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Junk food diva’s
Goldfrapp – Moloko, Live & studio.

   Fé de erratas número dos (seguramente he cometido más de dos errores en los casi dos años que lleva esta columna): Adrian Utley, guitarrista de Portishead, no produjo ningún tema de Goldfrapp. Tal afirmación fue hecha en el artículo ¡Janis vive! acerca del trabajo solista de Beth Gibbons. Si bien Utley participó con su ya reconocible Bass Guitar en el Felt Mountain de Goldfrapp, toda la producción fue realizada por Alison Goldfrapp y Will Gregory, quienes repiten sus roles en el segundo y largamente esperado trabajo, Black Cherry.

   Pero para este disco, el dúo abandona casi por completo la melancolía dark del album debut y la trocan por una electrónica con influencias discofunkadélicas. Esto pudo tomar por sorpresa a mucha gente, pero ya el año pasado, en sus fechas como DJ, Alison mezclaba casi exclusivamente temas de lo más kitsch de los ochentas. Tras bailar cuando ella pone White horse de Laid Back o cuando en su gira previa, hace dos años, versionaba Let´s get physical de Olivia Newton-John, la sorpresa es menos. Aún así, cuesta acostumbrarse a este nuevo trabajo.

   Moloko, por su parte, ha permanecido fiel a una cierta tendencia de la cual su más reciente trabajo, Statues, no se aleja. “Junk food this good doesn´t come along everyday”, decía VH1 sobre el primer disco de Moloko, Do you like my tight sweater?, publicado en 1997, y la misma estética demente se ha mantenido a lo largo de su discografía, asi como la misma calidad a la hora de hacer pop radial y bailable.

   Ahora, tanto en estudio como en vivo ambas agrupaciones, Moloko y Goldfrapp, parecieran haber confluído, cada una a su propia manera.

   Me parece importante, por ejemplo, el afán de experimentar que presentan ambas agrupaciones. El que aparezcan de la nada trombones o un theremin, o una guitarra con overdrive acompañada de maracas o voces alteradas bien colocadas, es un esfuerzo de enriquecimiento y un reclamo del derecho a hacer de la música lo que más nos divierta, con el menor número de reglas posible.

   Ahora, para mí, escribir esta crónica es particularmente dificil, por la escasa referencia que tengo de los ochentas. Moloko y Black Cherry me suenan a ochentas de manera poco consciente y quizás la única herramienta que me permita justificar el parecido, sea un dejo de la voz de Ana Torroja, una lejana reminiscencia de Mecano. Espero que quien los oiga intente entenderme, a veces en mi cerebro las cosas más disímiles encuentran puntos comunes, lo cual no tiene por qué ser una fortaleza.

   Continuando con el juego de similitudes y diferencias, en vivo, la gente de Moloko da la impresión de recién haber bajado del avión. Los teclados están encima de los flightcases; Roisin Murphy, la vocalista, parece estar borracha o víctima de un jetlag agudo. Una especie de Liza Minelli venida a menos con sus pasos New York, New York. El tecladista (¿Edddie Stevens?) pareciera estar disfrazado de duende y como tal se comporta, como escondiéndose dentro de su inmenso sombrero de copa. Los solos de teclado durante Forever more son virtuosos y salvajes, la guitarra funkeada de Sing it back (Modjo utilizaría un bassline idéntico para su “Lady”). Moloko en vivo parece una referencia a los musicales de Hollywood, a las mega producciones de plumas rosadas, bastones y chisteras. Murphy no tiene reparos a la hora de jugar con su propia voz y la banda sabe integrar música inteligente a una base tan ... simple. Murphy se mete en un flightcase dejando sus piernas al aire, que se agitan como si un piano inmenso se la estuviera comiendo. ¿Ed? al mismo tiempo, se pone de pie sobre las teclas terminando Sing it back heróicamente, como el caballero que asesina al piano salvaje que intenta devorarse a su damisela. La falta de seriedad también contagia desde el podio cuando los integrantes de Goldfrapp entran con pintas que van desde casi druidas hasta casi putas. La decoración naïve, de luces de navidad que cubren el telón de fondo, y los jocosos comentarios de Alison al públlico y a sus colegas, todo nos invita a dejar todo juicio crítico del otro lado de la puerta. Ser profesional no implica seriedad, parece ser la bandera.

   Mientras la Goldfrapp es una sado mistress de botas que casi alcanzan el borde de la minifalda, que masturba un theremin y no tiene reparos en rozar el microfono con la lengua, Murphy juega a ser una Shirley Temple crecida, una niña malcriada y juguetona.

   Mientras Riosin (ruoshin, se pronuncia, según una amiga que ha vivido toda su vida en Cork y me dice que es un nombre muy irish) bailotea como una majorette, Alison grita salvaje frente a un micrófono alterado que agrava su voz de soprano (para delirio de los fanáticos, muchos de los cuales hemos venido a confirmar que es su voz y no un aparato) cuando las luces se tornan rojas.

   La alineación es casi idéntica. Mientras Moloko agrega un guitarrista a la banda, Goldfrapp cuenta con un tecladista (¿Gregory?) que resuelve la sección de cuerdas con un violín. Del resto, bastan bajo, batería y teclas para hacer el ruido necesario. El resultado es que con Pure pleasure seeker, Familiar feelings, Forever more o Fun for me, por el lado de Moloko, o con Train (primer single de Black Cherry), Tip Toe (especie de tonta canción-excusa para bailar un striptease) , Human (del Felt Mountain, pero acercada a la nueva estética) y Twist por el lado Goldfrapp, se demuestra que aún hay bandas que pueden poner a la gente a bailar haciendo algo más que presionar PLAY y STOP, mezclar beats o subir el volumen a un canal u otro de una computadora.

   Una vez llevaron a Los Amigos Invisibles a Glastonbury y al Gatecrasher por esa razón. El dance parece haberse convertido en exclusividad de DJ´s y magos de cónsola. Quizás el tiempo de las bandas para bailar este regresando.

   
 



El dato del mes

   El dato del mes es un tema del duo británico Audio Bullys. Su disco Ego war es bastante normal en cuanto a calidad aunque su mezcla de beats con hip hop es poco frecuente, uniéndose así a la movida británica encabezada por The Streets y Stereo MC´s. El resultado es que un rapero con acento británico suena a mafioso de pelicula de Guy Ritchie. Sin embargo, “Face in a cloud”, un sample de “Marjorine” de Joe Cocker rodeado de two step beats, es lo mejor que he oido en materia electrónica desde hace rato. Yo no veo televisión, pero me han dicho que el tema es usado por Jackass para alguna presentación o qué se yo, así que quizás les suene familiar.

 





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