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Selección de textos

-Angela Hillmann
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8:02 am

moriría por desayunarte a besos,
pero no me decido...
si entero o revuelto?


2:05 pm

Sé imperfecto conmigo:
quédate con tu cabello despeinado en las mañanas
y déjate la barba matutina unos minutos más.
Sé natural y emocional.
Duda de tí mismo.
Duda del amor.
cuestiónanos,
pierde la confianza y llora.
Enójate y enfríate,
ríe hasta que el café salga por tu naríz,
abrázame sin razón.
Sé impropio en público con una mirada.
Llega tarde.
Inténtalo, falla e inténtalo de nuevo.
Ríndete.
Come demasiado.
Déjame amarte como eres
y amámame como soy.











De la noche y los vampiros...

    Cobíjalos como a tus iguales, hermosa noche, pues son los amantes del pecado y los enemigos del perdón. Desátales las cadenas y dales rienda suelta a sus tentaciones. Vacíale las venas a los presentes para su culto, hónralos con aromas y lunas llenas... espíalos, vigílalos, no los apartes de tu mente, pues ellos se cuelan instintívamente por los intantes vacíos, sin sentido y ridículamente absurdos que protagonizan las vidas ordinarias de humanos, esos pequeños bocadillos de la muerte, tan débiles como la esencia que los mantiene vivos...

    Apiádate de ellos que, nutridos por odio y miedo, desesperan con el resplandor de las oscuras épocas pasadas. Escucha sus corazones negros, quietos, inertes ante sus cuerpos, sus mentes y sus almas que claman los ausentes latidos. Aquellos que tronaron en algún momento como erráticos y fuertes tambores africanos haciendo ecos de humanidad.

    Siente su naturaleza en cada poro, como retorcidos calambres que no deben catalogarse de vivos, pero tampoco de muertos. Permanece en su limbo un segundo, entiende que realmente poseen ningún lugar a donde ir, colócalos donde pertenecen hermosa noche, en tu seno, en tu vientre, y déjalos ser felíz en su desgracia... un par de siglos más...












La Soledad

    La mirada congelada en una fotografía y la brasa de un cigarro marcan la pauta para iniciar mi análisis de qué demonios es la soledad.

    Ese término que sinceramente no sé si amar o aborrecer con cada partícula y microbio que conforman mi alma.

    No sé si sea demasiado tarde para definirla porque no le pertenezco actualmente o si es el momento oportuno para estudiarla objetivamente.

    En fin.

    Desde la primera presentación, donde nos sentamos juntas bajo una noche de agosto, ella me dejó los puntos de nuestra relación bien establecidos: Sería mi maestra y sin rodeos me llevaría a entender lo que fuí, lo que soy y lo que sería en el tiempo que compartiéramos.

    Para algunos ésa es la clave de la filosofía personal que lleva a una superación inmediata.

    Para otros, incluyéndome, significa el punto de ebullición del volcán de complejos y tristezas que reside pacíficamente en alguna transversal de la esencia...

    A medida que comprendía qué tipo de persona era, no lograba clasificarme de mala y muchísimo menos de buena, tampoco pretendía comprender qué le debía a su presencia en mi vida... si haberme enseñado que era el precio a pagar por una especie de libertad sensorial o la invitación directa al barranco de los silencios comprendidos.

    Igual me negó una respuesta precisa, sin motivos ni razón, ella me abrió mil puertas que, bajo cerradura, mantenían mi termostato de paz mental en una temperatura saludable para mi y los seres queridos que me rodeaban... la condenada guarda la llave maestra a cada cuarto de nuestro ser para destruir o construir lo que se le venga en gana como hizo conmigo.

    El problema real inició cuando me volví adicta a su compañía, dejé de buscarla cuando era necesaria y empecé a imponérmela. Obligándome a desembocar la mayoría de mis acciones en las confesiones que ella pacientemente "entendía". Éso me hacía tener más de bestia que de humano pero bueh... era una realidad: la prefería antes que un buen par de oídos atentos a mis palabras.

