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Top-5 personas con las que nunca me acosté

Top-5: s. Lista arbitraria, extremadamente personal, hecha por un colaborador de Panfleto Negro.

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Recuerdo que aunque de carajito yo tenía relativo éxito con las carajitas, yo no sabía como reaccionar al respecto, yo no sabía que era eso del noviazgo. A veces pienso que me hubiera gustado vivir a un paso más normal y no adelantado a mi edad (por caprichos de la vida, todo el tiempo estudié con gente un par de años mayor que yo) y parte de esa idea es la curiosidad de cómo sería el haber “¿amado?” en ese momento cronológico y hasta geográfico de mi vida. En ese momento de mi vida debe haber más de cinco muchachitas hermosas a las que no pude responderles la sonrisa, porque de tan tímido me costaba acercarme. Muchachitas del liceo, vecinitas y una que otra primita.

Después de eso, mi regla general de vida ha sido el amor platónico. Siempre recuerdo a las mujeres con quienes no compartí mi vida, pero no deseando haberla compartido, sino más bien admirándolas desde lejos. Tampoco pienso en mujeres con las que no me acosté, pienso más bien en mujeres que no sintieron de la manera que yo necesitaba.

Desde mi adolescencia hasta el sol de hoy, recuerdo al menos que la primera vez que me enamoré obsesiva y no correspondidamente ella me dijo que tenía un novio en el norte. La siguiente, no me dijo nada cuando le declaré mi amor, sino que se fue de donde hablabamos, no sin antes despedirse, por supuesto, y la cruel vida me hizo repetir ese momento años más tarde, porque ella decía haberlo olvidado. Siempre tuve una dual y contradictoria imagen de ella, entre inocente-tímida y sagaz-maquiavélica. La siguiente decía que todo sería muy fácil conmigo, pero un ex novio perfecto no es algo fácil de olvidar. La siguiente olímpicamente me ignoró. La siguiente también.

Y ya, cinco.


Siempre habrá los que critican la ambición, pero la vida es la gran ambición de todas. Nunca me deje de acostar con alguien no por problemas de ambición, soy malo, soy el diablo y mis cercanos lo saben por lo que cuando nunca me acosté con alguien, debo confesar que fue por un simple acto de incompetencia y no de otra cosa.

De los recuerdos que la otra cosa que toca esto o de la esperanza nunca gastada debo decir que recuerdo a unas cuantas con las que me hubiera encantado recuperar la vida desnudo, pero no recuerdo sus nombres más bien los detalles que me acercaron a ellas: Aquel olor a nueva, aquellas formas –no por lo geométrica- sino más bien por los dibujos que obligaban a sus ropas, con ellas todo se mezclaba, por ellas comencé a escribir; por algunas de ellas tengo esta nostalgia sempiterna de darme cuenta que un hombre nunca podrá con todo lo que desea, pero gracias a Dios, una mujer tampoco.






Se supone que esta lista debe ser sincera, es decir, no debe contener estrellas del cine o la música, sino a aquellas personas que tuvieron la cortesía o el desatino de fijarse en mi y de las cuales nunca me aproveché. Vale decir que en muchos casos fue para protegerme de la hipérbole en la que me convierto cuando amo, es decir, por puro y simple miedo.

5. La compañera de termodinámica: Quizás hice la diferencia al ser el único hombre del salón que no se acostó con ella. Aunque insistió que conmigo se sentía segura y diferente, siempre –o al menos eso creo- quedaré con la duda de qué tan contundentes serían al tacto los mejores senos de la cohorte 92. – Desaparecida.

4. La amiga: Bueno, no fue posible porque la amistad está por encima de todas las cosas, es la forma más sublime de relación humana, podría ser contraproducente para… bla bla bla bla bla. – Casada con un buen tipo.

