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Astrid Lander

Melancópolis - Marcelo Seguel Bon
(Caracas, 1962)

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Bio

Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela, obtuvo premios por sus dos primeros poemarios: "La distancia por dentro", Premio Ramón Palomares (1994), y "Azul Lejos", Premio Lucila Palacios (1997). Su tercer poemario, "Se es, Poemas Novelados", fue publicado en Santo Domingo, República Dominicana, en el año 1999. La busqueda primordial de Astrid Lander es la multimedia de la poesía. Sus trabajos así lo evidencian: en 1995 hizo el montaje teatral de un monólogo poético, con los poemas de "La distancia por dentro", escenifiicado en la Biblioteca del CELARG y en 1997 incluyó un video-poema de 10 minutos de duración en formato NTSC en "Azul Lejos". También montó la exposición "Poemas en el aire", con cuadros de doble cara que mostraban poemas en manuscrito de reconocidos poetas nacionales por un lado, y por el otro, la diagramación del poema en la plástica misma de la palabra. En el año 2000, exhibió un "Recital Virtual", con el apoyo de obras pictóricas del simbolísmo y el impresionismo francés, en paralelo con la lectura de poemas alegóricos a las obras animadas, a modo de multimedia. Lander reside, en la actualidad, entre México, República Dominicana y Puerto Rico y es la organizadora de Escritores Venezolanos, una organización cuyo fin es difundir la obra de los poetas venezolanos contemporáneos en el exterior.






Tiempo

¿Qué año?. ¿67?. Enumeración inevitable: una puerta de mosquitero, el cerro atrás rojo incendiado, cactus, almendrones y uveros, calor de ventilador ruidoso, hielo granizado, hamaca como red de pescar.
Es imposible recobrar el mareo de la ola, aunque el mar traiga otra ola y otra.
Es la crecida de la corriente.
Era una subida resbaladiza a la casa cuesta arriba.
El camino de lengüetas marrones aterciopeladas babeaba la tierra.
El tiempo propasa la genealogía: techar las lluvias, talar el jabillo que levantó los azulejos del patio.
Era también un pasillo de trinitarias que trataban de sombrear la fuerte oblicuidad del sol. Lo veo ahora con el color de los sesenta y cercióreme cuanto ha cambiado su luz.
Te fijo aún allí en la silla de palo, hablando de política, con la risa de ojos aguados.
Me desgaja como un indio desnudo, secándose hecho polvo, más, ese polvo enamorado, sobreviviente, aún pide lo que no existe ya.
Difícil maceración la del olvido.
La marea no revienta de una vez con todo y sin desembocar sigue impenetrable.



Poema pertenece al libro: “Se es, poemas novelados” (Gente, 1999)
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Despojos

La felicidad de la pequeñez. Saciarse con lo que apenas persista. Sin insistir.
Un almuerzo mediterráneo en el balcón, con el Ávila diciéndonos que es Caracas. Saboreo las uvas y el manchego, tomates en vinagreta, el ojo salando y el olor de un café gourmet empaca a Costa Rica, a Colombia o a la hacienda en Pipe.
La frescura del reencuentro conversa como tema el atrevimiento de los secretos. Lo contamos para sorprendernos y rescatar lo que ahora evitamos, no dar por si nos quitan. Recortar el corazón.
Ya la vida no continúa extendiendo su alfombra roja.
Si lo hubiera advertido hubiese corrido antes de ver a espaldas de mi. Pero bajé la voz. Ante la extrañeza hablo en otro idioma, canción desafinada. El círculo será redondo cuando exista. La mirada luminosa tarda en asomarse.
Casi al roce de la frente, me fotografío.
La vida sí extiende su alfombra roja. La paz es la inmovilidad del torpedo y un reloj de arena aviva el tiempo en la foto de quien no existe.
La vida arremangada puja y retiene hasta la existencia de la flor amarilla, canarios sobre vuelan, araguaneyes floridos, la arena amarillea a las olas, asolea en canas el cabello.
Desde la ventana de ojo de pez del avión dudo: si no hubo octubre menos habrá julio.
Se confunden los pasados de hace diez años con los de hace tres meses. Llegan las lluvias en sequía, los nidos con pichones que habrían de nacer en mayo y la flor de junio brota comenzando abril. Qué podría significar estos adelantos al tiempo. Resacas justo entre la oscuridad y la transparencia y la sorprendente brisa fría hasta que aclimatada pude desnudarme dormida.
Viendo a capa roja las elecciones y la suerte. Probar la velocidad y ser veloz no es la respuesta. Probar la lentitud y no es aliada ante la practicidad. Probar la instantaneidad y es respondida con monosílabos.
Vivir la inevitabilidad. Mentir un poco, ceder un poco.
Correr cuando el tren ya arrancase veloz.
Desobedecer la espera para prever otra herida más.
Se recortan los pasillos estrechos. La retención liberta el lugar al norte de las cosas, escalar y arribar. Es un acertijo no poder asirlo y paleo la tierra, desenfundo sus entrañas para fundar el futuro. Cada día pido menos y pidiendo menos pido más. Voy al futuro con el pasado. Son irredimibles las imágenes de un malecón con vientos fríos del norte bautizándome.
Un monje tibetano energiza mis pasos. Dejo de entristecerme y me sedo, elixir, néctar, dólmenes, átomos, grial. Ese malecón aguardará para sosegarme cuando querré ser feliz.



Poema pertenece al libro: “Se es, poemas novelados” (Gente, 1999)
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