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La última orgía con María Eugenia

Caminaba y miraba el pavimento azul de las calles. Cuánta noche metida en esta ciudad y cuánta gente tratando de entender la ciudad metida en la noche... Tropecé con un pedazo de caño de p.v.c. tirado al borde de la vereda, llegué a pensar mientras trataba de sujetarme de alguna cosa, que podía caer y partirme la cabeza y quedar ahí tirado en el medio de la calle inconsciente. Quién vendría a buscarme?

Crucé la avenida y fui en busca de la parada de colectivo. Cuatro cuadras para abajo y después a la derecha y media cuadra más.

De algún lado salió un tipo de cuerpo delgado y cabeza gigante, casi tiritando al borde de sufrir algún tipo de colapso. Fumaba y jamás largaba el humo, seguía caminando por la misma vereda que yo, en dirección contraria a la mía y en algún punto seguro que chocábamos. A medida que se acercaba su rostro empalidecía y su mirada se perdía por encima de mí. Caminó un poco más y a medio metro de él sonreí, creo que por reflejo, tardé unos segundos en reaccionar.

-No lo puedo creer!

-Cómo te va?

-Acá me ves. –Más sereno, contestó y se desplomó con todos sus huesos sobre la vidriera de una heladería.

-Seguís igual.

-Vos también. Tenés tiempo?

-Cómo... –Gabriel, encendió otro pucho y en un gesto de emoción por el reencuentro, me acarició la nuca.

-Que voy a lo mi hermano. Te acordás de mi hermano, no? Se puso un bolichito acá nomás, a unas tres cuadras... Voy a tomar algo, acompañame.

+ + + + +

Cuando entramos al local había muy poca gente y demasiadas mesas vacías. Gabriel se metió por algún lugar y me hizo una seña con la mano para que lo esperara. 

En el salón sonaba un tema de Alanis Morisette, un tema acústico, y a pesar de que había demasiado humo, eso estaba bueno. Se combinaban las luces rojas y azules que prendían del techo y formaban una neblina de color, que cubría gran parte del salón.

Vino Gabriel, elegimos una mesa y nos tiramos ahí. Traía una botella de vodka con naranja y dos vasos largos de plástico. Me sirvió hasta el tope y después se sirvió él y me ofreció un cigarrillo. Lo encendí y eso era una mierda. Un humo áspero me hizo toser y también me sacó un par de lágrimas. Probé un poco de vodka y esperé que se me pasara ese gusto  a guano quemado que me había dejado en la boca el cigarrillo. Gabriel fumaba y tomaba.

-Sabés que me casé. –Dijo casi riéndose.

-No, no sabía.

-Sí, me casé hace como cuatro años, tuve un pendejo y hace diez meses que me separé. Eso era una mierda, sabés, llegar todas las noches con ganas de coger y encontrarme con el culo gordo y cagado de María Eugenia...

-María Eugenia, la hermana de Andrea?

-No, esa mina no. Esa mina fue. Hace como un año se picó mal y se fue a la mierda.

Traté de tragar  vodka lo más que pude, sentí que se me vaciaba todo lo que llevaba adentro. La última vez que vi a María Eugenia había sido en una orgía. Una mina muy puesta. Estaba a punto, justo en esos momentos donde me hundía en no sé dónde y acababa hurgando en orificios llenos de pus. La mina era un buen aguante.

+ + + + + 

Esa mañana aunque escuché el despertador, seguí tirado en la cama. A la hora tenía que estar dando el presente en la clase de gimnasia. Sentí dos golpes en la puerta de calle y me levanté de inmediato, todavía estaba algo dormido. Abrí la puerta y del otro lado estaba Francisco con el rostro tapado hasta los ojos con una bufanda de lana gris, de punto bien grueso. Sin decir nada pasó  y fue directo a mi habitación y se tiró en la cama.

