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Top-5 películas que nunca me he cansado de ver

Top-5: s. Lista arbitraria, extremadamente personal, hecha por un colaborador de Panfleto Negro.

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O.

Luego de haber expuesto el mes pasado lo troglodita que puedo llegar a ser (mi agradecimiento público a las mujeres que me hicieron la acotación), realmente me siento cómodo y aliviado de poder escribir de algo tan relajado como películas que no me canso de ver.

Hay muchas películas que no me cansaría nunca de ver. Elegir 5 de ellas es lo dificil. Mi hermano y yo coincidimos en que cada vez que la vida se complica hay que ver Fight Club. He llorado de la risa con Fight club. La he visto en el cine, en proyección de video, en televisores pequeños, en VHS, en DVD, con títulos en español, en inglés, en holandés, en francés (si, tantas veces suele complicarse la vida). No he tenido la suerte de verla doblada al gallego, creo que se magnificaría lo hilarante. Debe ser tan alucinante como tener una copia japonesa del poster de Pearl Harbour, con Liv Tyler escrito en ideogramas.

Cada vez que la vida se dispersa y desdibuja hay que ver Otto e mezzo. La última vez que la vi me pareció el espectáculo más triste del mundo y aún así, es la película más hermosa que jamás he visto. Además, es la esperanza de que uno puede llegar a dirigir su vida como si de una película se tratara (a pesar de lo triste que ello pueda llegar a ser).

Cuando necesito reir a toda costa, Zelig y Monty Python’s The holy grail son dos de las películas más efectivas jamás hechas. Apenas tenga tiempo, pondré en casa una cajita con una cruz roja afuera junto a un mensajito en Arial 16 que diga “En caso de inminente suicidio” en cuatro idiomas y dentro habrá una copia de estas dos películas y todos los repuestos posibles para el DVD y el televisor.

Ahora, he de confesar que yo soy de la generación MTV. Eso quiere decir que los videoclips fueron mi introducción a la música. Yo solía pasarme todo el dia viendo videos en casa. Los grababa y los volvía a ver cuando por frecuentes azares del destino pasaban basura en todos los canales del cable. Por supuesto, a diferencia de las películas, que raras veces agregan detalles para ser descubiertas la segunda vez que las ves (como Fight club, 12 monkeys, 81/2, etc...), los videoclips son cortometrajes diseñados para ser vistos una y otra vez, para permanecer disfrutables, apelando a la más amplia variedad de recursos (que van desde el ingenio hasta el culo de Jennifer López). Entre los videos que podría dejar loopeando toda la vida están: Basin Street Blues (Kid Koala), Sabotage (Beastie Boys), Karma police – Just – Street spirit – Pyramid song (Radiohead), Do the evolution (Pearl Jam), Rabbit in your headlight (UNKLE), This is hardcore (Pulp), Hunter (Bjork), Imitation of life (REM), Toes across the floor (Blind melon), The test (Chemical brothers), All I need (Air), What it feels like for a girl (Madonna/Ritchie). Claro, hay más, pero no hay que exagerar.

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Pedro Enrique Rodríguez

5.  El Graduado (Mike Nichols, 1967). Benjamín Braddock es, a su manera, todos los hombres en esa época aturdida en la que se supone que es preciso decidir qué será la vida.  Es, además, el personaje de una de las películas en las que el soundtrack está mejor articulado a toda la trama. Todavía soy capaz de delirar por escenas en las que Braddock entra a su habitación y, al cerrar la puerta, aparece en el cuarto de un hotel. O salta desde la piscina al colchón flotador para reaparecer, luego, sobre el cuerpo cínico y maduro de la señora Robinson. Todo, bajo la musicalidad de Simon & Garfunkel en un God bless you please, Mrs. Robinson/ Heaven holds a place for those who pray.

4. Star Wars, la trilogía (George Lucas et al., 1977, 1980, 1983). Yo era muy pequeño cuando salió la primera película de la serie, pero mis primos mayores me introdujeron a un acto de fanatismo y fascinación que me hizo desarrollar una extensa y ya, olvidada erudición espacial. Aún hoy, puedo permanecer hipnotizado por los combates espaciales con pequeños modelos a escala del Millenium Falcon y el X-Wing. No se trata sólo de tres películas. Se trata, por supuesto, del recuento iconográfico de toda una época. El retorno del Jedy es, para lo que pueda valer,  el primer recuerdo que guardo de ir al cine por una película que realmente quería ver.

3. Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Por años lamenté que la literatura venezolana fuese ese recuento algo patético de criminales menores, de putas deprimidas, de policías que leen poetas olvidados y padecen insomnios, con diálogos repletos de malas palabras y una rabia milenaria que produce uno que otro bostezo. Supuse, en consecuencia, que cualquier reproducción estética de la violencia y las subculturas de la pobreza debía ser, necesariamente, cursi. Es preciso ver Pulp Fiction para descubrir la más limpia violencia, la más desesperada versión de ese equivalente estético que es el white trash puede ser brillantemente expuesto sin necesidad de redundar en el chapuceo de las más íntimas y áridas frustraciones.

2. El Lado Oscuro del Corazón (Eliseo Subiela, 1992). Para bien o para mal esta debe ser algo así como la película generacional de referencia para muchos de los que crecimos en los noventa. El jingle decía algo así: Al salir del cine, Usted sólo sentirá deseos de leer poemas y hacer el amor, una promoción que lógicamente era capaz de despertar el interés de las mentes más aletargadas. Cuando vi la segunda parte, hace algunos meses, me sorprendí por el paso del tiempo, por la calva de Oliverio, la obesidad de Lucía, el descubrimiento edulcorado de un segundo retazo del amor. Lenta, inexorablemente, es una película que irá quedando en el ayer, con sus tópicos, sus imágenes, sus poemas de vaga inspiración cursi. Cosa que está bien, después de todo.

