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Gregory Zambrano

“La literatura venezolana en diálogo con el continente es mi pasión”

-José Alexander Bustamante
y María Angelina Quintero
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Poeta/ Ensayista. Destacado por su incansable labor docente y literaria, Gregory Zambrano ha formado parte de una generación preocupada por la difusión de la producción literaria de Venezuela. Asimismo ha desempeñado actividades como coordinador de la Maestría en Literatura Iberoamericana de la ULA/Mérida y actualmente como director de la Escuela de Letras de dicha universidad. Su sencillez lo convierte en un poeta, un ensayista y un docente al alcance de todos.

Su obra poética llena de preocupaciones es un trabajo muy atractivo para el acercamiento a la sensibilidad humana. Sus ensayos demuestran la pasión por mostrar valores importantes de la narrativa continental y universal. Nació en Mérida en octubre de 1963...

El estudio literario lo llevó a ser un impulsor de la difusión literaria local. Hablo de la página cultural “Vértice”, de Ediciones “Mucuglifo”, de la revista Solar, ¿fue casi una necesidad?

Zambrano: Diría que todo se fue dando como en una secuencia de opciones. «Vértice», la página del diario Frontera sí se planeó como una necesidad de lograr un espacio de expresión que permitiera a los aspirantes a escritores que nos reuníamos por allá en 1984 comentar lo que leíamos, mostrar lo que empezábamos a escribir. También a vincular a otros escritores, digamos, ya conocidos o reconocidos. Éramos todos jóvenes, la mayoría saliendo de la adolescencia, motivados principalmente por el amor a la literatura. Esa fue una experiencia muy rica desde el punto de vista de las propuestas, que se convirtió en un espacio de diálogo y que duró cerca de quince años.

Luego el proyecto Editorial, que se fue dando quizás como una consecuencia, tal vez más precisa, no ya de lo que se quería hacer sino de lo que en el correr de los años, motivó a otras personas a acercarse, a enriquecer el diálogo, a pensar en publicar libros de poesía, de cuentos, de ensayos. Así surge «Mucuglifo», como el intento de hacer de una editorial, la proyección del taller literario, de la página «Vértice». Cuando eso, todavía no se hablaba de editoriales alternativas, pero en la práctica el proyecto editorial se fue convirtiendo en una alternativa para la difusión del trabajo literario, y hoy, después de casi dos décadas y ochenta títulos, tratamos de seguir en esa labor de intercambio, de difusión.

La revista Solar fue otro filón en el trabajo colectivo, esta vez, para darle continuidad a la empresa de esta revista que había comenzado en Mérida a inicios de los ochenta, impulsada por Julio Miranda y Ednodio Quintero, por donde pasaron otros destacados escritores, como Armando Rojas Guardia.

Yo participé en una etapa en la cual se integraba a la labor de la revista, un programa de radio, y diversos planes de difusión hacia la colectividad, hacia el país y lo digo sin ninguna exageración, hacia América Latina, como la bienal «Mariano Picón Salas».


Observo que tiene dos líneas creativas claramente definidas, y digamos que poco cercanas, podemos hablar por un lado de la poesía y por el otro del ensayo. ¿Cómo concibe cada género, bajo qué perspectiva los aborda siendo a mi manera de ver tan distintos?

Zambrano: En realidad, desde el punto de vista formal, podríamos pensar en que son trabajos distintos, pero no paralelos, en algún punto se cruzan. Empecé a escribir poesía y de manera simultánea a reflexionar sobre la literatura, sobre el lenguaje artístico, muy temprano también comencé a publicar artículos de opinión sobre temas literarios y culturales. Luego, al iniciar los estudios universitarios, se fue haciendo más intensa esa simbiosis. Después vino la investigación literaria, la tarea académica fue perfilando otro tipo de trabajo, digamos, más ensayístico, producto de la labor académica, pero la poesía ha corrido siempre de manera simultánea entre el estudio, la reflexión y la escritura. Los poemas y los ensayos son quizás las formas del lenguaje con que trato de explicar mi relación con el mundo.