-No tengo ganas de ir a gimnasia. –Dijo todo envuelto en la lana.

-Yo tampoco. – Contesté en el medio de un bostezo. 

Me empecé a vestir y Francisco se levantó de la cama y empezó a buscar entre mis casets “Bajo un cielo rojo sangre” de U2. Mientras lo ponía en la deck yo intentaba desayunar algo en la cocina. Salió la guitarra de The Edge haciendo la intro de “Compañía Eléctrica” y ese maldito sonido me sugirió no ir a gimnasia. Se lo dije a Francisco.

-Bien! –Gritó.

-La viste a María Eugenia?

-Sí, me tomé el micro con ella.

-Si la traemos para acá? A qué hora sale?

-Creo que tampoco entró a gimnasia. Se quería juntar con Jorgelina para ir a la casa de Gabriela.

-Estarán allá?

Terminé de tomar lo último de mi café y terminaba también el tema “Gloria”. Apagamos el equipo, me puse la campera y salimos.

Bajando las escaleras del edificio nos topamos con Gabriel que venía fumando una especie de guano envuelto en papel de cigarrillo y se prendió con nosotros. Por la calle se derretía la helada y la vereda mojada con sólo mirarla nos hacía cagar de frío. Más abajo nos encontramos con Luis, Cristian y Daniel que se pegaron al culo de Gabriel tratando de sacarle algún cigarrillo de guano armado. 

Cuando llegamos a la casa de Gabriela nos amontonamos en la puerta, esperando que alguien saliera a contestar los golpes que Francisco dio en la puerta.

-Qué hacen todos acá, tan temprano? –Dijo María Eugenia entreabriendo la puerta y con la cara toda hinchada.

-Te venimos a buscar. –Alguien dijo eso y apareció Gabriela y también Jorgelina.

-Chicos qué pasa? –Eso fue de Gabriela.

Francisco y yo nos empezábamos a aburrir, nos miramos y miramos a María Eugenia que se dio cuenta y nos tomó del brazo a cada uno y nos arrastró entre todos hacia adentro de la casa.

-Qué?

-Venimos a buscarte. Querés venir a casa. –Dije.

-Quién va?

-Todos.

-Todos no.

-Bueno, él, yo, Gabriel y Luis.

-No sé si Gabriela se prende. Pero esperen en tu casa,  una hora más o menos. 

Salimos con Francisco y nos fuimos con los demás. A la cuadra,  los cuatro que volvíamos a mi casa, espontáneamente y al mismo tiempo le pegamos en el culo a Cristian y Daniel que volaron por encima de los árboles dando alaridos y gritando “cabrones, putos, pajeros...!” 

Compramos cigarrillos y nos metimos en casa. Todos juntos tirados en la cama. Alguien puso música y por algún lado sonó la espantosa voz de gato hambriento de Axl Rose: “Welcome to the jungle...”

+ + + + +

-Me los voy a coger a todos! –Gritó María Eugenia debajo del marco de la puerta de mi habitación y pasó, atrás venía yo,  arrastrando a Jorgelina que no se animaba a entrar. 

Gabriel se acercó a Jorgelina y le ofreció un cigarrillo, Francisco puso en la deck un caset grabado de Die Toten Hosen y se volvió hacia mí,  a pedirme que abriera la botella de menta que tenía escondida debajo de la cama. Luis me ayudó a levantar la colcha y María Eugenia se tiró encima,  la cama hizo un ruido espantoso, Jorgelina se asustó y Gabriel la abrazó y me pidió un poco de menta. 

Con Luis nos desvestimos y sacamos de encima a Francisco de María Eugenia, que se dio vuelta, me mostró su redondo culo sugiriéndome que la  penetrara. Unté crema Dove en mis manos y fui lubricando con cuidado a María Eugenia, que soltaba suaves espasmos de pelvis, mientras la dilatación se producía estimulada por mis dedos hundiéndose en su ano.  Luis se cruzó por arriba y empezó a sacudirse con la pija en la boca de María Eugenia. 

