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Juanes en las Antillas de Bélgica …
Acústicos y acompañamiento de cantina de un embajador de Colombia


    El 20 de marzo el Festival Antillano de Hoogstraat de Amberes, el encuentro musical latino más importante de Europa, acogió el segundo concierto en Bélgica de la gira de Juanes por el continente. El pop rock del colombiano compartió escenario con el merengue de Amarfis y la Banda de Atakke, la salsa de Roberto Roena y su Apollo Sound y los ritmos afro-cubanos de Afrikando. Una vez más la fiesta antillana asegura que lo latino está de moda. La presencia de Juanes este año, además, demuestra que los estilos van evolucionando hasta desdibujarse, mezclándose lo comercial y lo folclórico, los bambucos y las mandolinas con lo contemporáneo y acústico.

    A diferencia de Bruselas el pasado 9 de marzo, en esta ocasión Juanes no actúa solo. El menú del festival ha conseguido que el Sporpaleis de Amberes, que tiene una superficie de 11.600 metros cuadrados, haya completado su aforo casi desde las 8 de la tarde. La mitad lo ocupan una comunidad de latinoamericanos e hispanohablantes; el resto viene desde todas partes de Bélgica y algunos países vecinos. Durante más de siete horas se escucha y se baila la salsa, el merengue, algún mambo. Entre las 22,15 y las 23,15 también se oyen el pop y el rock, el del cantante, compositor, productor y guitarrista Juanes.

    Roberto Roena es el telonero especial encargado de presentar al cantante. Muchas banderas colombianas se han izado por encima de las cabezas Cuando las cuerdas de la guitarra comienzan a oírse, la avalancha humana que se reponía en los puestos de comida y bebida de la entrada van ocupando los espacios libres de las gradas. En las filas próximas al escenario seguidores de todas las nacionalidades ni siquiera tienen sitio para alzar los brazos. A sus espaldas, y por todo el Sportpaleis, sólo se percibe una masa de individuos con sus voces. Estrellas como Paul McCartney o grupos como U2 y Metállica ya han desbordado este pabellón en otras ocasiones.

    Comienzan a sonar los acordes de ‘Fíjate bien’ y el cantante de Medellín se lanza al escenario. Vestido con desenfreno, camiseta azul y vaqueros, el pelo bastante crecido y rasgando como de costumbre la guitarra tricolor de su país, Juanes abre la velada con el tema que dio nombre a su primer álbum y le catapultó en las listas de venta. Con este disco el autor recibió sus tres primeras nominaciones a los premios Grammy. En él trabajó con el técnico Aníbal Kerpel y su actual productor, Gustavo Santaolalla, quien acaba de producir la música de las películas ‘Motorcycle Diaries’ y ‘21 grams’.

    ‘Fíjate bien’ es seguida por cientos de espectadores. Tres pantallas gigantes en lo alto del pabellón lo retransmiten en directo, alternando las imágenes del cantante con las de un público pasional y acalorado que se ha despegado de sus parejas de baile de salsa para entonar la canción, amarga por el asunto de las minas pero compuesta con el registro popular de lo comercial. El single, por otra parte, no es más que un ejemplo del contenido humano, reivindicativo y solidario que impera en el álbum, así como del sentido social del artista –o mediador, si se prefiere-, afectado por la historia y el día a día de Colombia.

    En Bélgica, el ambiente tibio se muestra hoy en Amberes teñido de café latino. Latinoamérica y Europa en una comparten sus voces para gritar los bises de ‘Mala gente’, las plegarias de ‘A Dios le pido’, los cumplidos de ‘La única’, las instantáneas de ‘Fotografía’, que esta vez interpreta y salva sin la canadiense Nelly Furtado. La mayor parte de los singles forman parte del segundo disco del artista, ‘Un día normal’, con el que conseguiría sus 4 primeros Grammy Latinos. El sabor entristecido y social de ‘Fíjate bien’ se nota diluido en los acordes de este nuevo trabajo, 12 temas compuestos con el atrevimiento y la habilidad con las palabras de un cantante avalado por su éxito en el 2003.

    Ayudado por una banda de seis músicos, Juanes va transmitiendo su garra colombiana a cada gesto. Muchas gritan cada vez que se retira el pelo y se ponen eufóricas cuando recorre la pasarela rodeada por los fans y les alarga a mano. Cuando suena ‘Un día normal’, alusión a lo diario desde lo efimero, el colombiano regala de vez en cuando un ‘eeeeso’ entre estrofa y estrofa. Después de rodar por América y Europa, Juanes sabe cómo evitar que la intensidad del ánimo se pierda incluso en las tonadas lentas. Al terminar el tema, los esperados saludos del cantante: ‘¡Buenas noches a tooodos!’. El público responde con un grito. ‘¡Encantado de estar esta noche con ustedes, muchachos, viniendo acá desde Colombia. Prepárense porque la fiesta comienza ahoooora!’. Nueva euforia. Hay seguidoras en la primera fila que intentan escalar al escenario.