Dicen que es un apasionado por la vida y la obra de Mariano Picón-Salas, no en vano están Odiseos sin reposo y Mariano Picón Salas y México, ¿Son exagerados esos comentarios de la pasión por este escritor venezolano?

Zambrano: Bueno, uno tiene sus escritores preferidos, no sólo ensayistas, también narradores, poetas, pensadores. Podría mencionar una serie de nombres que estarían en esa categoría; mi relación con la obra de Picón-Salas es de vieja data, mucho antes de que me involucrara en la organización de la bienal que lleva su nombre, desde inicios de los 90. Luego se fue perfilando una línea de mi lectura sobre toda la obra de este destacado venezolano. Así, de internarme en la ensayística, el género mejor y más analizado y comprendido por lectores, historiadores y críticos literarios, me di a la tarea de juntar su obra narrativa, llevarla a diálogo con su ensayística y eso me permitió comprobar cómo operan los mismos mecanismos culturales y reflexivos en los que se mezclan las pasiones del escritor, la historia, la vida del país, la angustia por las carencias de su tiempo, la necesidad de explicar el pasado para alertar sobre el presente, las insuficiencias de los proyectos educativos. Entonces su narrativa también me proporcionó claves, quizás un poco más ocultas, por eso le dediqué al tema de su narrativa, bastante olvidada, un estudio completo, al que di por título Mariano Picón-Salas y el arte de narrar, que salió editado este año. En el camino me encontré con los testimonios de la amistad entre el joven Picón-Salas y el ilustre maestro mexicano Alfonso Reyes, a través de una correspondencia intensa, que va desde 1927 hasta 1959. Gracias a la generosidad del personal de la Capilla Alfonsina en la ciudad de México, donde reposa la mayor parte del acervo bibliográfico y documental de Reyes, tuve acceso y autorización para reunir las cartas, transcribirlas, anotarlas, y así salió Odiseos sin reposo, que retrata a los dos escritores (y mucho más y mejor a Picón-Salas) como dos grandes viajeros... y Mariano Picón-Salas y México, es un homenaje, digamos, testimonial, en el centenario del nacimiento del escritor venezolano. Es una recopilación de semblanzas, valoraciones, reseñas, entrevistas, polémicas, todos recogidos de revistas y periódicos publicados en México. Creo que Picón-Salas se identificó tanto con la historia y la cultura mexicana que desde allí mismo, de esa intensidad se revisten positivamente los testimonios que se reúnen en este libro.


Mérida es complicada como lugar de enunciación para un escritor, por ser ciudad universitaria, lejos de las grandes urbes. Digamos que se juntan los grandes talentos y las grandes limitaciones, ¿comprende mi inquietud?

Zambrano: Tu inquietud es legítima. Creo que las montañas son un reto, no una barrera realmente. La palabra va mucho más allá de lo que uno imagina. Por supuesto, está la otra realidad del centralismo del país. La marcada distancia entre la capital, lo capitalino y lo «interiorano», como se dice desde allí. La idea a veces extrema que considera como “lo venezolano” sólo lo que se hace en Caracas; pienso en algunas antologías, por ejemplo. Luego está la dificultad de acceso a los medios nacionales. Pero desde esta ciudad, como tú dices, lugar de enunciación, se ha hecho y difundido la obra de grandes creadores, que orbitan en el país, en América Latina, en escenarios distantes de sus comarcas locales. Pienso en Ramón Palomares, en Ednodio Quintero, en Julio Miranda, sólo tres nombres, como ejemplo, y que me perdonen otros importantes autores que viven y escriben en esta ciudad «interiorana», simbólicamente amurallada.


Usted es producto de la ULA, es decir, se formó en esta casa de estudios, parte de sus estudios de postgrado también los hizo aquí; hace vida docente y ahora es director de la Escuela de Letras. Definitivamente la ULA moldeó su vida, la universidad está adherida a su vida.