    Pero no es tan grave como suena... mi odio mezclado con melancolía suelen dar tonos que no son plenamente reales... a fin de cuentas, quién mejor que ella, con sus cálidas y casi imperceptibles vías de hacerse presente, para acompañarme cuando ni siquiera mi sombra era bienvenida?; quién mejor que ella, con sus respuestas en forma de preguntas para volverme aún más demente y salvarme de la cotidianidad?; quién mejor que ella, para haber tomado mi mano en esos años y decirme, "tranquila, no puede ser peor.. cualquier cosa que venga superará esta situación"?

    La soledad es una prostituta adorable con la que uno teme ser visto en la sociedad.

    Ay vieja colega, cómo cambian las cosas... presiento que sonríes por mi actual felicidad queriéndome dar un par de palmadas en la espalda y hasta guiñarme un ojo... yo en cambio, aún quisiera darte la patada que tanto te tienes merecida ;)

    En fin, la mejor conclusión es: "cuestión de perspectivas".









Las cicatrices de un orgullo

    El nueve de diciembre quemé el almuerzo, sembré un árbol, estrené un vestido y compré un libro: ¡me enteré que sería madre!. Juan hizo de mi vientre un cuadro de lo que se prohibió en un edén, regalándome un pedacito de cielo que sería nuestro y se llamaría como él. Tenía que celebrar porque estaba destinada a la felicidad... nada en el mundo se compararía con los abrazos inesperados que mi criaturita me regalaría, con un refrigerador cubierto de dibujos y tarjetas hechas por él, una casa llena de risas, caritas sucias, crayola en las paredes... y amor, siempre amor, el mejor regalo de Dios.

    Había un dulce sonido esa tarde, quizá era su sonrisa, no sé... pero me llevó a otro plano que llenó mi alma de esperanza, donde era libre de gritar y callar alegremente, donde cada pesamiento era puro y cada palabra verdad: ¡bendito era Dios que creía en mi amor y le había dado forma!.

    Le di la buena noticia a mi pareja. Su reacción devastó mi alma: debía decidirme por el futuro de “mi” hijo o el de nosotros dos. Ah, el amar duele jodidamente pero no por éso deja uno de hacerlo... y cuando la persona que amas, te pide sangrar un hijo del cuerpo por sus sueños inconclusos, sientes aún más a la crituara moviéndose debajo de tu piel, revolcándose de un lado a otro, descubriendo las esquinas y dejándote el increíble y amargo sabor en el paladar que reza “aquí estoy maldición”.

    Nunca imaginé que las lágrimas podrían gritar... escucharlas me estaba dejando demente. Tenía sólo una semana para que todo fuera “legal”. Me preguntaba, una y otra vez, qué tan mejor sería la vida de mi hijo sin mi, qué tan peor sería mi vida sin él y qué tan distinto sería el mundo por mi decisión.

    El último día soñé la respuesta correcta. Tenía el vientre herido, las manos llenas de sangre y mi conciencia como una cloaca. El bebé, con una patada, me decía “te amo”, yo le respondía con un “muérete”... y lo había hecho, así era lo mucho que me amaba. Sentí que de sólo existir ya estaba pecando.

    No quería irme de una clínica con el alma de mi hijo en el vientre y dejar su sonrisa en la papelera. Ésa siempre había sido mi decisión por más que tratara de encubrirla con miedos, chantajes y cobardía.

    No aborté. Juan me dejó despidiéndose con un “estás loca”.

    Quizá tenga razón pero, a pesar de no ser como lo soñé aquel buen día, mi alma está tranquila, si es cierto que soy todo un arcoiris de demencia, entonces no hay razón para evitar que mis colores brillen en los ojos de mi hijo, mi vida lo espera... no importa qué digan o qué intenten, en mi corazón, ya me he comprometido a hacerlo feliz.




   

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