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Silla de Mimbre

A Giuseppe, amigo mayor.

A duras penas se abre paso hasta la silla de mimbre. Ya no se fija, al sentarse, en lo deshilachado de sus bordes, ni en lo grasiento de esas fibras que antes mostraron el brilloso colorido de las cosas nuevas: si lo han sostenido tantos días, sin romperse, otro montón de años más no sería problema. Total, el tiempo, puede decirse, lo ha ido aligerando de peso; lo alivió ya de piel, músculos y grasa. El hombre piensa de pronto en sus recuerdos y resuelve que no son mucha carga para una silla vieja, al contrario, son ellos el soporte, la fuerza viva que la mantiene en pie. El día en que deje de pensar y recordar, se desplomará en el suelo polvoriento del patio. Será una más entre tanta chatarra y desperdicios, y no habrá llovizna de peces o desove de Dios en el techo, que lo salve de lo inevitable que ya se unta a las paredes... a la entrada de la casa. Oh, vecchio mestiere.

Tragedias

mi novia me llamo, me dijo que el examen habia dado positivo y rompio a llorar. se repuso y finalmente colgo cuando el doctor le pidio que pasara. yo no tuve energias para colgar sino luego de un minuto. no dije nada. casi era hora de almuerzo, empezaba el bullicio las llamadas telefonicas, el tecleado frenetico de emails. entonces del parlante nos llego una voz dulce, lejana a la aspera voz del vigilante que generalmente utiliza el PA para anunciar que el auto de placa X esta mal estacionado. la voz nos dijo a todos, dulcemente, tristemente, que la empresa, por respeto a las victimas del maremoto en el indico guardaria tres minutos de silencio. se apago el parlante y todo se callo. se oian los coolers de las computadoras, el susurro de los acondicionadores de aire, algun tecleo discreto de alguien que no queria pasar por insensible, alguien que aclaraba su garganta, alguien que arrugaba un papel y luego se arrepentia. los sonidos mas ligeros adquieren una magnitud titanica en medio del silencio provocado. yo tenia tres minutos para pensar, por fin. para no teclear, no leer, no hablar por telefono, no moverme. pense entonces, primero, que mi tragedia era minima comparada con una ola salvaje que arrasa pueblos. luego pense mas claramente. luego pense que la empresa guardaba tres minutos de silencio por el diagnostico de mi novia. me parecio justo.

Cuentos cortos

DILEMA

Siempre decidieron por él. En el funeral llegó la ocasión, pero se quedó petrificado ante la encrucijada: ¿Café? ¿o té? ¿Cuál bebida caliente elegirá Su Majestad, hace poco huérfano y ahora viudo?


EVIDENCIA

Entonces Eva dejó la quijada del burro en la mano del dormido Caín.


ANHELO

Con dulce voz, el hada dijo: “Pide un deseo, cierra los ojos y sopla las velas para cumplirlo”. Cerró los ojos, pidió el deseo y no había hada, después de abrirlos.


INAPETENCIA

Indiferente ante el teclado de su máquina de escribir toma su lápiz, pero de la mina sólo salen manchas. Enciende el computador y el cursor titilante le invita a pulsar alguna tecla, pero lo apaga. Abre su cuaderno de notas buscando pasión, pero no la encuentra. Vencido, va a la nevera y no toma nada. Agotado, se acuesta al lado de su amada, pero allí tampoco despiertan sus ganas. Bosteza entonces, sin preguntarse cuál apetito perdió primero.


ESCENA

Ella se aferra al cuello de su chaqueta en tanto que sus pies se hunden bajo el piso. Sus ojos imploran clemencia y él, inalterable, una y otra vez la apuñala rencorosamente. Terminado el acto, se enciende la luz, el público aplaude. Al escenario regresa el actor agradecido, saluda, se despide y los espectadores comienzan a salir. Baja el telón y nadie advierte que la actriz aún no se levanta.


CONTRALUZ
A Adriana González Botero

Ella insistía en que añil era el color de la fortuna. Yo, cauto, la veía parda. Su potente voz no fue suficiente para convencerme, ni sus racionales argumentos matizaron el tono. De pronto, ella me condujo con sutileza hacia la luz. Y entonces mis ojos, acostumbrados a las sombras, vieron por una milésima de segundo la claridad directa que los tornó ciegos.


TELA DE JUICIO

Los sastres de palacio no lo engañaron con lo del traje nuevo. Tenía claro que el vestido no lo verían los estúpidos e ineptos; tampoco el resto de la corte. Todo resultó ser un ardid del exhibicionista emperador.


ROPA SUCIA

La abuela cogió el cesto de la ropa sucia y lo cargó hasta el lavadero. Una vez allí, sacó el jabón azul rey y empezó a lavar la ropa interior de su adorada nieta. Las diminutas tangas llenas de pavesa de chimenea no la llevaron a sospechar siquiera, de aquella relación tormentosa de Caperuza con la Cenicienta, surgida por la sombría influencia desplegada desde Hollywood.


ORGÍA

La Reina, arrinconada, sabe con certeza que dentro de poco le caerán encima los peones. En la oscuridad, uno a uno, invadirán su majestuosa figura. La tocarán, la palparán, la tentarán y gozarán de ella en persistente aquelarre. Alguien debe poner orden en ese tablero de ajedrez recién cerrado.


DESEMPLEADOS

Crece la fila de insensatos postulantes que intentan llenar la vacante. Llegan desde diversas latitudes montones de necios aspirantes. El desfile de los ineptos que quieren ocupar el puesto aumenta día a día. Todo por un rumor que inició Nietzsche, diciendo que un alto cargo había quedado vacío tras la muerte de quien lo desempeñaba.

Hanni Ossott al espejo

Porque me he hartado ya de llorar, y es mi gato quien ahora sube a mi regazo. Tiene los ojos de Borges, y ronronea como Rainer Marìa Rilke en una frìa mañana de Viareggio. Me gusta sentirlo asì. Me gusta sentir, tambièn, que hay gotas de Dios en mis poemas aunque no los lea ùltimamente, y es que el mundo adquiere tal blancura, que solo me provoca oìr a Marìa Callas, respirar un poco de jardín cada tarde... adormilarme.

-Omar Requena
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