanal...

   Es probable que estés a tiempo, quizá yo estoy aquí para advertírtelo, tal vez soy la voz que clama por la libertad de tu alma, deseando que esta sea la última página que lees en tu vida.

   Deberías dejar este libro y quemarlo, es más, desearía que incendiases tu biblioteca entera y salieras a ver qué ha pasado de nuevo en tu vecindario en vez de preocuparte por lo que sucede en el mundo.

   Pero no creo que seas tan osado, no creo que seas capaz de pegar tu oído en el asfalto caliente para tratar de aprender del sonido del tránsito, o posar tu nariz en los basureros, o beber del agua de las fuentes del tercer mundo.

   Lo peor del caso es que no puedo juzgarte, puesto que yo tampoco sería capaz de hacerlo, yo soy solo otro esclavo de este infierno. Otro esclavo que no puede levantar el peso de sus grilletes, y de hacerlo, dudo mucho que haga algo provechoso.

   Aún recuerdo cuando le decía a mi mejor amigo que estaba perdiendo los mejores años de su vida porque hacía de su vida una fiesta mientras yo me refugiaba en los libros preparándome para un futuro que al final llegó a ser igual que el suyo.
Entonces, si a estas alturas llegué a ganarme tu afecto, es ti a quien suplico, cierra este libro y has de tu vida algo espectacular...


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