    ‘Aaaaaaay…ese mundo soñador…falta, falta, falta amor…falta, falta el corazón’. Alguna de las que trepaba consigue subir a la pasarela y le siguen otras durante todo el concierto. Bailan y se abrazan a Juanes, le roban besos, burlan y se resiten a los encargados de seguridad, que continuamente las despiden fuera de la pista. El cantante luego les premia con saludos, les piropea; cuando no canta, tampoco deja de agradecer sus vítores y mostrar su cortesía a la comunidad latina, especialmente a sus compadres. Juanes tiene muy presente su patria. ‘Un saludo para toda la comunidad de Colombia’, dice al terminar el single ‘Podemos hacernos daño’. Y si el cantante quiere oír aclamaciones, suelta un ‘¿Cómo lo están pasando esta noche en la casa, muchachos? ¡Aquí arriba lo estamos pasando de puuuta madre!’. El apoyo recíproco y la complicidad creada entre el público y el artista tras cada comentario de éste tienen como resultado una hora intensa de música y baile.

    El concierto va tocando a su final pero los ánimos siguen encendidos y arden cuando es interpretada ‘La noche’, una versión rock del tema del salsero cartaginés Joe Arroyo que supone el primer remake de Juanes. Y para terminar, ‘La paga’. Ha sido una gala increíble aunque el público se queda con las ganas de que, como en Bruselas, el cantante se abalance y caiga sobre sus espaldas. Con su repertorio, al final el colombiano ha mostrado la otra cara de la música de su tierra, la que mezcla tendencias, la que experimenta y se atreve a combinar lo folclórico con violines, acordeones, baterías y guitarras eléctricas.

    Los ritmos latinos están de moda, sin duda. Eso explica la asitencia masiva a la cita antillana en Amberes, ciudad que cuenta con una tasa de inmigracion iberoamericana importante. Sin embargo, las estaciones musicales de radio y garitos en Bélgica se resisten a incluir en su carta a los cantantes que interpretan en español (salvo alguna emisora latina y los bares de salsa y merengue, que hay bastantes). Sólo se escuchan –aunque con insistencia- a los artistas consagrados que componen o rehacen sus versiones en inglés, como la colombiana Shakira o el español Enrique Iglesias. De vez en cuando también se dejan oír los repetidísimos éxitos veraniegos del tipo ‘Macarena’ de Los del Río, ‘Bonito’ de Jarabe de Palo o el ‘Aserejé’ de las Ketchup, que son más fáciles de aprender por lo machacante y la escasez de la letra y suenan bien sin decir mucho. Así que, si se empeña en cantar sólo en español, a Juanes no le faltarán fieles que llenen las salas de conciertos, pero ser radiado en todas las estaciones de Europa si éste es -tal vez- su deseo, será un hito por el que el latinoamericano tendrá que luchar caro en la conquista de los mercados internacionales.



-Virginia Gómez Martin
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Suave pana, suave
Los Amigos Invisibles do Amsterdam


    Mi relación con Los amigos invisibles es la de un groupie más: he ido a un montón de toques, tengo los discos, la franela, un par de playlists, leo las noticias de la pagina web y para más INRI, me sé los nombres de los miembros y conozco detalles farandurelos. Mi relación con Amsterdam es de pena: he maltripeado demasiadas veces para lo poco que la he visitado. Mi relación con el Paradiso es incluso ilegal: una vez intenté colearme en un toque soldout de PJ Harvey en esa legendaria sala de conciertos y una tipa me pilló y me botó de la sala y yo sentí casi como si me estuviera expulsando del mundo. Este número del panfleto va sobre cómo todo puede cambiar en un fin de semana, menos tu relación con un grupo del cual eres groupie.

    Me entreré como uno se entera de todo: por casualidad. Entré a la página de Los amigos invisibles y decía cinco de marzo en Amsterdam. Más nada. Primera mala señal: la única ciudad donde había perdido un vuelo, donde me había multado un policía, donde había padecido stress, frío y miedo a que me violaran en un callejón.

    Normalmente habría surfeado hasta encontrar algo, pero no, decidí comportarme como un groupie y mandarle un mail a Cheo, el guitarrista. El pana no sabía dónde era el toque pero me dijo que si no tenía donde quedarme no había problemas, que arrimado cabía. Se fue de pana, pensé, pero no iba solo.

    A última hora, porque no sabía si el toque estaba o no confirmado, busqué en internet y de inmediato apareció una fiesta organizada por Bacardí, con Martin Solveig como headliner y Los amigos como invitados. Llamé al número de teléfono adjunto y una vieja me dijo que había tickets en la puerta. El toque era en el Paradiso. Segunda mala señal: el único sitio del que me habían botado en toda mi vida. Con razón, además.