Zambrano:
Me vinculé con la universidad mucho antes de entrar en ella como estudiante en l983, y fui a la Escuela de Letras, a seguir la carrera en Literatura Hispanoamericana y Venezolana, me gradué en el 87, y luego formé parte de la
primera promoción de la Maestría en Literatura Iberoamericana. Ingresé como profesor, con el reto y el alto honor que representaba para mí ocupar la cátedra que había dejado, debido a su jubilación, el poeta y profesor Ramón Palomares y también la cátedra de Literatura Venezolana del siglo XIX, que por la misma razón había dejado el distinguido polígrafo Lubio Cardozo. Los últimos cinco lustros los he dedicado a la universidad, al trabajo con los estudiantes, tratando de promover programas de extensión, y claro, también he dedicado muchas horas a un trabajo de organización y genercia que aunque para algunos no resulte grato, ni productivo, es impostergable.

Háblenos de sus años de estudios de doctorado en México, de ese contraste entre los dos países. Tengo entendido que fue una estadía intensa y productiva.

Zambrano:
México me abrió muchas puertas. En ese país conocí otras caras de la vida cultural, del trabajo intelectual. Pasé cinco años estudiando, investigando, hice otra maestría, terminé un doctorado. El Colegio de México fue un hogar, en el estricto sentido de refugio, de espacio íntimo, allí leí y escribí bajo la disciplina y la exigencia de excelentes maestros, pero ahí también asumí el trabajo intelectual como un ejercicio de libertad. De la experiencia mexicana salieron los poemarios Ciudad sumergida, Desvelo de Ulises y otros poemas, también la trilogía sobre Picón-Salas que comenté antes. Viajé por el país cada vez que me fue posible. Me interné en sus calles, en sus colonias, en sus librerías y mercados. Escribí artículos para revistas y periódicos. También elaboré un libro sobre literatura hispánica, que se titula El lugar de los fingidores, y otro libro de ensayos que editó la UNAM, titulado De historias, héroes y otras metáforas. Bueno, luego están las ciudades mismas, su gente, el peso de su tradición cultural, su música y gastronomía, allí tengo grandes amigos, entrañables amigas, ése es un país de misterios, una verdadera fiesta para los sentidos. Un país por el que siento un gran amor y tengo una profunda gratitud.


Su poesía es de carácter intimo, más allá que roce temas conocidos sus versos tienen una estética llena de intimidad, ¿es ése su estilo?

Zambrano:
Quizás en mi primer libro, Víspera de la ceniza, hay un espacio abierto a la introspección, son las preguntas interiores, las que afloran en ese terrible tránsito que se llama la adolescencia y que se van contestando al salir de ella. Ese tono intimista, y conversacional, se diluye luego en Dominar el silencio, que es un intento de dialogar desde fuera con lo que pudiéramos llamar la tradición de poetas que silenciaron su voz volitivamente. Es un canto a la vida desde la muerte. Ciudad sumergida es un libro escrito desde el asombro, en la sorpresa ante lo desconocido y al mismo tiempo inquietante, enigmático.
Aquí hay una doble apuesta, una hacia el diálogo conmigo mismo y otra con la alteridad del sujeto que se sorprende ante las calles, los rostros, los nuevos olores, sabores, formas, es un libro lleno de sensorialidad, diría más bien que de una sutil sensualidad. Hay un tono completamente distinto en Desvelo de Ulises, aquí hay un intento de desdoblamiento de la voz, de las voces, es un repasar tradiciones literarias y culturales, no ya en lo conversacional sino en lo intelectivo. Luego el paisaje urbano, las relaciones sensoriales ante el paisaje, el constante descubrimiento, el asombro del viajero. Este libro tiene su síntesis en un cuaderno que escribí a raíz de un afortunado viaje a Japón, que titulé Memorial del silencio, donde lo que se busca es atrapar con todos los sentidos el impacto del silencio; es como homenaje a la historia que subyace en el suelo de Hiroshima. Es un canto a la vida nuevamente...


Da la impresión de que buena parte de sus ensayos pretenden revalorar la literatura venezolana.

