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Crónicas de Esquinero: A Pedro y Alejandra


-Adán Fulano
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    Tengo cuarenta y tres años y se supone que reflexiono constantemente acerca de la vida porque para eso estudie aunque una especialización en lenguaje no me es suficiente para elaborar el antónimo de imagen. Sé que como tantas otras cosas desconocidas de mí, la vida misma, no se resuelve al principio de una carta para mis hijos; me suicido porque no le veo sentido claro, marcha y ni siquiera la mínima erupción cutánea a esta forma que muchos denominan vivir y yo, tozudamente, he decidido desde hace años bautizar como utensilio.

    Hijos, no crean que no los quiero, ni que profundamente he pensado esto antes de volarme y esparcir los sesos desde el piso 22 hasta el suelo roído de la entrada del edificio que tantas veces pisamos juntos, la cosa es que, y esto tengo que decirlo, el amor no existe sino para la imaginación y sí la imaginación esta asociada con el sueño saben lo que sufro y de mi tormento no nace nada.

    Sí uno existe es por la gracia de la coincidencia, los que llegamos a esta irrealidad llamada vida somos unos privilegiados, unos suerteros, y yo honestamente, no me intereso por asunto tan azaroso, esta física matemática de reflexionar sobre mí, segundo a segundo, me lleva a contradecirme de nuevo, diciendo: “yo que soy de pocas palabras precisas, los amo, y aunque ni mis 65 kilos ni el amor existan: los extrañare” descubierto esto, nada tiene sentido. El antónimo de imagen es reflejo, pero tampoco es importante.

    Quizás todo empezó cuando era pequeño y todos hablaban del sueño y yo me sentía en conversaciones de eruditos, porque bien sabido es, por ustedes, mis hijos, que yo nunca soñé, tuve una de esas patologías que le caen a uno de diez mil millones de terrestres, nunca pude soñar ni con nada ni con nadie, yo no soñé con la muchacha que me gusto de pequeño, ni con mi tío muerto, ni con un ultimo modelo del 74, ni despues de adulto con una mujer que conocería al cabo de diez años, no, todo para mí se manejaba dentro de esta realidad absoluta del día a día, en la noche solo fui un desconectado, me perdía en un compás oscuro y ya. No sé de donde venga esto, no lo sé, y creo que las mil quinientas sesiones que tuvo mi abuelo para explicarme qué era un sueño de nada sirvieron, ya ven, sin visión del futuro el futuro no existe.

    Trato que el cuento de mi suicidio sea un asunto corto pero no les puedo resumir en espacios efímeros esta impresión de largos escenarios que he tenido de la vida, así, sabiendo que abuso de ustedes hasta después de muerto me permitiré hacer un ejercicio, cosa que por cierto hago desde que ustedes nacieron aunque nunca desde la esquina del piso 43 de la torre este de parque central, desde aquí las cosas, se lo juro, se ven más pequeñas.

    Hoy tú, Marcia, no te has casado y estoy casi seguro que eres lesbiana y ni te lo aplaudo ni me molesta, eso no me importa, me importa más saber que desde que te vi la primera vez a tus cero años supe que nunca aprenderías a cocinar, como de hecho ha resultado, y te veo allí en la mesa pantry para cuatro de tu apartamento, dándole a tu pie de princesa que también supe siempre que tendrías, pensando con qué rellenarás el pan de tu día a día y triste, hija muy triste porque no existen los hombres buenos, ni las mujeres buenas. Hija mía, tienes tanta razones para desaparecer, pero tu departamento de playa, tu carro ultimo modelo no te dejan, te agarran a esta nada que resultamos, en fin, desde tus tres años, cuando eras el vaquero de la casa, te he amado, nunca dejaras de ser eso que no entendí: un sueño.

    Tú Roberto, lastimosamente seguiste mis pasos y eso no es bueno, seguir a alguien es una forma de adivinar lo que te depara. Recuerdas que te visitaba siempre en tu habitación y veía tu cuarto echo un desastre, como son todos los cuartos de la gente que piensa mucho y al igual que con tu hermana, sabia que te decepcionarías del mundo y heredarías este pesimismo que es tan de esta familia sin apellido de padre, te vi allí, o para decirlo mejor desde estas alturas, te vi siempre escribiéndolo todo, con esa necesidad de dejar testimonio, decir que pasaste por aquí cuando este planeta tiene la memoria dañada y todo se olvida, 24 horas después de verse es inútil.

    Ahora bien que todo el mundo sepa que el mejor libro que leí fue el de recetas de mi abuela, que cada revés de pagina funcionaba como diario, donde descubrí como se llamaba la mujer con quien la engaño mi abuelo y descubrí quién fue su amor platónico, está en el estante que nunca acomodé encima de la pequeña cocina eléctrica que tanto me alimentó en estos años sin su madre.

    Mi terapeuta fue bueno conmigo y atendió todos mis ataques hasta este ultimo en que no lo llamaré porque no se merece llevar la cruz de mi muerte provocada, sí lo necesitan no duden en buscar un psicólogo, son gente muy conversadora a la que no le importa acompañarlo a uno de vez en cuando cada dos días, son amigos pagados, pero bien sabido es que no importa invertir un dinero para estar acompañado.


   




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