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Sobre el arte revolucionario

-Jesús Nieves Montero
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Por más que nos guste todavía hoy la película de Eisenstein
El acorazado Potemkin, hay que reconocer que su precio,
es decir, Stalin y lo que éste trajo consigo,
fue demasiado alto

-Günter Grass

    Primero me encuentro en el deber de explicar por qué no cumplo con mi palabra de regresar a los libros. En principio, este ejemplar de Panfleto Negro debe estar en línea para el 11 de abril, para recordar los días de 2002 que se convirtieron en el viaje circular de un presidente de Caracas a Turiamo a La Orchila a Maracay y de regreso al Palacio de Miraflores, sede del Poder Ejecutivo en Venezuela. Durante cuatro días vimos cómo el destino del país, después de la inmensa marcha del día 11, se transó entre líderes empresariales, viejos políticos y la cúpula militar. La escena del helicóptero militar aterrizando en la sede del despacho presidencial fue símbolo para los partidarios de la incoherencia que gobierna en este país de una victoria que, es cierto, acababa con el mito de la invencibilidad del Comandante Hugo Chávez, pero victoria al fin. Para el resto fue la frustración concentrada. Eso recordamos en este panfleto. Sin embargo, deseamos volver a la actividad creativa, al arte.

    Los lectores del diario El Nacional deben estar en cuenta de la forma servil como Manuel Quintana Castillo, profesión pintor, se ha encargado de defender el proceso comentándonos cómo el arte será la panacea que nos unirá a todos. Quienes ven Venezolana de Televisión saben del triste papel del Señor Regulo Pérez, profesión caricaturista, apoyando en son de burla las violaciones a los derechos humanos y otros desmanes de este gobierno. También es conocido como esta revolución ha nombra ya a su poeta oficial, el señor Tarek William Saab.

    Cuestión aparte es la música. El Grupo Madera, aquel al que Alí Primera ensalzaba en una vieja canción se ha convertido en la productor de jingles del gobierno: “Uhh ahh, Chávez no se va”, “Barreto está en la calle” son dos de sus más recientes “éxitos”. Cecilia Todd va con su cuatrico y una batola á la Soledad Bravo revisando el cancionero popular venezolano con un twist chavista. Y, dado que se han empeñado en decirnos que esta es la punta del iceberg de un proyecto continental (con epicentro en Cuba) también se han unido los amigos de la isla con su canto.
Hace un par de meses incluso se realizó un gran concierto en las afueras del Poliedro de Caracas, con la presencia de Silvio Rodríguez, Amaury Pérez y Cecilia Todd, entre otros cantantes comprometidos. No fue necesario unirse a los fanáticos para disfrutar de la música, igual lo retransmitieron por televisión. Una chica en top colorido, con los ojos cerrados era el centro de la atención de uno de los camarógrafos, saboreaba cada letra de canción mientras se movía lentamente en un vaivén que no llegaba a ser baile pero coqueteaba con serlo.

    Y cuando le tocó a Amaury Pérez, en una interpretación acústica, sólo el hombre y su guitarra, la chica entró en éxtasis. Ironía de ironías, el señor comienza con su tema “Acuérdate de abril”. Vaya canción para un concierto financiado por el gobierno venezolano.

Acuérdate de abril, recuerda
la limpia palidez de sus mañanas,
no sea que el invierno vuelva
y el frío te desgarre el alma.

    Cantaba el trovador y la chica continuaba su movimiento, transición al siguiente número del repertorio, ese extraño himno que se llama “No lo van a impedir”. En sus versos, en un extenso catálogo, se enumeran los obstáculos que se encontrarán y superarán en el camino al paraíso socialista.

No lo van ha impedir ni el falso amigo,
ni el que alimenta el cepo y la tortura,
ni el pequeño ladrón de mano fría,
ni el terrible don Juan de cara dura.

    Por supuesto, el falso amigo. Si total los sentimientos no forman parte del programa castrista, hay que delatar al que nos parezca dudoso, sea cual sea su vínculo. Y la tortura no es que desaparece, cambia de manos y de nombre, pero nuestro anhelo se cumple.

No lo van a impedir las bandoleras,
ni el letrado galán de poco vuelo,
ni inquisidores, ni aguafiestas,
ni eternos sembradores de veneno.

    No, tampoco los militares porque creamos nuestras milicias paralelas y vamos resolviendo según se nos presente. Y la chica asiente convencida porque es lo que toca. No perdamos nuestro sueño.

No lo van a impedir del valle al cielo,
ni reyes del honor, ni periodistas,
ni antiguos comediantes, ni embusteros,
ni estudiantes de leyes, ni alquimistas.

    Y podría acotarse, no pasarán no pasarán. Igual son curiosas frases para gente que llegó al poder por la fuerza de las armas y, claro, con ellas realmente hay poco que se pueda impedir. Se acabaron Iglesia, periódicos y televisoras independientes, abogados y librepensadores.

    Pero queda la música. Y la música nos llena, nos trae reminiscencias, nos relaja. Incluso sentimos que somos uno con cualquiera con quien compartimos la experiencia, sea Cristo o Barrabás. Y, de repente, contagiado por la chica, quisiéramos perdernos en las palabras, en la melodía, en el ritmo, pero no, porque hay pistoleros en Puente Llaguno, muertos en Plaza Altamira, más de 18.000 despedidos en PDVSA, personas que deben dejar colgada su dignidad para mendigar al gobierno, enriquecimiento de una clase dirigente inepta, un secuestro de todas las instituciones, once y catorce de abril, y todo se confunde en un presente extraño, inasible que nos cerca y coloca sobre nosotros una presión que apenas tendrá la delicadeza de avisar antes de explotar.

    Y es así como se desinflan todos estos sueños de media utopía y de inclusión de unos pocos escogidos diseñados para engañar a las masas, jugar con su desesperación. Así como en una noche de 5 abril de 2004 cuando el señor Jesse Chacón dejó de ser el Bagdad Bob de Venezuela, dando por terminados los 10 minutos con la verdad. Así como un 4 de febrero de 1992 cuando un hombre demacrado confesó que su plan de toma violenta del poder había fracasado. Así como un 11 de abril de 2002 cuando un hombre reducido a la violenta conciencia de su fragilidad pedía desesperadamente ser llevado a Cuba. Así como en una fecha indeterminada, en definitiva, se saldarán las cuentas.

    Y tendremos nuestras diferencias. Pero podrán, quienes realmente creen en el arte, con la lección aprendida, dedicarse a él con el corazón en sus convicciones, pero con la visión clara para saber distinguir cuando las lealtades se vuelven complicidades, y ya veremos qué y con quién cantamos.



   


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