Zambrano:
La literatura venezolana en diálogo con la del continente es mi pasión. Efectivamente, como profesor de literatura trato de inculcarle a mis alumnos el amor por su historia, por sus trazas culturales, por su literatura. Yo trabajo principalmente con la literatura del siglo XIX, pero no como un corpus estático sino como un proceso en formación que se reactualiza desde la tradición hacia el presente, y explicar ese tránsito es una experiencia muy estimulante. Leo y disfruto mucho con la literatura venezolana, intentando revalorarla, y así han ido saliendo los libros de ensayos sobre
la literatura venezolana en diálogo con la hispanoamericana principalmente, pero también con la tradición hispánica y la literatura europea en general.

Es compilador, además es consejero editorial de la revista Actual, de Voz y escritura, en definitiva cree en la obra literaria del otro.

Zambrano:
Trabajar en los consejos de redacción de las revistas es parte del trabajo académico. Inevitablemente es una tarea que te pone en diálogo con el esfuerzo intelectual, las búsquedas y sobre todo con la expresión de otros, es un trabajo grato porque significa construir una sintaxis, comprender una temática, indagar en caminos propuestos por otros, hacer elecciones a partir de muchas voces. Eso puede llegar a ser una forma alternativa de conocimiento y diálogo.

Preguntas de respuesta corta: un poeta, un ensayista, una película.

Zambrano:
Luis Rogelio Nogueras, Mariano Picón-Salas, Pink Floyd: La pared (Alan Parker)

Pregunta comprometedora. Un hecho de la historia que si pudiera cambiarlo le haría un bien a la literatura.

Zambrano: Si se evitara la censura aplicada a tantas voces que en el mundo han sido víctimas de la guerra, la literatura tendría otra valiosa fuente de testimonio, de historias de vida, y no solamente frías crónicas sobre la muerte.




LA RELACIÓN EUROPA-AMÉRICA EN EL PENSAMIENTO
DE MARIANO PICÓN-SALAS
(Quaderni Ibero-americani (Milán), núm. 89, junio 2001, pp. 23-34)

    El escritor no sólo tiene la virtud de definir con finos trazos el colorido del paisaje, la musicalidad y el ritmo de las ciudades, sino que se interna muy bien en los detalles de la observación hacia el interior del sujeto; a ver en cada hombre y mujer el representante de un espíritu nacional que respondía a los acontecimientos, a las visiones del mundo y a las prácticas cotidianas particulares. Y esa observación es la que luego le permite penetrar psicológicamente en cada cuadro que construye para compartir con el lector no sólo la experiencia vivida sino también un aprendizaje que riela entre lo leído y lo visto, su profundización en la Historia y de manera simultánea lo intuido y lo imaginado; esas preguntas a Europa eran también preguntas a sí mismo en una confrontación dinámica, eran un cruce de miradas.

    Cruzar las miradas puede significar varias opciones; por un lado, la posibilidad de descubrir la presencia de un “otro” compartiendo el espacio y el tiempo, lo cual hace posible que aquél también nos descubra. Pero puede ser también un punto único de convergencia entre dos instantes irrepetibles, y es allí donde creo que se produce lo más estremecedor: ver en el otro a uno mismo, y descubrir la mirada que trata de indagar desde dentro de cada sujeto y comprender inmediatamente el recurso de ser aquél, o que aquél sea uno; esto que parece un juego de palabras es un principio de identidad que nos permite contrastar las diferencias y nos abre la posibilidad de cuestionar aspectos de la “verdad histórica”; así nos sitúa frente a un presente que se proyecta retadoramente a un mañana incierto.

    Este contacto implica un punto de convergencia si está abierta la sensibilidad y el interés manifiesto de trascender nuestra propia identidad para abrirnos a la comparación detallada o simplemente al contraste de “lo otro”. Hacer un balance al final de un largo recorrido es saludable siempre y cuando nos permita poner en la balanza desprejuiciadamente el debe y el haber, por usar términos imponderables hoy en día. Ese balance también nos permitirá apreciar mejor el resultado del cruzamiento de miradas.

