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Pierdes

    Y un día de 1989 tienes 17 años. Tras una aburrida clase de matemáticas, llena alfas y betas, sales a la calle como siempre a esperar el autobús que te lleva a casa. Ves uno abarrotado y lo dejas pasar. Te recuestas contra el arbolito de la acera con dos amigos y hablas de música, de las películas que dan en el cine, de la chica que te gusta. El cielo amenaza con lluvia color plomo, cosa rara en febrero. Los amigos se la ingenian para volver a su casa. Pero tú vives lejos y no tienes más remedio que esperar el autobús que no llega. La gente se acumula en la parada, pero después de un rato, impacientes, comprenden que algo pasa, y prefieren tratar de llegar a pie, o ver si en otra parada hay más suerte. El único que permanece allí eres tú, con tu camisa beige, tu blue jean, tus mocasines y tus cuadernos rayados con dibujos, letras de canciones y alguna nota de una chica que jura ser tu mejor amiga. "Es que hay disturbios en Guarenas" escuchas decir a varios que pasan por tu lado. Ese día no llegas a tu casa en autobús y te enteras que los disturbios se extienden como tinta derramada. Nada vuelve a ser igual. Empiezas a perder lo que creías tener. Pierdes a tu primera novia casi al mismo tiempo que pierdes el sueño una madrugada cuando un soldadito con la cordura perdida decide gobernar a golpes de tanqueta. Y pierdes a tus amigos de colegio, tus padres pierden su matrimonio. Y caen bombas sobre Caracas y pierdes así la última lista de las cosas que nunca van a pasar aquí. Y se pierde todo y no pasa nada. Y te vas acostumbrando a perder, y comienzan a nacer los que ni siquiera saben que han perdido. Y pierdes tu carro cuando una pistola te apunta al rostro, y pierdes la cuenta de tantos muertos, y pierdes tu casa porque hay que buscar algo más pequeño, y todos los días puedes perder el trabajo porque hay pérdidas. Y pierdes cuando el soldadito gana las elecciones. Y pierdes la calma cada vez que oyes las noticias. Y puedes perder la vida marchando. Y llevas ya quince años perdiendo, desgajándote, desollándote cuando te dicen que puedes ganar si marchas a Miraflores, y al día siguiente estás perdido porque todo es igual, esté quien esté mandando, tú siempre pierdes. Y pierdes el tiempo en una huelga de dos meses que nunca existió. Y empiezas a perder los buenos recuerdos y pierdes los placeres. Y pierde el sentido la palabra patria, porque ya no encuentras la tuya. Pierdes el miedo de montarte en un avión que te lleve muy lejos. Has perdido todo en este país y aún así no tiene nada para ti. Te bastaría con muy poco. Sólo con que te dejara volver a hablar con los amigos de música, de las películas que dan en el cine, de la chica que te gusta, recostado del arbolito de la acera mientras esperas el carrito que a veces llega un poco tarde, pero que nunca dejó de llevarte a casa a tiempo para comer.

-Luis Nouel
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Somos los invencibles


    Caminamos sobre piedras calientes y aquí estamos luchando, por lo que creemos digno de ser recordado toda la vida.

    Entre fuertes alaridos, desesperación en las calles nos abrimos paso, con pie firme, dispuestos a llegar al final de una carrera cuyo premio reconfortará nuestras vidas.

    En una pose de invencibles vamos juntos llenos de furia, y en la bitácora de nuestras mentes recordaremos este momento el resto de nuestras vidas. Son muchos los que han caído al paso de los invencibles, pero nuestras nobles almas han sabido retroceder y acompañar a los caídos en una nueva marcha hasta su descanso eterno.

    Es extenso el río rojo que se ha expandido, son interminables las lágrimas que nos han propinado, pero ellas están hechas del mismo material, frío y sin escrúpulos, de las balas con las que nos reciben día tras día. Por eso nos hacemos más fuertes.

    Hombres, con miradas asustadas y pensamientos perdidos, vestidos de muerte, bañados de sangre, caminan y sin compasión disparan a nuestros sueños, a nuestro futuro, pero sin saberlo disparan al vacío de sus pensamientos y de sus equivocadas acciones. Ellos también son victimas, porque antes de matarnos sabemos que sus almas están muertas y cada bala que disparan contra su pueblo, será una herida eterna en sus pensamientos

    Sé que nunca podrán conciliar sus almas entre los brazos de Morfeo, se que nunca podrán mirar a sus hijos sin que en sus ojos se refleje la sangre y el sufrimiento que protagonizaron. Ese será su castigo, la pesada cadena que tendrán que llevar en silencio. Quizá moriremos todos, quizá solo nuestros más preciados, pero aun seguiremos siendo ante el mundo y mas allá de nuestras fronteras, los invencibles.

-Susan Uva
<[email protected]>

 




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