3. La Doctora: Con el pretexto de que los amores a distancia no funcionan y por ende no debería involucrarme, perdí uno de los mejores caramelitos de la historia de la humanidad. La segunda mujer más inteligente que he conocido, hacendosa, de su casa, cariñosa y bella. De paso, yo le gustaba. –Casada con alguien que sí se atrevió.

2. La prima de la amiga: La definición de Supermami según el DRAE. No quiero ser deshonesto, no estaba fácil lograr que nos tropezáramos, pero yo era capaz de leer su tristeza y eso a ella le gustaba. Para más, encontraba algo en mí que la hacía reír. Casi podía llegarle si obviaba sus detalles de niña fresa y sacaba la artillería pesada, media metáfora y una flor. –Casada con el primer tipo que no la trató mal.

1. La primera, ojos azules: Con ella aprendí la añoranza irracional en el tercer grado. Ella, todos, sabían que este gordito nunca se atrevería siquiera a construir el inicio de una frase que desatara un amor épico. Me saqué la idea reconociéndome en los espejos y cuando a ella le empezaron a gustar los tarados. Fast Forward 15 años y me la consigo en un centro comercial, nos ponemos a hablar, su cabello vuela, ella está más bella que el 98%. Una tipa en patines se nos acerca y nos regala dos entradas para una fiesta VIP esa noche. Somos pareja para el transeúnte incauto. Nos vemos a los ojos, yo siento un ligero mareo en esa profundidad azul, sonreímos. Volteo y la mujer que creo amar está saliendo de una tienda, se acerca. Ojos azules a su vez gira buscando a su madre y ambos competimos por dar la excusa más torpe para no terminar en la cama esa noche. –Casada con un tarado.


Vayamos al grano. Ese punto misterioso al que, precisamente, jamás fui en estos episodios. Mi lista:

5. Le di mi número, me dio el suyo. Le dije que podía llamarme al día siguiente, a las 3.00. A esa hora, en punto, sonó el teléfono. Dos horas después nos vimos en un lugar. Treinta minutos más tarde recorría la forma de su cuello. Diez minutos después supe que todo era un error. La cuenta regresiva terminó sin consecuencias. Hoy, años después, no puedo recordar su nombre.

4. Se llamaba A., su rostros brilló un día junto a una fuente en la tarde que tal vez he sentido más frío en toda mi vida. No ocurrió nada, jamás. Fue mi primera novia en un sentido nominal, en el estanque retórico y asombrado de la temprana adolescencia. Nunca llegué a besarla. Años después, al encontrarla, reparé en este detalle y le dije que podíamos hacerlo. Me hizo la única, la más inteligente pregunta: «OK, pero dame una razón». Ni siquiera entonces ocurrió nada.

3. Durante años codicié en el silencio ardoroso del cine el rostro, la mirada de Jodie Foster. Un día, mirando una revista, leí que un loco furioso intentó matar al presidente o algo así, reclamando su atención. Di mi romance imaginario por concluido.

2. Debían ser las tres de la mañana. Conversé con ella un par de veces en toda la noche. No tenía carro, debía irme. Se levantó, describiendo un complicado número impar y acercándose a mi oído le escuché decir: «Podríamos irnos juntos. No creo que ahora pueda hacer nada, pero mañana vemos». Sopesé las alternativas. Le sugerí que retomásemos la misma conversación estando sobria. No sé por qué lo hice, pero fue lo que hice.

1. Fue una época difícil, hace ya algunos años. De pronto estaba en mi cama, de pronto evolucionaba el ritmo lento de una cadena de gestos universales, ancestrales. Me dijo: «hoy, tú y yo somos las personas más solas en el mundo». Tenía razón. Pasamos el resto de la noche haciéndonos compañía. Creo que vimos el amanecer desde un balcón. Todavía le agradezco el gesto.