Mientras Gabriel le lamía el cuello, Jorgelina nos miraba y empezó a tragar menta que se le caía por los costados de la boca, Francisco le chupaba las gotitas que se le desparramaban por la pera. María Eugenia se movía cada vez más rápido y yo me hundía cada vez más en ella, tenía la pija totalmente hinchada y ajustada adentro de ella, con cada movimiento sentía como que algo me cortaba. Luis se salió y derramó semen por todos lados y se tiró a un costado. 

Gabriel se movía sobre Jorgelina que no paraba de gemir, esos alaridos me hicieron acabar adentro del culo de María Eugenia que sonrió y se revolcó en la cama, abrió las piernas y Francisco se tiró dentro de ella. Mi pene seguía erecto, tomé un poco de menta y busqué algún rincón para tirarme. Al rozar con el cuerpo de Jorgelina, ella me agarró del brazo y me metió una teta con el pezón todo hinchado en la boca. Luis se metió por debajo de mis piernas y se tiró boca arriba en el piso, Gabriel lo miró y soltó a Jorgelina, yo me separé. Gabriel agachó a Jorgelina y Luis la penetró. Gabriel se la puso por el culo y yo por la boca. 

Ahora nos movíamos los tres dentro de Jorgelina. María Eugenia y Francisco habían terminado y se adormecían en la cama, yo estaba a punto de largar mi esperma dentro de la boca de Jorgelina que se movía cada vez más rápido. Los tres acabamos al mismo tiempo y Jorgelina sonriendo y tirada en el piso a un costado dijo haber tenido nueve orgasmos.

Cuando caí al costado de María Eugenia, sobre la cama, estaba tan agotado que de repente todo se fue apagando de a poco y la música se fue alejando.

+ + + + + 

Al abrir los ojos tenía a María Eugenia recostada sobre mi pecho. Cuando intenté levantarme para ir al baño, se retorció sobre la cama y esperó que me levantara para decirme que había echado a todos porque quería disfrutar el post-orgasmo sólo conmigo. Al volver del baño me encontré con un par de tazas de café en bandeja sobre la cama. María Eugenia estaba todavía desnuda y fumaba sentada al borde de la cama.

-Tengo ganas de meterme en la Acción Católica –dijo.

-Eso te inspira tu post-orgasmo?

-Y qué, está mal. Tengo ganas, muchos chicos están ahí metidos y dicen que es lindo. Qué sé yo. A lo mejor  encuentro un cura joven que me pueda sacar de toda esta mierda.

-Un cura?

-Sí. Hace un par de meses que ando con un presentimiento de mierda. Siento que no voy a llegar a los 25. Y tengo ganas, creeme, de conocer otros lugares, de estar más relajada, de hacer otras cosas.

-Todo bien con eso. Lo que no entiendo es lo del cura.

-Un cura con quien estar.

-Entiendo menos.

-Viste la película “Camila”.

-No, no la vi.

-Bueno, no importa. La cosa es... Cómo decirte? Veo a esos tipos y me caen muy bien. Me excita eso de andar por diferentes lugares ayudando a la gente, creo que los curas lo hacen todo el tiempo.

-Pero no hace falta estar con un cura para hacer todo eso.

-Los curas me calientan, porque creo que son los únicos tipos sinceros.

-Sinceros!

-Vírgenes.

+ + + + +

Cuando lo miré a Gabriel, había dejado el vaso en la mesa y estaba parado tomando de la botella, miraba no sé qué detrás de mí. Me di vuelta y encontré una petisa pelirroja bailando sola. Gabriel la encaró y se fueron por algún lugar. La botella de vodka quedó en la mesa, la agarré y la metí dentro de la campera y me largué de ese lugar. 

Otra vez en la calle caminé un poco y volví a mirar el pavimento azul.