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Carta a Keyla


    El día de tu asesinato estuve en la misma plaza quizás en el mismo sitio no más de quince minutos antes. Cuando supe de las muertes me impresionó sobre todo tu edad: diecisiete años, exactamente la mitad de la mía.

    Todos tenemos la compañía ineludible de aquellos que por cosas del azar nos son cercanos y que han muerto dejándonos el corazón empequeñecido y triste, cada uno tiene su grupo de oscuros acompañantes como los definió un amigo. En mi caso ese grupo lo conforman personas que han muerto siendo muy jóvenes, y cuyas muertes me han enfrentado contra mi propia mortalidad y creencias.

    El primero de ellos era un muchacho de mi colegio del cual jamás me percaté. Un lunes supe que había muerto durante una tarde de sábado al lanzarse a una piscina, al parecer una arteria con una deficiencia congénita soportó sólo quince años y explotó justo en ese momento. Luego, sin saber cómo ni por qué, fui a una misa improvisada y un profesor que además era cura católico hizo una pregunta que no he podido olvidar durante estos años. ¿Por qué alguien tan joven muere? y luego de un silencio: -Solo podemos pensar que alguien tan joven fallece porque Dios desea evitarle el sufrimiento de vivir- . A los quince años una idea como esa se queda, vuelves a ella poco, pero siempre está allí.

    Años después murió una joven a punto de casarse, habíamos estudiado juntos un par de materias en la universidad, la vi poco días antes comprando un equipo de sonido, la vi ilusionada y feliz. Un accidente de tránsito fue la razón, mi ateísmo incipiente en aquella época me llevó a reevaluar la vieja idea y pensé que no es un Dios el que decide, sino el destino, quizás el destino de esa chica era vivir feliz por solo veintitrés años.

    Cuando tenía veintinueve murió Antonio; lo conocía bien teníamos la misma edad y su desaparición en un viaje de avioneta me afectó mucho, éramos muy amigos, discutíamos sobre política, derechos humanos, compartíamos un gusto, raro en estos días, por la opera. Cuando Antonio se perdió y luego suspendieron las búsquedas, ni la idea de un dios benevolente dueño de la vida y la muerte, ni la de un destino cósmicamente planificado fueron consuelo, cómo podía ser el destino de una persona con tanto por dar, morir justo cuando empezaba a vivir.

    Ahora estas tú, dando un nuevo matiz a este grupo: fuiste asesinada, no naciste con una arteria débil en el cerebro, no estuviste en un accidente donde nadie es realmente culpable, no, a ti te mató un fanático encendido por el tono de lideres irresponsables, a ti te asesinó una época de la que muchos son responsables y pocos dan la cara.

    Luego de varios meses, lo único que puedo decir es que volvemos a quedar sin consuelo y la amargura es aún mayor, porque en mi ateísmo ahora bien enraizado, en mi escepticismo de un destino súper poderoso y con la experiencia de venezolano que solo ha vivido democracia, lo único que puedo pensar es que no existe justificación alguna para la muerte de una joven de sólo diecisiete años. No existe y punto.

    No importa lo que digan aquellos lideres que capitalizan el resentimiento social de un pueblo, aquellos desgastados que no se dan cuenta o no quieren aceptar que su momento pasó, aquellos repentinos que intentan pescar en río revuelto con una estampita de la virgen en la mano, o aquellos irresponsables que son incapaces de fijar una meta común y dejar a un lado sus ambiciones personales

    No importa lo que digan militares que salidos de una institución contaminada desde siempre por la corrupción que hoy piden el apoyo irrestricto de la sociedad civil que se dieron el lujo de menospreciar e ignorar o que escudan en una supuesta constitucionalidad la más profunda de las cobardías.

    No importa lo que digan aquellos “comunicadores” que desmerecen día a día el trabajo de verdaderos periodistas, haciendo programas basados en un humor fatuo, que además pretenden ser educativos, ignorando que si el modelo sirviera con todos los años de Radio Rochela y Bienvenidos no habría tanta ignorancia en un pueblo y al saber de la muerte de un compatriota la gente no preguntaría: - ¿Ese era Chavista o de la oposición?

    No importa lo que digan los juristas que critican los veintinueve años de cárcel a los que han sentenciado a tu asesino diciendo que deberían ser ciento veinte, porque al final del día el asesino material poco importa.

    No importa porque para tu muerte no hay justificación y punto.



-Alexander La Rosa
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