    Azahara esperaba pacientemente mi confirmación para reservar sitio donde quedarnos pero se cansó de esperar, como debe ser, y tuve que arreglar todo a última hora. Pero el viernes en la tarde estábamos montados en el tren.

    Cuando llegamos había cola y hacía un frío bestial. Mis fantasmas empezaron a rondar. Pensé que una vez más rebotaría. Maldije a la tipa de información que no me dejó reservar, diciéndome que sobraban entradas. A la cola llegaban más y más latinos, pero la mayoría seguían siendo holandeses. Algunos ya tenían entradas y pasaban directo. Era más la gente que venía por ver al headliner que a los amigos, pero eso no es de ningún modo malo. La entrada era extremadamente cara para ser sólo una fiesta, pero ya lo sabíamos y lo pagamos sin mayor tragedia.

    Fuimos directo a dejar las chaquetas y el morral donde cargábamos algo de comida, agua y más ropa. Dejamos todo y entramos al dancefloor :-)

    El Paradiso es una antigua iglesia transformada en una sala de eventos. Conciertos, fiestas, teatro: casi de todo pasa en el legendario sitio donde los Rolling Stones tocaron una vez en la que cornetas y pantallas gigantes bloquearon la calle abarrotada de la gente que no entró.

    Un DJ cuyo nombré olvidé preparaba el ambiente. Mucho latin house mantenía el ambiente de una disco aún vacía. Ví a Cheo en la tarima y me acerqué a saludar (groupie al fin) y me dijo que se montaban a las 12:30.

    Había varios grupos de venezolanos y hasta algunas caras me resultaron conocidas. Pero no me acerqué, sin una razón particular para ello.

    Mientras esperabamos, groupie una vez más, yo le explicaba a Azahara, vagamente, lo que son para mí los amigos: la primera vez que los ví fue en el centro de estudiantes de mi univesidad, para unas 500 personas o menos, junto a La calle, la (creo) difunta banda de Pingüino. Era la época del Typical and autoctonal venezuelan dance band y los toques en el Ánfora de oro. Recuerdo haberle oído alguna vez a Julio, vocalista, que ellos eran invisibles porque la gente no va a los toques a verlos sino a bailar. Esa era la nota entonces y aún se mantiene. Ella escucha atenta el resúmen histórico que se puede encontrar en cualquier lado de la web. La casualidad de David Byrne, las anécdotas de los toques, los sancochos, las invitaciones a Gatecrasher y Glastonbury, la estética chaborra, los videos chaborros, las incursiones en el mambo chimbo y el cha-cha-borro, el amor por los iconos imborrables de la venezolanidad, Joselo, Perucho Conde, el tigre Rafael, las versiones con las que solían abrir los conciertos (ella ríe particularmente porque no me cree que ellos hayan versionado el Agárrense de las manos de nuestro innegable Puma, José Luis Rodríguez), Arepa 3000 como concepto de fiesta, como paseo por todo cuanto pone a la gente a bailar, del latin house a la salsa de Mami, te extraño. Le comento del último disco y de la delgada línea que divide el aprovechar una tendencia de la idea de “evolución”. De no ser porque estuvimos bailando todo el rato se me habría dormido. Entonces se hacen las doce y media.

    Los amigos subieron como han subido cada vez que los he visto desde la presentación del New sound of the venezuelan gozadera: José Rafael en el bajo y José Manuel en la batería comienzan el ritmo que lleva lo que sea que el DJ haya puesto en ese momento. Mauricio entra con la percusión y uno a uno, los instrumentos se van acoplando. Cuando Los Amigos Invisibles sustituyen por completo al DJ, quizás alguien haya podido determinar el momento en que ocurrió el cambio.

    Así arranca el intro y la descarga del funk house merengue bossa que se extenderá por una hora y algo, sin pausas. Poco a poco, el bajo deja relucir la línea de Amor, el tema que llevó a Spiteri a las listas radiales británicas de los tempranos ochentas. Los que estamos cerca coreamos el tema hasta que le dan paso a Una disco llena, que se vuelve más bien un susurro de galán barato al oído de una mami rubia. El susurro se vuelve un ataque decidido cuando los galanes baratos coreamos el “dime que todo eso es mío” de Qué rico. Luego vendrán Diablo, Sexy, Ease your mind, el cover de Touchdown, también de los ochentas, que sonó (y suena) bastante, al menos en las radios belgas, Gerundio, Superfucker, el single Bruja, que fuera incluído en la compilación Africanism de Bob Sinclair (Africanism 2 fue mezclado por ambos Sinclair y Solveig, lo cual es una prueba más de que toda esa gente se conoce) y cierran para deleite colectivo y manos sin pulgares al aire con el ya himno Ponerte en cuatro.