    La cuestión podría ir desde una simple meditación metafísica hasta una cruda sumatoria de impactos, convergencias, divergencias y hallazgos. Al final del siglo XX, al final del milenio, nos queda siempre abierta la posibilidad de valorar aquél pasado y aventar conjeturas. Las dos opciones parecen ser un inequívoco juego de acertijos. Estas conjeturas también han estado presentes en otros finales de siglo, y quizás en una huella muy honda de la historia, a fines del primer milenio. Algunos balances entre catastróficos u optimistas ponen sobre el tapete una verdad inocultable: somos en relación con los otros, y yo percibo el otro mientras soy percibido por aquél: esa “otredad” deviene diálogo, relación, impacto, comparación, de allí surgen semejanzas y diferencias. Y esto necesariamente tiene sus intereses en lo económico, en lo político, sociológico y estratégico.

    Al hacer balance de quinientos y más años de contacto Europa-América nos seguimos haciendo preguntas para respuestas infinitas; ¿Qué ha quedado de ese contacto? ¿Cómo han sido los intercambios de cosmovisiones, lenguajes, usos y costumbres, etc.? Ha quedado mucho, lo que vemos como balance de la Historia y certeza del presente. Una herencia cultural híbrida, varias lenguas en contacto, todo una bagaje cultural tan amplio y laberíntico que es casi imposible resumir. Sin embargo, estamos convencidos de que también y antes de todo, lo que hubo fue un cruce de miradas y un intercambio de experiencias, la puesta en contacto de un patrimonio que cada cual descubría en el otro. Lo demás sería el detalle de las operaciones matemáticas, ese debe y haber que ahora no viene al caso.

    La relación Europa-América ha superado en la teoría y en la práctica la polémica dicotomía sarmentina de civilización / barbarie; igualmente de la confrontación Cultura vs. Naturaleza, y por consiguiente el mesianismo que trajo tantas agravantes a la realidad americana luego del “impacto inicial”; no se trata ya de ir a reeducar en América al “Nuevo Mundo”, sino a intercambiar puntos de vista desde los alcances de esa mirada hacia dentro y luego hacia el otro.

    No se trata solamente de enarbolar la bandera de un pasado idealizado o recuperado por la nostalgia de un intelectual burgués, sino de un llamado de atención a la conciencia de su presente y ese énfasis está regido por un sentimiento esencial que se ampara en los valores del Humanismo y la Democracia, así como de la igualdad jurídica de los hombres, que son conceptos fundamentales de la cultura occidental, los cuales se rescriben, se reinterpretan y son asumidos por el libre albedrío de las distintas sociedades para hacerlos trascender de las limitaciones y conformidades que se generan en el corazón de ellas mismas.


Dominar el silencio

Pide que esta ausencia
sea tan sólo una forma
de volver
guarda esta palabra
que retumbe en ti
por los siglos de los siglos
(Ave del Paraíso)
búscame en la humedad del sueño
cuando no quede
sino la huella en el vacío
Tócame en la tristeza
Bórrame la duda




Palabra final
(Homenaje a Juan Rulfo)

En el último verso de este poema
canto a la vida
También allí
yacen las voces aullantes
el trueno
y el susurro

Allí mora el silencio
la medida de los sueños

Todos mis muertos sin nombre
hacen causa
en este recinto
espacio infinito
herida abierta
hielo
fuego
ceniza
ausencia
mas otra vez
y siempre
la vida




Arte poética

Los nombres no importan,
no importa el ave sino el vuelo,
sólo el vuelo,
una ráfaga en picada
al centro de la tormenta,
la palabra indetenible
conjugando el azar,
el sueño, la miel de la herida.
Vivir en la vigilia,
lo que queda del huracán,
de la llama,
el espacio blanco, la luz,
este grito de volver a ser presencia,
verbo íngrimo,
llanto detenido,
verse en el poema,
ser el fuego,
renacer de la ceniza.




Generaciones

El poeta joven cerró su libro
y miró hacia el horizonte,
recordó la noche cuando cenó
por última vez con su padre,
el poeta viejo
esa vez él le habló de la campiña andaluza
y de las mujeres que sonríen
sin mirar a los ojos
esa noche no escanciaron vino,
sólo imaginaron
paisajes aún no vistos.
El viejo subrayó su derecho a recordar
y le habló como sentencia:
me verás dentro de ti cuando al mundo
se le desvanezcan los colores.
El joven poeta,
que poco sabía del pasado,
brindó por el poema aún no escrito.
Las palabras le esperaban
en el recodo del poema.




