¡Janis vive!
(o La asombrosa capacidad de síntesis del humo del cigarro)
Beth Gibbons & Rustin Man. Out of season.


Una de las amigas que más aprecio, la menor de una de las familias que más aprecio, dijo una vez y se me quedó en la cabeza, que Beth Gibbons era lo más cercano que había a la reencarnación de Janis Joplin. La vocalista de Portishead nunca hizo nada para desmentirlo, bien podría ser cierto. Solo diré que a ratos estoy de acuerdo con que Beth se parece a los episodios calmados, los episodios “blue blue blue”, de la rockera muerta.

Out of season, el trabajo recientemente publicado por Gibbons junto a Paul Webb (aka Rustin Man, ex bajista de Talk Talk) es, en resúmen, una “melancolía ´blue blue blue´ como solía llamarla Octavia”. 10 temas que no atrapan pero plenamente disfrutables desde la primera vez que son oídos; 10 temas inesperados, por anacrónicos. Un equipo en el que no por casualidad y quizás como buena señal acerca del futuro de Portishead, participan Clive Deamer y Adrian Utley, batería y guitarra de la banda de Bristol. Utley, además, hace las veces de productor en algunos temas, cosa que ya había hecho para el celebrado “Felt mountain” de Alison Goldfrapp.

En Out of season no abundan los experimentos sonoros de samples y scratches a los cuales Geoff Barrow, cerebro de Portishead, era adicto. Es un disco melódico: uniforme y no por ello aburrido. Un disco más bien acústico. Un disco de susurros y escobillas en la batería. Un disco de poesía. La voz de Gibbons es completamente excepcional y a veces es acompañada por un llanto de sirenas que hace de background. Una muestra de 30 segundos de cada tema puede ser oida en www.bethhgibbons.com sitio que anuncia también los escenarios elegidos para la gira que da soporte al debut “solista” de Beth.

La gira Out of season es una interpretación en vivo de todos los temas del disco, pero de una manera a la vez tan distinta que enriquece y complementa increíblemente el trabajo de estudio. Una gira de teatros con un juego de luces a la vez discreto e impresionante, mil veces ensayado, siete personas en escena que parecen improvisar perfectamente acoplados, cosa imposible. Mientras suena la pista de Rustin Man, el último tema del disco, van subiendo los músicos. Utley toma una guitarra, Webb un acordeón, una luz cenital muestra por fin a Beth que ya estaba ahí: Mysteries es el inicio real del concierto. Tres minutos más tarde Beth se voltea hacia la batería a emitir esa vibración de frecuencia imposible que es su voz y que ella misma modula haciendo girar un botón. Romance entra luego, tras un leve saludo en francés, con un bajo y una guitarra que no suenan sino policiales.

Drake es casi un intermezzo jazzístico. Como si Beth fuera una suerte de medium y le prestara esta vez su cuerpo a Billie Holliday para balancearse siguiendo los golpes del bajo. Resolve prolonga la sutileza del ambiente y le dá permiso a Spider monkey de continuar erizando la piel de los asistentes cuando Beth toma una guitarra, dá un paso atrás y empieza a gritarle al micro en ese registro de soprano, de esa manera que solo ella...

Tom the model es interpretada de manera más sencilla, sin la sección de metales y con el violín jugando el rol del arreglo de cuerdas. Sand River deja entrever tímidamente un beat, como si la interpretación uera un remix en vivo hecho por Portishead. Pocas veces se tiene la oportunidad de disfrutar de un sonido tan perfecto, tan limpio, tan lleno de detalles (durante Drake, el sonido del bajo es emitido por ese armatoste que tan diestramente lleva la batuta de un mariachi).

La interpretación de Funny time of year, sin duda el tema más importante del disco, fue definida por la revista británica NME, y les robo el adjetivo porque no hay otro, como “incendiaria”. La interpretación se prolonga con muchísima fuerza, con reverb en la guitarra de Utley mientras sin mayor delicadeza Deamer golpea un redoblente. Janis toma un cigarro y se adueña de un teclado que azota inclemente mientras agita el pelo. En silencio agradezco a Dios que me siga dando razones para pensar que cuando muera no sentiré haber perdido mi tiempo.

El encore despierta la pregunta: ¿tocará algo de Portishead? De alguna manera, todo el mundo espera un cover pero nadie sabe si sucederá. Y de suceder, nadie tiene la más vaga idea de cuál será.

Alguién gritó con asombro (WOW! dijo). Alguien reconoció, arriba, en el balcón, los primeros acordes de Candy Says, de Velvet Underground. Una versión preciosa del tema compuesto por Lou Reed en la recta final de los sesentas. Qué muestra de buen gusto elegir este tema de entre tantos, un tema que los más fanáticos tendrían facilmente un par de años sin oir.

El cierre esta a cargo de Show, uno de los temas más sencillos del disco. Los músicos se retiran y Beth agradece con su pobre francés y se ríe y se acerca al público pidiendo un yesquero. Apenas ha pasado una hora desde el comienzo del primer tema. Si hay algo de qué quejarse es de lo corto del espectáculo, pero todos esperábamos algo así. Aún no se han encendido las luces y aunque está prohibido fumar, alguien dá una calada y un rostro se ilumina serenamente. Se me antoja que esa imagen resume el concierto. La asombrosa capacidad de síntesis del humo del cigarro.

Yo sigo aplaudiendo. Intentando recordar dónde he oído antes “Candy says/i´ve come to hate my body”. Lou Reed también vive.

   
 


El dato del mes
(o "admito que no me sé todas las canciones de Dylan hacia atrás, en francés")

Mientras la inmortalidad de Lou Reed se hacía evidente una vez más para O., en mis manos caía por primera vez en plenitud Highway 61 Revisited, de Bob Dylan. Like a Rolling Stone, sin dejar de ser buena, sin dejar de ser el primer hit-single de rock de seis minutos, es moneda corriente, puede ser escuchada en covers de covers de covers. Las verdaderas joyas son un par de prodigios de la asociación libre: la canción que le da nombre al disco y Ballad of a thin man, con sus referencias bíblicas a la niñez de Dylan, un sueño de ácido existencialista con leprosos y ladrones, enanos tuertos que le gritan "You're a cow", leñadores, traga-espadas que piden prestada su garganta y cheques emitidos a nombre de organizaciones de caridad deducibles de impuesto.

Para aquellos a los que les gusta Michael Stipe, Silvio y todos esos vocalistas que no saben cantar pero escriben muy bien, el dato del mes es que compren esta encrucijada de folk, rock de garage y blues, para que vean que esa gente no llegó ahí de gratis.

-Daniel Pratt
<[email protected]>