    De Amor a En 4 el toque es pura energía: Julio brincando de un lado al otro; Cheo y su guitarra a ratos funkeada, a ratos hendrixiana, a ratos golpeando corta, leve y sincopadamente las cuerdas produciendo un gorgoteo como de un animal con flanger; Armandito sin camisa, descargando y tripeándose la vaina allá, solo con su teclado, en una esquina; Azahara bailando con una sonrisa impecable toda la noche (bailando incluso con un carajo que salió de la nada y se puso a darle vueltas); la primera fila casi enteramente venezolana (¿será para los amigos conflictivo tener siempre una primera fila de venezolanos? ¿preferirían tener una primera fila de eslavas? Debe ser una pregunta difícil de responder) que indefectiblemente, al rato, se ponen a cantar “se vá, se vá, se vá, se vá” (Yo no canto porque no me siento moralmente capaz, aunque mi familia se haya visto afectada por los desaciertos de un gobierno amateur y violento y una oposición torpe y codiciosa) pero que no dejó de bailar y brincar y convencer a Holanda de que Venezuela debe ser el país más de pinga para rumbear en el mundo. Pura energía. Hay gente que tiene el rol de llevar adelante el país, el mundo. Pero sin gente que nos dé esa energía, ese placer de estar vivos, la lucha no tiene sentido. Los amigos hacen falta como hace falta que alguien, por Dios, nos ayude a reposar en la lectura, el baile, la risa. Como hace falta una pausa.

    Constantemente evalúo la respuesta de la gente. Elevo mi cabeza por sobre la multitud y aunque la gente no está apretujada al frente como sucede cuando la gente se hace fanática de algo, a lo largo de la pista, se elevan manos, se divisan sonrisas y rostros lujuriosos, la masa se mueve caóticamente, la gente baila. ¿Como se habrá visto desde la tarima? Ojalá desde allá se pudiera tripear tanto como desde donde estábamos nosotros. Y mejor lo dejo hasta aquí.

    Sólo habría que agregar que mi relación con Amsterdam cambió: esta vez no maltripeé los turistas ni la perversión falsa y vulgar ni me acerqué a las colas interminables del museo Van Gogh ni perdí un avión ni me multaron por no pagar mi ticket de tram a las seis de la mañana porque NO HABÍA QUIÉN LO VENDIERA ni estuve stressado de museo en museo (mea culpa) porque había que conocerlo todo en vez de sólo visitar con calma, como suele hacerse en una luna de miel.

    Habría que agregar que mi relación con el Paradiso cambió. Ya no es esa institución maligna que me expulsó de sus entrañas sino el sitio donde disfruté una de las mejores fiestas de mi vida.

    Y que mi relación con los amigos, sin embargo, sigue siendo la de un groupie. Y a mucha honra, la verdad. No tiene por qué cambiar. Así está bien.


PD de groupie: Cheo, que bueno estuvo el toque, pana :-)

PD: Solveig, un poco a la Laurent Garnier, complació a sus seguidores con su house pleno de guiños latinos y acercamientos decididos a la salsa y al merengue. Ya parece una tendencia, hasta Basement Jaxx lo hace estos días. Capaz que Proyecto uno se vuelve mainstream :-)


Más info:

www.amigosinvisibles.com web oficial de la banda.

www.batbeats.nl web de la organización del evento. Tiene fotos peores aún que las que yo tomé y hasta algo parecido a un making of de la parranda, en el que aparece Azahara, bailando con el otro carajo :-) qué bolas. No me dá vergüenza.

http://love2party.nl/article/article.asp?art_id=3173 Una crónica del concierto (en holandés) para uno de los sites de rumbas más importantes de Holanda. Buenas fotos de las mamis, sobre todo :-)
http://www.id-t.com/news-subpage.php?newsid=2295 Una corta referencia (en holandés también) a la participación de los amigos y cómo “desataron por completo la sala con su enérgica interpretación en vivo de latin house”. No hay fotos :-(

 
 





 

El dato (groupie) del mes

    El dato es el recién lanzado programa de José Luis Pardo, aka Cheo, aka DJ afro, en la radio del ateneo, Caracas, Venezuela. Nada más en su primera edición sonaron joyas como el Ponta do lança africano de Jorge Ben Jor, una de Roberto Roena que también utilizo Martin Solveig en su DJ set del Paradiso, Fania interpretando El ratón con Cheo Feliciano junto a la guitarra de Santana, Perucho Conde con su sempiterna Cotorra y hasta un remix que adapta el tema del chavo del ocho a los nuevos tiempos. Aprovechen, uds. que pueden. Los datos:

DJ AFRO Y SU RUMBA BARATA
TODOS LOS VIERNES DE 10 A 12 PM
100.7 (LA RADIO DEL ATENEO DE CARACAS)

 




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