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Sobre “El libro de las ilusiones” de Paul Auster

¿Cuántas historias podría contarse entre una primera oración que rezara “Todo el mundo creía que estaba muerto” y el siguiente cierre: “Vivo con esa esperanza”? Tantas historias, tejidas, entrelazadas, idas y vueltas, más cuando se trata es una novela, más cuando se trata de Paul Auster.

David Zimmer, profesor universitario norteamericano, pierde a su esposa y dos hijos en un accidente de aviación. Sigue una historia de desconsuelo, muy lugar común, hombre desesperado se entrega al alcohol, se abandona, desea que su vida acabe, pierde sentido, proporciones, perspectivas. Es entonces cuando comienza la magia.

Porque aquella salvación que no llega al protagonista de Leaving Las Vegas o cualquiera de las que aparece como un golpe de suerte inverosímil viene en traje de etiqueta y en silencio, viene del sur. Se llama Hector Mann, actor cómico de era del cine mudo, nacido en Argentina, hermano menor de Chaplin, de Keaton, desaparecido del espectáculo y del mundo en general en 1929. David Zimmer ha visto en un documental sobre los principios del séptimo arte una escena con Mann y se ha sorprendido riéndose, y ese gesto, tan natural y a veces derrochado por la mayoría de nosotros, es la esperanza de superar la mala racha.

Zimmer decide investigar sobre Hector Mann, recorre el mundo viendo sus películas y escribe un libro. Y hasta allí dejo la anécdota porque éste es de los libros de los cuales el placer se extrae al descubrir. No hay enigmas, acertijos, misterios sicológicos, policiales, forenses. Es la iluminación, la epifanía, una cita frente a frente con la vida. Porque Paul Auster crea un Hector Mann casi tangible, casi palpable, un hombre que se esconde guardando un secreto, que se impone a sí mismo los castigos más duros, como hombre y como artista, y,  sin embargo, su agonía no prescribe, no llega el perdón.

En paralelo, David Zimmer, aunque nunca lo dice, sabe que su vida queda examinada a través de su conocimiento de Hector Mann y consigue no sólo salir de su tragedia sino convertirse, de la forma más contundente, en otro hombre.

Todos citan aquella frase en la cual se alude a la materia de la cual están hechos los sueños. Los sueños más consistentes son escritos, los sueños eternos son buenas novelas, y no siempre se trata de armados fantásticos: a veces el amor, la ternura, la culpa, el dolor, la pasión de todos los días, vistas con la lupa de un buen narrador, son suficientes.

Sólo puedo concluir diciendo que es muy probable que, una vez leído, este “Libro de las ilusiones” se vuelva un libro personal. De nuestras ilusiones.