1. Der Himmel Uber Berlin (Wim Wenders, 1987). La tradujeron como «Las Alas del Deseo», pero yo prefiero la traducción literal: «Sobre el cielo de Berlín». En realidad, no la ha visto tanto como desearía, pero cada cierto tiempo (en los días de lluvia, en las tardes quietas) me regresa la imagen de la tarde mágica en que la vi en un lejano auditorium y sentí, quizá por primera vez, que las imágenes lo explicaban todo, que no existía ningún lenguaje superior a las imágenes y sus secretos mecanismos de fascinación.

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Daniel Pratt

Siempre he sido un repetidor de películas. Cuando era niño solía ver varias veces las películas que más o menos me gustaban y luego las alquilaba hasta la intoxicación. Después, las novias que no entienden de aficiones lo complicaron todo. Hay películas que me encantan, como El Padrino II o Fight Club o Magnolia o Apocalipsis Ahora, pero si las veo mucho temo que entraré pronto en un ministerio y acabaré con todo. Quizás las películas que más se dejen ver son aquellas que se adentran más en la ficción, las que nos hacen olvidar, o recordar muy sutilmente, que somos humanos. Me he cansado de ver algunas de las películas que voy a nombrar, pero están en esta lista porque resistieron los embates de mis cambios de ánimo, edad y novias.

5. Mrs. Doubtfire. Por una larga cadena de coincidencias esta es quizás la película que más he visto en mi vida. Tres veces en el cine (no pregunten) y 8-10 en la tele. La vi hasta que me supe los diálogos, hasta que el montaje me pareció burdo, mal hecho, la vi hasta que me pareció tonta, mal escrita. Hasta la intoxicación, como dije arriba. Pero en su defensa puedo decir que si la hubiese visto cinco veces menos, repetiría constantemente, como el androide que la escribió, “sano entretenimiento para toda la familia”.

4. There’s something about Mary. No sé si me río todavía porque de verdad es graciosa o porque me acuerdo del incómodo silencio, de las carcajadas contenidas por vergüenza en el cine durante todos los gags políticamente incorrectos. Somos unos monstruos, nos burlamos de la desgracia ajena, es bueno que nos lo recuerden.

3. Taxi Driver. Cada vez que estoy medio triste, medio contra el mundo, consulto a Travis Brickle, el oráculo de los parias.

2. Before Sunrise. La última vez que la vi me di cuenta de que, como los personajes en la pobre segunda parte, había envejecido. De igual forma, por un asunto de afinidades electivas me he calado esa labia de dos horas un montón de veces, he recordado lo que me recuerda esa película (una infinita secuencia de conexiones), he envidiado a Linklater por haber tenido el vehículo perfecto para poder decir toda la porquería pseudointelectual que tenía que decir y haberlo hecho.

1. Goodfellas. “Desde que era pequeño siempre quise ser un gangster…”

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Luis Nouel

DELICATESSEN
La potencia de las imágenes de Jeunet y Caró convierte esta broma de humor negro en una sesión extraordinaria.  Las cosas más pequeñas e intrascendentes son las que se encargan de engrandecer la película: el resorte oxidado de una cama, un serrucho que hace música, y un pequeño actor de circo a punto de ser devorado por su casero.

 STAR WARS Y TODAS LAS QUE SIGUIERON
Ya lo dije en el Top anterior: una buena parte de mi niñez se explica por esta película.  Y luego, a lo largo de mi vida, dependiendo de la época, en mi mente he sido Han Solo, Luke y por supuesto, Darth Vader.  Aún hoy, 28 años después del estreno de Star Wars, me he encontrado en alguna reunión de trabajo especialmente aburrida paseando disimuladamente un bolígrafo como si fuera el Millenium Falcon. 

BAGDAD CAFÉ
De un tema tan inusual como una alemana abandonada en una gasolinera camino a Las Vegas, sale una historia de extraño encanto.  Es una película que va a ritmo de desierto: despacio, sin maquillajes que disimulen el calor, sin escenarios coloridos, sin diálogos complejos.  Y de ahí mismo,  de alguna manera, va surgiendo la belleza. 

O BROTHER, WHERE ART THOU
Cualquier película de los hermanos Cohen podría estar en este top; pero O Brother, con diferencia, es mi preferida.  La historia se ha contado ya millones de veces, de hecho es la mismísima Odisea de Homero, pero esta vez transcurre en el Sur de Estados Unidos y retoña por todos lados de detalles geniales y sorprendentes. Sin embargo no presume de nada, solo de su propia sencillez.  A pesar del inmenso trabajo creativo que hay tras ella, la invitación en la película es solo a acompañar a Ulises en su viaje mientras tararea “I am a man of constant sorrow”; y eso basta para quedar feliz.  Pero si además uno investiga un poco sobre la música o sobre los personajes, ver esta película se convierte en un vicio. 

BRAZIL
Brazil  es cine en estado puro.  No hay nada en ella que sea meramente narrativo, cada plano está estudiado para que la imagen transmita todo lo que puede que decir.  Donde otros se hubieran quedado con un buen trabajo de los actores, Terry Gilliam se divierte experimentando con rostros deformados por grandes angulares, imágenes oníricas que a todos nos resuenan en algún lugar del inconsciente, y un montaje sorprendente.  Hasta la música es una más de las ironías de la película: esa conocida samba que para todos es sinónimo de alegría y libertad se convierte en el ritmo de una sociedad  burocrática y represiva.  Una de las mejores cosas: el minúsculo  pero liberador papel de Robert de Niro.

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