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Selección

Cicatriz

el lado salvaje del amor,
muchacho,
me lo llevo
en este último viaje
junto a un toque de morfina
y con la sensación
de ser una eterna cicatriz
que vaga por la ciudad

















la chica más linda

la chica más linda de la fiesta
tiene una bolsa plástica en la cabeza
marcas de tinta en los dedos
sus huellas digitales
en toda la ciudad


















la misma noche

a nadie le importó
quién se iba primero
o quién pagaba la cuenta
de estos cuatro meses de borrachera
jamás beberemos
tanto como entonces
ni tendremos la sensación
de ser tan felices

teníamos el corazón tan cargado
que nos arrastrábamos
como imanes
a la misma noche
a la misma mesa
al mismo vacío
que no podíamos dejar
y nos dolía tanto

al mismo flamenco
teñido de apareamiento
que caía seco
en las sillas plásticas del bar

al mismo engaño
que jamás fue
sino el pliegue de una mirada
en dirección a la misma lejanía
al mismo espacio inconsolable
que era también
la única forma
de entrega

















taxi

tú y yo
en un taxi
mudos

cada uno en un extremo
el pelo mojado
y el viento
entrando por la ventana
esparciendo las cenizas del cigarrillo

mudos
sin excusas
para dejar
de volver a hacerlo

















doméstica

Esta primavera
he comenzado a hacer mi cama
todas las mañanas
después de levantarme

Busco domesticarme con pequeños rituales
lavar platos
pagar cuentas
hacer el desayuno

              almuerzo
              once
            y  cena

Busco la manera perfecta
de arreglar mi cabello
y de hacer aeróbicos
en el gimnasio

todo

para verte desde lejos
y engañarme
con que mi vida
ya no se escribe
hacia abajo
que ya no es
un verso largo
y menos un poema

















swing

Dua, dua, dua
Ella Fritzgerald
los ojitos de sueño americano
sacudiéndose
en el Savoy


Dua, dua, dua
Gladys González
los ojitos de heroína
sacudiéndose
en la Habana Club


oculta los colores del fracaso
en el mismo swing oscuro

















el territorio del corazón

Bajaba del colectivo
y miraba tu calle
desde Gran Avenida
hasta Santa Rosa
caminaba
alrededor de tu casa
marcando el territorio del corazón
como un perro

te esperaba
en las escaleras del metro
por si ibas a trabajar
en la mañana
o si regresabas
para almorzar
después
vino la noche
y Aretha Franklin
el ron con cocacola
y el whisky en los bares
las llamadas telefónicas
entre fiesta y fiesta
los viajes en taxi en la madrugada
para ir a buscarte borracho
a los paraderos

vinieron el descontrol
los baños públicos
las peleas
las esposas y las antiguas amantes
el viaje a Argentina
los perros muertos
los almuerzos en el mercado
y los poemas

todas las noches
te busco
sentada en las cunetas
donde vas a beber
te espero en el bar
hasta que se hace de día
y apareces
con un librito
en la gabardina
un librito
en el que está dibujado
mi corazón

















paraíso

Aquí no hay glamour
ni bares franceses para escritores


sólo rotiserías con cabezas de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos. martillos. alambres y sierras
guerras entre carnicerías vecinas y asados pobres



este no es el paraíso ni el anteparaíso

















trozos de mercurio

Una pensión en Valparaíso
una cama
una mesa y dos sillas
tengo a John Milton
sobre la taza del baño
estoy bebiendo lo que queda de la tarde
he escrito cosas mientras estaba borracha
que me parecen bien

espero a mi amiga del cerro Barón
para que me recoja despacito
como trozos de mercurio
y me lleve a comer algo
en un restauran donde halla wurlitzer
porque quiero escuchar
esa canción de Bob Dylan
todo lo que me resta de vida

















Me dice

Me dice que escribía en boletas
y papelitos de cigarros
mientras ella
se iba al baño
a mirarlo por la ventana

Me dice que ella es su muerte
y que no quiere morir todavía
porque la muerte
es mujer fatal

Me dice que ella es su crisantemo
y le recita haikus
en el cerro San Cristóbal
mientras los animales
se vuelven histéricos con la lluvia


Él recoge las mejores cartas
y las guarda en su libro de budismo
recitando mal a Girondo
mientras ella
se aleja
con sus senos de magnolia
volando
sobre la ciudad

















un paradero y una chica

En Gran Avenida
hay un paradero
y una chica
que lo habita

su corazón está oxidado
como las vigas de metal
que sostienen la estructura
por tantas historias
tatuadas en forma violenta
sobre la superficie

en Gran Avenida
hay un paradero
aún más triste
y una chica que lo habita

un paradero que ha visto todo
y que se convierte
en el esperadero silencioso
de la persistencia

















barquitos de papel

Veo la pobreza de mi barrio
las calles inundadas
llenas de barquitos de papel
que los niños recortan



Veo la pobreza de mi barrio
barquitos de papel
naufragando como lucecitas
en el barro

















Hilo rojo

Debo decir
que me duele un hombre
en todo el cuerpo
fotocopio su rostro
y lo pego en los paraderos tristes
de Gran Avenida

bordo su nombre con hilo rojo
en mi ropa interior
me tatúo las costillas
por si acaso un día te saco de adentro
tomo té 9 veces al día
hablo con los pájaros
hago mandas al niño Jesús de Praga
prendo inciensos
leo el Kamasutra
mando a revelar tus fotos antiguas
no duermo buscando algo más que ofrecer

me corto la yema de los dedos
y camino goteando las calles
con los brazos caídos
y la cabeza semirapada.

















bolsita

Me llama
a las tres de la mañana
para comprar pan
agarro la bolsita
y tomo un taxi



la noche me espera
en un paradero

















lo eterno

esta noche
he comenzado a cuestionarme
por la inutilidad de lo eterno
cuando miro por la ventana
y veo irse a una leva de perros
que ha estado dos semanas
alrededor de una galga en celo
a la que los arrendatarios
le hicieron una mediagua
con cartones y bolsas de basura

















pequeñas cosas

Porque uno
puede morir
por las pequeñas cosas
como por el gracioso baile
de las esporas
que se arrastran
por la tela
de mi vestido
por el silencioso crujir
de la pintura hinchada
reventando en un día de lluvia
esparciendo un polvillo rosa
sobre mi nuca


















penumbra

Ella lo miraba
desde el baño
orinando desnuda
en la taza del water
con su chaqueta de cuero
y un Jack Daniell`s en la mano

Ella lo miraba
desde el baño
retocándose el corazón
con un lápiz labial
en la penumbra de esa habitación

















tibieza

se detienen en un paradero
iluminado a ratos
por el parpadeo del tubo fluorescente
encienden cigarrillos
que lanzan a la rendija del desagüe
como haciendo tiro al blanco
con la falsedad de esa imagen de tibieza