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La violencia como primera reacción

"Y si sobrepasan a La Guardia, entrompamos"
-Juan Barreto.




Era el 11 de Abril. Juan se movía a zancadas, sin bastón, enérgico. Controlaba, nos controlaba. Teníamos el rostro pintado, un par de rayas rojas utilísimas, sobre todo para que en medio de la grandísima coñaza que estuvo a punto de suceder, no fuésemos a partirle la cara a quién no debíamos. Barreto no necesitaba pintura; es Barreto. La Guardia Nacional entre ellos, que iban a sacar a Chávez de Miraflores y nosotros, que no lo permitiríamos.

Este recuerdo surgió, hace muy poco, en el Poliedro de Caracas.

Y recordé el episodio, porque entonces, con adrenalina, con miedo, con arrecheras y piedras y palos y todo me dio tiempo de pensar claramente: "Qué bolas tenemos nosotros".

La noche del 03/11/04, Juan Luis Guerra en El Poliedro. Como todas las noches, me da hambre, así que salgo a caminar un kilómetro hasta detrás de la tarima para hacer la cola y comprar pizza. Arranca la música, no sé quiénes abren el concierto. Suenan los tambores, y empieza un ruido extraño. Me apresuro, y al llegar, todo el poliedro está mirando cerca de donde estoy, mientras el grupo tocaba. "Fuera, fuera", coreaban.

Juan Barreto.

Las miles de personas no veían, ni disfrutaban el espectáculo. Gritaban que se fuera, a coro, y en los descansos, cualquier cantidad de improperios.

Como dice Eugenio: No me jodan.

Esa noche, adrenalina, arrechera. Estaba rodeado de personas que insultaban a Barreto, sencillamente porque estaba ahí. La misma sensación del once de abril, las mismas ganas de pelear. Por fortuna, Carolina, sabia mujer a quien hay que escuchar a veces, me advierte: "Quédate tranquilo, disfruta, es más, mírale la cara a Barreto". Y le veo la cara al Alcalde. Rostro sereno, el tipo estaba tranquilo.

Qué bolas tenemos nosotros.

Dejemos la intolerancia. Claro, la tolerancia, supongo, debe "ejercitarse"

No me caigo a mentiras: Creo que estamos "de a toque".

Y eso, es para la reflexión. No sé qué tengo que hacer para no reaccionar con más intolerancia cuando soy victima de ella, o lo es Juan Barreto, en este caso.

Quiero decir, para que mi primera reacción no sea violenta. Y quiero reflexionar, analizar el asunto porque le temo. Temo esa conducta. Y estoy escribiendo esto porque estoy convencido de no ser el único. Conozco a varios que estarían encantados de partir algunas caras, patear algunos traseros. Yo mismo, no sé qué haría si me encuentro de frente, digamos, a Orlando Urdaneta. Ah, tú eres el tipo que se le ocurrió decir en la tele que mataran al presidente. Carolina deberá estar conmigo, en ese momento. ¿Sigues pensando igual, orlandito?...

Esa noche, algunos, literalmente, chorreaban espuma por la boca mientras le pintaban palomas al Alcalde Mayor. El rostro se les desfiguraba. Hombres, mujeres, adolescentes. Terrible, sin comillas.

Esta noche, en sus casas, ¿pensarán en esto? ¿Se preguntarán qué les pasó, qué les pasa, por qué tanto odio con Juan Barreto? ¿Imaginarán algún encuentro fortuito, cara a cara, con el Alcalde Mayor?

Pero el Alcalde no se fue.

César Miguel Rondón subió a la tarima, en cuanto el grupo terminó de tocar. Por cierto, pido disculpas por no nombrarlos en este relato, y también les pido disculpas a ellos. No debe sentirse nada bien tocar para un público que te da la espalda y empieza a gritarle a un señor, bueno, todo lo que gritaron.

En fin, CMR pidió calma a la gente, les recordó a lo que vinieron, dijo también que "Barreto no se va", y que otro asistente era Capriles Radonsky. Y después de un rato de gritos e insultos, se calmaron, y arrancó Juan Luis Guerra.

Un buen espectáculo, el de Juan Luis Guerra. Mis disculpas para ese señor, también.

Juan Barreto se retiró un par de canciones antes de finalizar el concierto, y se marchó feliz, con una gorra de los Gloriosos Leones del Caracas.