Marea del Deseo
(Cinco poemas y un epílogo)

                I

Contempla mi sueño desde adentro,
ábrete en dos,
adéntrame en tus senos
y no postergues a la espera
la juntura del deseo,
que sólo se escuche un respirar,
que sea infinito el jadeo,
despliega las ventanas,
deja las puertas abiertas,
que salga de paseo nuestro ardor,
que otros sepan del incendio de la noche,
de la agilidad del vino tinto,
de tus uñas abriendo surcos
bajo la luz de la vela,
mariposa, caracol, pez ágil y paloma,
déjame entrar y nacer de ti.



                II

Esta piel que es madera
se quema en cada sorbo.
De la boca la brasa
que expande
de arriba abajo
un olor de sándalo irrepetible.
Tu espalda es el arco perfecto,
arena fértil de los gemidos,
de estos sueños que me rozan
y me abren la carne en pequeñas porciones.
Ahí vienes, silenciosa por un segundo,
dulce, segura, a succionarme el aliento.
Arquéate para tocar en ti la redondez,
la materia cierta, el resplandor.



                III

Algo se yergue y hace espuma
la saliva. Toco, respiro, sólo de tu humedad
brota la vida.
Híncate, acompásate al vaivén de las olas,
Jadea hondo, amor mío,
mujer de grandes ojos y dorados pechos.
Inclina tu boca hacia el vértigo
donde hoy
el sol y tu ombligo
son la geometría exacta del universo.



                IV

Vienes como oleaje a estremecerme.
Mis pies desandan sobre tu pubis
y puedo verte lejos y aquí,
en el vértigo del mismo instante,
cuerpo alfombra, cuerpo nave, cuerpo río subterráneo,
déjame lamer tus gotas, déjame alcanzar la orilla.
Soy un náufrago inevitable
arrastrándose sobre la arena,
soy un enigma que te toca,
soy aire que te cerca por los cinco sentidos,
soy marea de carne y besos.



                V

Caminamos a ras de agua
sordos entre el oleaje,
cada imagen es la transfiguración del deseo,
el verbo es consumación de la carne,
saliva, sudor y semen,
los sexos acoplados al tañer del corazón en los oídos.
Fluye un interior de lava
ardiendo en la caída.
Se estremecen las murallas
y ceden al fin, derribadas por un golpe de nube.
Vuelas, me arrastra la majestad de tus alas.
Soy el temblor de todos los cuerpos en uno,
el vestigio de un goce milenario,
soy en ti amanecer y noche, agua y fuego
alimento y sed,
la altura y la caída,
halcón y escarabajo.
Tócame, devuélveme hombre
para la mujer que eres,
arca de todos mis diluvios
puerto de todos mis naufragios.



           EPÍLOGO

Ya te he guardado
muchacha de ojos de certeza,
ahora habitas la llama
que enciendo cada noche,
vienes desde lejos a los rincones
de esta ausencia. Lo llenas todo.
Hay un olor de ti en la memoria.
Eres el agua de mis manos
y alforja donde viajan mis sueños trasegados









Títulos publicados del autor:

Poemarios:
Víspera de la ceniza, Dominar el silencio, Ciudad sumergida, Desvelo de Ulises y otros poemas, Memorial del silencio.

Ensayos:
Los verbos plurales, La tradición infundada. Literatura y representación en la memoria finisecular, El lugar de los fingidores y otros estudios sobre literatura hispánica, De historias, héroes y otras metáforas, Mariano Picón-Salas y el arte de narrar.

Compilaciones:
Odiseos sin reposo. Mariano Picón-Salas y Alfonso Reyes, correspondencia 1927-1959,
Mariano Picón-Salas y México.









Coordinación: Gregory Zambrano, Dir. Escuela de Letras Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela.
Diagramación y digitalización: María Angelina Quintero.
Correo: <[email protected]>

   

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