Tras los comentarios que recibí por mi último TOP-5 (clic) lo prudente hubiera sido negarme a hacer este. Según la tradición un hombre que habla de una mujer es un machista y una mujer que habla de un hombre es una justiciera. Quizás por eso me ha tocado aclarar una y otra vez algo que creía obvio: el único que quedó realmente mal parado en el TOP pasado fui yo y no esas chicas que me prestaron sus historias. Así que estuve a punto de agarrar la jarra de agua y apagar este incendio de una vez; sin embargo en el último momento mi mano se desvió hacia el bidón de gasolina y aquí va el chorro:

TOP 5: En Bachillerato yo era “el mejor amigo” de las chicas lindas del salón. Para los que han recibido esta etiqueta, esta frase debería bastar. Pero para los demás tendré que explicar que el mejor amigo es un tipo que cree que escuchando las confidencias de sus amigas se va a ganar su confianza para tener un espacio en su cama. Evidentemente el efecto siempre resulta el inverso y acabas condenado a enterarte de los más indignantes detalles sobre el tipo que a ella le gusta que, paradójicamente, es quien menos le hace caso.

TOP 4: “B” era una chica que iba un paso por delante de sus compañeros. Segura de sí misma y con un cuerpo precoz que no pasaba desapercibido ni siquiera por los profesores del bachillerato. Era la compañera con la que uno tenía sueños húmedos. Sin embargo, en vez de aprovechar la súbita confianza que me dio para salir con ella, me dediqué a hablarle todo el tiempo de lo mucho que me gustaba mi mejor amiga, quizás como una manera de que notara que yo era un tipo sensible y se fijara en mí. La mirada de “B” era de las que delatan que tienen todo bajo control; tranquila pero afilada, y sus frases siempre eran demoledoras, especialmente aquella que me dijo el último día de bachillerato: “Tú me parecías lindo, pero te jodiste por pendejo”. Se dio media vuelta y se fue con el galán de mi promoción; un fortachón que no era muy brillante, no era muy sensible, pero definitivamente tampoco era un pendejo.

TOP 3: Debí acostarme con Winona Ryder pero no pude.

TOP 2: En la oficina ella era “la de informática”, la que iba de un lado a otro reparando las computadoras cuando algo fallaba. Su presencia era lo más colorido que podía ocurrir entre aquellos cubículos rellenos a presión con camisas blancas y sobrias corbatas. Al contrario de lo que suele pasar, la gente se alegraba cuando aparecían mensajes extraños en la pantalla, pues “la de informática” tendría que venir, y mientras resolvía el problema el escritorio se llenaría de minifaldas, escotes displicentes y un aroma a perfume barato pero acogedor. Una vez, recuperando unos archivos perdidos de mi computadora, se topó con un cuento que había escrito en horas de oficina y cuyo título no dejaba ninguna duda de su carácter erótico ¿Puedo leerlo? Fue lo que dijo. A partir de ese día cada vez que se acercaba a mi cubículo se quedaba en la entrada en silencio, sólo mirándome con una sonrisa que parecía decir “vente pues ¿Qué esperas?” En esos momentos me concentraba en mi novia para evitar la tentación de saltarle encima. Pero ahora que sé como terminé con ella quizás hubiera sido mejor adelantar las cosas. Cuando dejé aquel trabajo recibí un e-mail. Sólo decía: “Al menos te hubieras despedido”.


TOP 1: Estaba en la mitad de la carrera cuando empecé a salir con “C”. Desde el principio me dejó claro que aún no era el momento de perder su virginidad, pero que más adelante veríamos. Cada vez que nos quedábamos solos en algún lugar, aprovechábamos para besarnos y acariciarnos en una pendiente que eventualmente nos llevaría a algo más. “C” disfrutaba como cualquier mujer, de hecho se abandonaba con facilidad al deseo. Sin embargo, cuando el frenesí estaba a punto de liberarse, se apartaba de mí como si acabara de despertar de un exorcismo y me regañaba ¿Pero por qué no me detienes? ¿No ves que no puedo aguantarme? ¡Tienes que ayudarme a ser más firme! Y se alejaba molesta. Hay mensajes demasiado complejos para la limitada mente de los hombres.





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